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15.8.25

Diario de un verano (2-III): sexta semana

Gozamos de un clima inusual durante aproximadamente diez días, luego volví el calor lentamente apretar hasta estos días, en los que es furioso, insoportable. Estamos en medio de una nueva ola de calor: la nueva normalidad del verano. No hay quien haga nada. Me repito, da igual: no tengo ánimos para hacer nada. Un día habitual consiste en levantarse relativamente pronto, sacar a los perros mientras aún no haga calor, acompañar a la peque a la escuela de verano si toca, ir a hacer la compra o lo que sea, comer; la primera mejor parte del día viene entonces: caer rendido quizá media horita en la cama con un sueño profundo y reparador, no como el de la noche, que normalmente es ligero y lleno de despertares. La tarde es difícil de pasar, pero hay que intentar mantener el perfil bajo (ut supra diximus). Finalmente, cuando el sol baja del todo vuelvo a sacar a los perros, cenamos, y viene el segundo mejor momento del día: ponerse un vaso de algún brebaje con hielo que amodorre mientras ponemos algo en la tele. Este verano estamos viendo la serie de la BBC The Durrells, que adapta la trilogía de Gerald Durrell donde cuenta la estancia de cuatro años de su familia en Corfú durante los años 30. Una serie blanca y entretenida; me ha llevado a coger de la biblioteca el libro La meva família i altres animals, del propio autor, aunque me irrita un poco el tono colonialista del escritor.


Las marcas de lecturas (y de "hacer cosas", vamos, de las que aquí hago seguimiento) van lentamente avanzando y seguramente al finalizar el verano serán las habituales. Va lentamente cocinándose mi próximo poemario, sí, siguiente, porque pensaba que Ritos nocturnos sería mi primera y última incursión en este género, aun más teniendo el escaso -nulo- feedback de los lectores, pero hete aquí que me he encontrado en esas noches en las que duermo solo arriba a causa del calor anotando versos como hice el verano anterior con la etapa final de Ritos. De momento no son poemas acabados, sino más bien apuntes, ideas para trabajar, fragmentos para versificar... Y ya tengo el título: me lo dio mi apreciado profesor Toni Bernat Vistarini cuando me presentó en Can Sales: Invocaciones. Tiene todo el sentido. 

Sigo sin jugar a rol -llevo todo el año así-, agosto y su calor ha impedido casi toda la actividad en juegos de mesa o wargames... Leí Germania de Tácito en una edición bilingüe de la biblioteca y me picó el gusanillo que ya había estado meditando, de coger los libros de Latín de bachillerato y ponerme a refrescar la traducción de textos: Germania parece asequible para un nivel sencillo. Pero de nuevo me refrena el calor. 

Ya apenas quedan 15 días de estas 9 semanas de vacaciones. Sin este largo parón, francamente, yo no podría seguir trabajando.

27.7.25

Diario de un verano (2-II): cuarta semana

I hope so : r/memes 

Llevamos hoy cuatro días  en el que las temperaturas se han derrumbado y nos han dejado soñar con otros veranos posibles. Mientras -leo en redes- en el norte de Europa y en muchas partes del mundo hay una gran ola de calor -se ha llegado a 50º en Turquía-, al menos en Mallorca gozamos esta semana de una tregua dichosa. Las predicciones dicen que las siguientes semanas seguirán suaves, y yo me aferro a ellas. (Ya hablé de mi idea de "tiempo prestado" en cuestiones climáticas el año pasado). 

Sólo hace relativamente poco -un día, dos- me siento mejor. Llevo desde inicios de mes con una severa ansiedad (falta de respiración, dolores intermitentes en el pecho, etc.). Al principio pensé que era por el viaje que hacía mi pareja e hijas, y por el que me quedaba solo unos días en casa. Estuve bastante bien esos días, pero al volver ellas todo se reanudó e inclusó aumentó. Fui a la farmacia a tomarme la tensión y estaba bien. Releo el diario del año pasado y veo que hay cosas que son fruto del calor (la pérdida de fuerzas total durante las mañanas de intensa canícula, tras volver de media hora de pasear perros, por ejemplo), pero todas estas molestias... No sé exactamente de dónde vienen y a veces me intranquilizan mucho. Pero luego veo que si estoy ocupado (como las horas que dediqué a grabar y montar el podcast de Dos Flanquean Juntos) todo eso desaparece... Por tanto, ¿todo es somatización?

