22.5.02

Con cien kilobytes por banda...

La inmensidad del mar fue antaño el espacio por excelencia de la libertad del hombre. Cientos de obras literarias han cantado la inmensidad del mar y el reencuentro del hombre consigo mismo en él. Basta pensar en el poema de Espronceda que inspira el título de este artículo.

Hoy en día, en la vida moderna que llevamos, el navegante se encuentra con otro mar, aún más extenso, complejo, plagado de toda casta de naos, puertos, bestias marinas y otros navegantes:_ese nuevo mar es la red. Ya lo venía a decir claramente la escena de la inmersión acuática de Motoko Kusanagi en "Ghost in the Shell": la red (lo que aquí conocemos por internet) es un inmenso oceáno de información. La idea es tan clara como lo demuestra el uso de la metáfora que se ha relacionado con la red: navegante, navegador, bitácora, surfear...

Internet da la posibilidad de conjuntar y superar todos los demás medios de comunicación: caben en la red el periódico, la revista, el correo postal, la televisión, el teléfono, la mensajería instantánea, la radio, el diario personal... Es el nuevo paso de la galaxia Gutenberg, como auguraba McLuhan, donde, además de conseguir lo que hizo la imprenta (dar un acceso masivo a la información), la red da el siguiente paso facilitando, no ya sólo la recepción, sino también la emisión. Así, en la red, cualquiera puede convertirse en difusor de ideas, de mensajes, de cultura, de lo que sea (con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva, y que no discutiré aquí). Se descentraliza así la visión del mundo que transmite una o varias corporaciones o grupos mediáticos, ya que en internet cada uno puede dar su opinión, y ésta ser recibida por todos. Se da, por tanto, un mazazo al pensamiento único. Pero eso no es todo. Otra cosa que caracteriza -y que preocupa a las grandes corporaciones- es el poder de transferencia cuasi material de archivos e información que la red posee. Los sonados casos de Napster o Kazaa (con la sombra este último del espionaje de por medio) o la piratería musical tienen muchas veces su génesis en la red. La rueda ha empezado a girar y difícilmente va a poderse frenarse: el poder de intercambio ha escapado de las manos de las grandes empresas: cientos de millones de usuarios intercambian información en la red diariamente. El intento de criminalizar estas prácticas (intercambio de música, radiación por emisoras digitales) supondría a la práctica encarcelar al 90% de los usuarios. Y con el auge de las conexiones de banda ancha, estos intercambios van a aumentar espectacularmente.


Internet es el nuevo hogar del pensamiento libre, de las páginas y foros reivindicativos, de los contenidos alternativos (en todos los sentidos), de las asociaciones más o menos clandestinas, del intercambio fructifero. El activismo es muy importante, pues está respaldado -sino práctica, sí moralmente- por la mayoría de los internautas independientes. La red, en fin, ha pasado a ser de la masa anónima e independiente que la usa, y no de aquellos cuatro que la crearon. Y éste es un fenómeno que a mi parecer no tiene vuelta atrás: ¿se inventan nuevas protecciones? Al poco se trasparán en la red; ¿se retira del público algún material? Pronto se comparte en el ciberespacio; ¿las discográficas pretenden continuar su hegemonía comercial con sus altos e injustificados precios? Se seguirña compartiendo música entre usuarios; ¿se necesita algún programa, driver, biblioteca dll, protección o desprotección? En internet se encontrará.


Internet es, pues, un mar lleno de vida y, como la vida, lleno de emociones y peligros. Pero bien vale la pena vivir esos riesgos y ser libre que no seguir atado a los designios que nos quieren imponer las modas, las marcas y las multinacionales.

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