17.5.02

Reflexiones sobre la enseñanza

La experiencia del mundo de los niños de ahora es muy diferente al de sus profesores. Los chavales de ahora saben muchas cosas de una forma vaga, fruto de la cantidad de asignaturas que les encasquetan en la primaria y la secundaria. En cambio, cosas más básicas se les escapan. A ello fomenta la falta de lecturas, que se ceba en la falta de imaginación, de vocabulario y de conocimiento del mundo.

Los niños, aunque parezca una perogrullada, son ahora más infantiles. Los libros ilustrados, aunque por supuesto más interesantes, hacen un flaco favor al niño sin imaginación: para este tipo de niño, lo importante del libro es una página (la ilustrada) de cada 10 ó 20. La cultura de la imagen adapta a su favor el tipo de lectura. El niño hace una lectura icónica de lo que tendría que ser texto. El fracaso está asegurado.

No se trata de que los libros no estén ilustrados. Reconozco que a mí también me aburrían si no estaban ilustrados. Pero el problema es precisamente que se centre la lectura en la imagen: desde la imagen se explica el libro, exactamente lo contrario de lo que quiere la ilustración, que es, en todo caso, servir de complemento, nunca desplazar al texto.

Tendremos que recordarnos todos que no hay nada que no se aprenda sin esfuerzo: los cursos de "aprenda inglés sin esfuerzo", "saquese el título xxx sin estudiar", etc. son falacias, burdas, simples mentiras. Pero estamos acostumbrando a nuestros niños a eso. A hacerles creer que sí es posible. A la ley del mínimo esfuerzo. Y sin un poco de imaginación no hay lector crítico, ni mente lúcida que sirva en el futuro para pensar, para ser libre. Y pensar que tenemos la solución tan cerca...

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