Pero la verdad es que el cambio de tiempo me permite el lujo de incluso estar de mejor humor, y de ver las cosas de otra manera. Es increíble lo asqueroso que es el verano húmedo de Mallorca. Quisiera pasar toda la estación en el norte, o, si tuviera que quedarme, que desapareciera el 50% de la población y del turismo. Es increíble cómo hemos normalizado en la isla la saturación de las carreteras, de las playas, de las calles, del número de vehículos. Cuando vas a otro sitio te das cuenta. Todo por el maldito dinero de unos pocos hijos de puta.

Mis lecturas avanzan muy penosamente: estoy leyendo poco a poco, pero disfrutando mucho, la Ilíada; también Por qué leer los clásicos de Italo Calvino, pero no me está convenciendo (el prológo en cambio, es magistral).  Tengo decenas y decenas de cómics pendientes de leer, y de reseñar (y eso puede que sea uno de mis factores de estrés), pero estos días he querido apartarlos para leer algo que realmente me viniera en gana, y he agarrado el Spiderman 2099 integral 1, y me lo he zampado en una tarde y una mañana. Y no es una obra maestra, pero me ha gustado. El verano sigue adelante.

2.7.25

Diario de un verano (2-I): primera semana

Arranca un nuevo verano en Villa Cisne, y al contrario del año pasado, en el que las primeras semanas de julio dieron un respiro, este año el calor aprieta desde mediados de junio, y con pocos visos de que afloje. Eso me entristece y me paraliza, me quita toda la energía. Exacerba cualquier molestia física que tenga y me deja sin ganas de hacer nada. Encima, estar en casa es un suplicio con dos niñas chinchándose y dos perros soltando pelo constantemente. Cada día es una repetición de cualquier fin de semana, en el que sacar a pasear a los perros a primera hora, preparar el desayuno, retirarlo, limpiar la cocina, barrer el piso... y agonizar un rato después de gastar todas las energías, y apenas son las 9 de la mañana. 

Y la rabia. La rabia en cuanto me pongo a darle vueltas a cómo se planifican nuestras ciudades, o las correcciones que éstas deberían estar siendo pensadas para contrarrestar los horribles veranos que nos quedan. Hoy ya no se pueden pensar más calles de determinada anchura sin árboles. No pueden pensarse parques basados en el cemento. Fíjaos en la foto de este pequeño parque cerca de casa: con una zona de arena y juegos... impracticable la mayoría de horas de sol de verano. Tenemos demasiado asfalto y poca madera. Hay que repensar urgentemente nuestras ciudades, nos va la vida. 

13.3.25

Una nueva Edad Oscura (¿y un nuevo Renacimiento?)

Costa Rican Contemporary Sculpture in Focus: Edgar Zúñiga Jiménez at MÍRAME  Fine Art | Newswire

[Soy consciente de que esta entrada es un análisis muy de cuñado, y de que la Edad Media no fue tan oscura como la historiografía nos hacía pensar. Tomadlo como lo que es: la opinión de un humanista finisecular]

Hace años que vengo advirtiéndolo en plan abuelo Cebolleta: el día que internet pete lo perderemos todo. Sólo ahora empezamos a ver la progresiva dependencia de todo lo que está online. Películas o series que dejan de estar disponibles en la web y cuya edición física ya ha desaparecido. Incompatibilidad con formatos más antiguos. Dejan de fabricarse los últimos bluray grabables (noticia de hace poco). Videojuegos que ya no son compatibles con los sistemas operativos actuales (y quien dice videojuegos, dice documentos). 

Ejemplo 1: quise ponerle a mi hija mayor, a la que le están comenzando a gustar las canciones de Michael Jackson, el episodio clásico de Los Simpson donde Homer conoce a un chalado que se cree el cantante. ¿Os acordáis, verdad? Es el 3x01, Papá, loco de atar. Muy bien, pues: en Disney+ ese episodio fue retirado (por los cargos que en su día afrontó el difunto cantante). Y para encontrar ese episodio entero... Bueno, aún no lo he encontrado. Sí, hay fragmentos en Youtube, pero el episodio, íntegro, en castellano, no está disponible en ninguna parte (o yo no he sabido dar con él). Me parece alucinante.

Ejemplo 2:  hace un par de semanas me desvelé y me puse a ver una película en Filmin. Dudaba entre Fuga de Alcatraz y Un día de furia. Al final ganó la película de Michael Douglas. Hace pocos días, volvió a pasarme y fui a ver Fuga de Alcatraz. No pude, había partido del catálogo. Al parecer ahora está en otra plataforma (que no pago). Pues bien, terminé viéndola en Ok.ru, pirateada por alguna alma caritativa que tuvo a bien compartirla ahí.

A esto, sumémosle la pesadilla fascista en la que se está sumergiendo EEUU con Trump, con intervenciones y saqueos de datos personales, cierre de páginas científicas y de organismos vitales como el Centro de Control de Enfermedades, borrado de publicaciones con ciertas palabras clave (del contexto que la derecha llama woke)... Un fantasma que amenaza con recorrer Europa y todo el mundo.

Vamos de camino a un apagón digital, en el que inevitablemente perderemos todos aquellos datos y obras que por una razón u otra dejaron de estar disponibles en la red.

Por eso es sumamente importante un repositorio de datos, grandes archivos en los que almacenar (online y offline) y proteger obras que de otro modo se van a perder, ya sea por la malicia, el olvido, o la inconveniencia turbocapitalista.

En este panorama al que vamos de cabeza surge como instrumento vital la "piratería", aquella práctica contra la que tanto nos advirtieron y que hoy parece empezar a salvar todas aquellas cosas que dejan de estar disponibles pero que alguien, con buen tino, decidió guardar hace 10 años en el fondo de un disco duro externo o un dvd grabable. Ante la gran cantidad de títulos que dejan de estar disponibles, los internautas se defienden, con nuevas formas de compartir: en los Drive de Google, en grupos de Telegram... O aún más: estoy viendo un movimiento que aboga por volver a las redes p2p (emule) o a un sistema que no me gusta tanto (torrents), aunque fuera su natural evolución. Volveremos sobre nuestras bobinas de películas guardadas, os lo advierto.

Pero hay más. Relacionado con esta Edad Oscura en lo que toca a la conservación del patrimonio cultural, científico y tecnológico, nos encontramos con otro tema: el albor de la era de la IA. El saqueo por parte de estas IAG que han esquilmado sin permiso ni legalidad un gran conjunto de obras artísticas nos devuelve un regurgitado casposo y cutre, absolutamente inoriginal, previsible, aún -en 2025- muy reconocible por los patrones que sigue (aunque mejora a velocidades insospechadas). Si anteriormente era difícil encontrar imágenes libres de uso, o mejor dicho, libres de las marcas de aguas de las grandes empresas que se apropiaron de miles y miles de imágenes libres, ahora el problema se agrava con la tremenda cantidad de basura en forma de imágenes creadas con IAG.

El gran problema: en un mundo en el que rápidamente la gran mayoría de la población terminará usando estos sistemas de IAG (ahora la mayoría gratuitos, en cuestión de meses y años, todos de pago), el estándar de qué esperar de un libro, una ilustración, un cartel, y más adelante, una canción o una película cambiará. Lentamente tragaremos con las convenciones de lo que nos ofrece la IAG y entraremos en su juego. Su estética se convertirá en canon. Normalizaremos sus productos y los tendremos en todas partes. Restaremos importancia a las imágenes de personas con seis dedos o indefectiblemente bizcas. Aceptaremos el movimiento errático y pesadillesco de los vídeos montados por IAG baratas. Hoy son los ganadores de los carteles de los carnavales de la ciudad; mañana serán los de las películas (el caso reciente de la película de los 4F, que Disney ha negado que sea IA: imposible) o álbums enteros; pasado mañana el porno y las películas. Porno personalizado en el que seremos los que diremos qué escenas queremos ver y con quién, incluso con nosotros protagonizándolas. Películas clásicas en las que podremos cambiar a los actores por nuestros favoritos. Discos apócrifos de The Doors o Queen, algunos incluso con el beneplácito de la banda (Kiss los primeros). 

Aceptaremos esta era descafeinada, edulcorada, en el que la puntilla la pondrá el ultracapitalismo, que aportará su grano de arena con la saturación del mercado, que impida prestarle la suficiente atención a cada producto como para verle las costuras. Lo mismo que ahora, pero acentuado: consumo ultrarrápido, cultura de usar y tirar, arte efímero con un fin exclusivamente crematístico. Pretenden hacernos creer que la IAG es una nueva era de popularización o socialización del arte, argumentando que aquellas otorgan el poder de crear a quien no tiene ni las herramientas ni los conocimientos para ello, que será como una tercera revolución de Gutenberg. Pero la realidad es que todos estos planteamientos  son una mera excusa para que empresas vendan sus productos, es decir, capitalismo disfrazado de libertad.  A OpenAI y a todas las empresas que se han metido en IAGs no les interesa la libertad del ser humano. Les interesa empezar a cobrar dentro de unos meses o años por sus herramientas, cuando ya creamos que no podemos pasar sin ellas. Ahora todo o casi todo es gratis, a un click o una suscripción de distancia. Pero dentro de poco no lo será, oh, claro que no. Pero mientras tanto habremos aceptado un nuevo estándar de calidad ínfima, habremos aceptado imágenes de personas con manos de muñones, con movimientos anatómicamente imposibles o que desafían las leyes de la física, textos llenos de lugares comunes y torpezas... Todo ello sin reflexionar, claro, que lo que se nos ofrece está cortado por un patrón, por un sesgo, que no controlamos, pero que en el fondo es una forma de imponer una ideología, una forma de ver e imaginar el mundo. Estandarización, homogeneización. Todo lo contrario a la libertad.

Ambos factores (la desaparición analógica y digital de los bienes culturales pre-IAG, y su sustitución por productos de ínfima calidad creados con IAG) darán lugar a una nueva Edad Oscura, en la que nos sumergiremos voluntariamente, sin casi ser conscientes, perdiendo referentes vitales acaso para la supervivencia del ser humano. Seamos francos, si hace años que los niveles de cultura decaen, ¿qué esperamos para el futuro? Toda ayuda, apoyo o suplantación que hagan las máquinas en nuestros procesos mentales es un paso más hacia una futura discapacidad mental. Así os lo digo.

Pero de esta Edad Oscura sin duda, y esta es la única nota positiva de esta reflexión, ha de surgir un nuevo Renacimiento. Un Neorrenacimiento en el que un buen día, o tras el apocalipsis y caída del sistema ultracapitalista, salgamos de este círculo vicioso y reconozcamos aquello que habíamos olvidado. Y que vuelva a valorarse el talento individual, los libros que olvidamos, el saber que fue ignorado. Un momento en que la autoría humana vuelva a ser reconocida, los grandes artistas reivindicados. Y se valorarán, si aún existen, las personas que conocen, que saben que aquello existió si aún viven, las personas-libro de Bradbury. Me explico: será el momento en que alguien le diga a ese grupo de música "mira, mejor que esta portada hecha con IAG, es ésta que te he hecho, o este cuadro del XIX que es perfecto para lo que quieres expresar". Personas que sepan recurrir a nuestra fabulosa Historia del Arte, que pongan de nuevo sobre la mesa el valor de artistas de todas las épocas y que habíamos "olvidado". Redescubriremos no sólo ya a los antiguos griegos y romanos como en el primer Renacimiento, sino a aquellos que lo protagonizaron, o a los grandes pintores del barroco, o a los músicos eternos, a los grandes escritores de todas las épocas. O a alguna oscura banda que, a día de hoy, está haciendo bolos por oscuros garitos de Seattle con una llama prometeica en su interior. O a los textos que una joven, conmovida por Safo o por Concha Méndez, ha empezado a escribir. Quiero tener fe en que la pesadilla en la que nos vamos sumiendo casi con placer algún día terminará.

26.1.25

¿El principio del fin de las redes tal como las conocemos?

No soy el primero en hacer crónica de la deriva que han hecho en los últimos años las redes. Twitter, la red social a la que me uní hace la friolera de 17 años, tras ser comprada por el ególatra bebé-hombre psicópata-multimilloranio de Elon Musk, fue empeorando mes a mes. He perdido la cuenta de downgrades que el sitio sufrió: de ser un ágora virtual en la que microbloguear, compartir enlaces, reflexiones, o incluso crear nuevos géneros litearios, Twitter (con su transformación en X) se convirtió en un estercolero tomado por bots y trols. Algunos de esos cambios: empezando por la negativa de la autentificación (check azul) hace muchos años, se pasó a que ésta fuera de pago. Además, se disoció una cosa de otra: por un lado puedes pagar por tener una cuenta de check azul, pero no tienes por qué demostrar quién eres. El resultado fue que la red se inundó de cuentas de pago que suplantaban o parodiaban cuentas reales. Con el check azul también llegó la monetización de la red, y ahí es cuando todo se vino abajo. Una masa de cuentas de pago llenó la red de contenido vacío, reacciones trol o publicaciones polémicas con la única intención de sacar dinero. Pero hubo mucho más: limitación de mensajes/día, limitación de privados, anulación de uso de Tweetdeck (cliente para gestionar varias cuentas a la vez) para cuentas no premium, intromisión en el TL de cuentas que uno no seguía, cambios automáticos de la línea "Siguiendo" a "Para ti", cuentas que uno misteriosamente dejaba de seguir sin tocar o nada (o que te dejaban de seguir), publicidad indiscriminada, cambio de filosofía en las cuentas bloqueadas (ahora sí pueden ver tu contenido, aunque no puedan interactuar contigo), estadísticas de pago, uso de comunidades de pago... Y, por si no lo he dicho ya, lenta e inexorable toma de la red por parte de cuentas de ideología neoliberal, ultraderecha y afines (por si no bastaba con la fauna terraplanista, antivacunas, anticovid, anti agenda 2030, etc.), favorecida por un algoritmo que premia la manera de pensar de su dueño. Muchos empezaron a migrar. Durante meses lo consideré, abrí cuentas en las redes alternativas, pero no me decidía a dar el salto. Eran muchos años y muchos seguidores, y eso pesa. Como en una relación tóxica, cada día aguantabas el enésimo empeoramiento de la situación, maldecías, y seguías ahí un día más. Pero las cosas empezaron a ponerse feas de verdad cuando Musk se reveló como parte integrante del futuro gobierno de Trump, candidato a la presidencia de EEUU. Y Trump ganó (posiblemente por la brutal campaña de publicidad que las redes le proporcionaron: TikTok, Facebook, Instagram... y X). Muchas cuentas oficiales de entidades importantes, universidades, periódicos, editoriales, etc., empezaban un éxodo. Personalmente mi puntilla fue ver la foto de Zuckerberg, Bezos y Musk en primera fila en la toma de posesión de Trump. 20 de enero: ahí decidí dejar X definitivamente. Horas más tarde, Musk hacía su inexcusable saludo fascista en una de sus primeras reacciones a la toma de posesión. Ya había tenido suficiente.

El discurso de Elon Musk

Sé que pensaréis, eres un ingenuo. Quedan muchas otras redes y son igual o peores (ya las he mencionado). Y tenéis razón. No voy a quedarme en X para "luchar". Es como un bar o un parque que te gusta mucho porque has pasado mucho tiempo ahí y conocido gente interesante, pero progresivamente es tomado por un montón de neonazis, y poco a poco la gente que te importa desaparece. Uno ahí no tiene nada que hacer. Lamentablemente es su coto y su cámara de eco. De ellos y de los que por ignorancia, ingenuidad o malicia siguen ahí. Pero, Josep, ¿sigues en FB, en IG...? Y la respuesta es sí. No tengo que justificarme. FB es para la familia y grupos de gente muy concreta: la verdad es que no interactúo más allá de eso. No leo el muro, no miro las actualizaciones. Publico alguna cosa, escribo o comparto enlaces en los sitios adecuados, y ya está. En IG lo mismo: mi cuenta personal es muy modesta y personal, no le importa a nadie. Y mi cuenta sobre juegos de mesa es más un sitio donde publicar e irse, no estoy muy al tanto de lo que dicen los demás. He terminado usando muchas de las redes como un contenedor donde dejar lo que hago, y ya está.

He leído ya la reacción de varias personas que han decidido, con este cambio obligado, repensar su papel en las redes. ¿Tiene sentido, tal como está, estar presente en las redes, nos lleva a algún sitio? El público está cada vez más disperso, y excepto las personas que mueven miles y miles (o centenares o millones) de seguidores, los que publicamos en las redes con algún afán (en mi caso, de divulgación), hemos visto como cada vez los lectores son menos, las interacciones merman, las estadísticas bajan y uno no puede estar constantemente tiranizado por las redes. Acabas trabajando para ellas. Esa esclavitud no la quiero. Me gusta escribir y no dejaré de hacerlo; saber que lo que uno escribe lo leen muy pocos es siempre un mazazo y motivo de consideración de dejarlo, pero repito, no podemos ser esclavizados por ello. 

Tal vez, sólo tal vez, el viraje que han tomado los acontecimientos, con una gran parte de las redes moviéndose hacia posturas que no respetan los derechos fundamentales, que ponen en cuestión valores como la ciencia, la igualdad de los seres humanos, la democracia o la emergencia climática, llevará a una parte significativa de sus usuario de buscar nuevas (o viejas) formas de comunicarse. Una de las cosas que he leído es que quizá volvamos a la época de los blogs, de los feeds y de los boletines por correo. Personalmente me alegraría de ello, porque soy una persona que se maneja con las palabras. Me gusta leer y escribir. No me gusta Youtube como herramienta, no me gusta la preponderancia de la imagen en IG; ni siquiera tengo ni he tenido ni tendré Tiktok, me negué desde el principio a entrar en ese sumidero, consciente de que es donde ahora está el meollo de la acción. Me gusta leer y escribir, repito. Quiero posts, quiero artículos, quiero reflexión pausada, quiero comentarios, quiero gente pensando lo que escribe, quiero reflexiones argumentadas, llenas de significado.

Ya he escrito en otras ocasiones lo cansado que estoy del ritmo que nos impone el capitalismo y el mercado, en mi caso en el ámbito de las novedades literarias. Estoy cansado de la dictadura de las novedades, de tener siempre una pila enorme de lecturas que hacer para reseñar, cuando no es eso lo que quiero leer realmente, tener que leer y escribir contrarreloj, y lo peor: sentirse mal por no (poder) hacerlo. Estoy cansado de tener que llamar la atención constantemente de los lectores, de buscar la interacción y el engagement, de luchar contra las malas prácticas del clickbaiting que han abrazado hasta los "mejores" medios de comunicación. Todo el mundo parece haber entrado en la era Tiktok, en la que lo único que vale es un estímulo rápido, vacío, que apele a lo más básico (normalmente a un pecado capital: la ira -"mira qué dice este imbécil"-, la lujuria -"mira qué vídeo sube esta puta zorra"-, la gula -"mira qué brutal esta pizza de hamburguesa"- o una mezcla...), con el fin de vendernos algo, de una vista, de una interacción que alguien monetizará, una era en la que nosotros somos el producto. Conforme escribo me voy cabreando. Estoy hasta los cojones.

Ha llegado la hora de repensar cómo relacionarnos, qué ofrecer, qué esperar. Los tiempos nos lo ponen en bandeja. ¿Lo conseguiremos?

17.8.24

Diario de verano (V): 7ª semana

IB3 Notícies | Nova onada de calor de l'estiu que, a diferència de la  resta, durarà més

Es irónico que en una de mis entradas anteriores hablara del buen tiempo y poco después cayeran sobre la isla tres olas de calor, una tras otra. Sólo en los últimos tres días el buen tiempo (es decir, el mal tiempo) nos ha dado un respiro. Desde el miércoles ha llovido y las temperaturas han bajado haciéndonos soñar de nuevo con el paraíso.

Durante todo este tiempo no he dejado de tener achaques. Si durante el mes pasado fue el lumbago, que iba y venía, tras las olas de calor, de nuevo insoportables, ha sido como un cansancio extremo, una debilidad que me impedía hacer cualquier cosa. Tras volver de pasear a los perros y desayunar, lo único que me apetecía era tumbarme y no hacer nada, las fuerzas me abandonaban. Hoy me he sentido mejor, pero esos días de fatiga extrema me han hecho preocuparme, a ver si voy a tener algo. Mi hipocondría siempre va un paso por delante.

Todo lo que pude avanzar la maldita primera semana de vacaciones lo he deshecho en estas últimas. En parte, me digo, la culpa la tiene en buena medida ese calor extremo que te impide hacer nada: no estás a gusto en ningún sitio, no te apetece leer, ni escribir, ni hacer una santa mierda. Menos "trabajar". Me he limitado a cumplir los mínimos en casa y a esperar que pasase este horrible calor. Y, por el contrario, en seguida que refresca y el suave viento frío que se mueve anima a hacer cosas; es como la promesa de un tiempo mejor.

Hoy, por ejemplo, he tenido los ánimos de volver a escribir, trabajar en Papel en Blanco y leer un poco. No sé si cumpliré con los números objetivos que tenía pensados para el verano, pero me digo que es el puto calor, que qué culpa tengo yo.

23.7.24

Diario de verano (IV): 3ª semana

Qué es el efecto “isla de calor” y por qué hace que las temperaturas sean  mucho más altas en las ciudades

En la tercera semana de julio preferí mantener un perfil bajo, no soliviantar a nadie en casa y en la medida de la posible seguir mis cosas en las horas muertas cuando todo el mundo descansa. Nada que destacar: perdí el empuje de trabajo de la primera semana, pero a cambio, supongo, habré hecho otras cosas. Uno de mis propósitos de verano era salir a caminar de mañana, antes del calor, con o sin perro, para mantener un poco el peso, y hacer el siempre requerido ejercicio. Lo hice bien durante dos o tres días, pero luego el cansancio me venció. Sigo sacando a los perros un buen rato, pero no me meto una hora de paso vivo hasta el cementerio cercano. Y es que nunca, nunca, he conseguido, por mucho que me esforzara, en llegar a establecer una rutina física que fuera la que luego hiciera al cuerpo pedir esa rutina. Debo quedarme en el umbral de esa dependencia hormonal o algo. Pero bueno, igual es lo mismo que me pasa con el café o la cocacola, que nunca (o al menos hasta hace relativamente poco) me han sobreestimulado, ni la valeriana me ha relajado, ni una ducha por la mañana me ha ayudado a activarme.

Durante el mes de junio y buena parte de julio gozamos en la Isla de un tiempo maravilloso. No fue hasta la segunda semana de julio que llegó la primera ola de calor del verano (mientras escribo, empezando la cuarta semana, llevamos tres días algo tórridos). Es algo que, viviendo con la ecoansiedad actual, y la crisis climática, no me podía creer. Me explico: el verano pasado fue terrible. Terrible. Y eso que pasamos una de las peores olas de calor fuera la Isla, en las maravillosas tierras asturianas. Y ésta era la idea que tenía yo para este verano; ya sabéis, lo de "este va a ser el verano más fresquito de los que te quedan por vivir". No sabéis con qué alegría he disfrutado de la suavidad de las temperaturas de este mes y medio. Aún hoy considero que no hemos llegado a las cifras de calor atroces del año pasado. Vivir para experimentar que la anterior frase no tenía por qué ser una verdad revelada me ha llenado de amor por la vida. Lo digo completamente en serio: siento que vivimos de prestado todos estos días de buenas (normales) temperaturas. Siento que ya no son lo normal, sino una anomalía dentro del gran patrón que nos lleva a la mierda. Me alegra sobremanera tener días de viento fresquito en verano; siento que no me lo merezco. Siento que se va a acabar en nada y volveremos a hundirnos en el infierno climático. Porque, amigos, vosotros y yo podemos hacer muchas cosas por el clima (en esta casa se recicla, se reutiliza, se come poca carne, no hay aire acondicionado, no se viaja en avión y hace tres años que no tengo coche), pero si los gobiernos (instigados por la gente), las grandes empresas, y los que llevan el mundo no hacen grandes cambios, nosotros, curritos, poco vamos a aportar. Esto es así. Creo realmente que estamos condenados, que no sé qué mundo dejaré a mis hijas, que quizá debería haber pensado mejor si traerlas al mundo (no me arrepiento de ello, pero veo con temor el futuro que les espera).

Tampoco sé si esta bonanza atmosférica es en realidad la antesala de algo aún peor que esté por venir, porque, como ya he dicho, apenas me creo que no esté asándome de calor y luchando por respirar. Cada día de fresco de tramuntana es un regalo al que dar gracias a la vida. ¿Se me va mucho la pinza?

20.7.24

La falsa meritocracia: carta a una ex alumna

Esta semana vi resucitar en Twitter/X una vieja polémica que cada tanto asoma la patita en la red social: la famosa idea falacia de que esforzándote mucho llegarás a donde quieras. Que la clave es soñar muy fuerte, no perder nunca de vista tus objetivos y luchar por ellos, luchar y luchar, y seguro que conseguirás lo que deseas.

Esto, querido lector, es muy bonito y muy wonderful, pero no es cierto. Al menos, no es cierto en su totalidad. Esta manera de pensar tan del sueño americano, del self-made man, del éxito por el propio esfuerzo que nos han querido vender, aparte de ser una glorificación del sistema capitalista (tienes que trabajar hasta conseguir lo que quieres; por tanto, si no lo consigues, no has luchado lo suficiente, eres un vago o un flojo), es una mentira que ignora algunas partes de la ecuación.

Es cierto que si tienes un objetivo y una meta tienes que luchar duro para conseguirla. Pero sólo eso no basta. Los casos en los que eso basta son excepciones. Y ni tan siquiera tengo claro que lo sean, porque, veréis, cuando uno llega a triunfar en algo, o en conseguir aquello que buscaba, raramente lo hace solo/a. Es ingenuo pensar que todo lo has conseguido tú, sin una ayuda, sin un apoyo. 

Porque vamos a ser realistas: cuando tienes dinero, cuando vienes de una familia acomodada que se puede permitir tus caprichos de dejar de estudiar, cambiar de estudios al primer obstáculo que encuentres, o montarte tu negocio de emprendedor sin tener que pedir dinero al banco ni arriesgar nada, así es mucho más fácil triunfar. Dinero llama a dinero, y no sólo eso: dinero significa que muchas veces esos contactos que te ayudarán a escalar ya los tienes. 

Y otro factor a tener en cuenta escapa completamente a nuestras manos: es el azar, la suerte, el estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. En esto no tenemos en absoluto ningún control, y si ese factor de la ecuación va a pesar mucho en nuestro objetivo, y no está de nuestra parte, podemos despedirnos. Esto es injusto, pero es así.

Hace tiempo hablé todo esto con una chica a la que aprecio mucho, ahora ya ex alumna. Y se lo dije en estos términos: tú eres buena alumna, una gran estudiante, tienes capacidad, inteligencia, curiosidad (¡muy importante), sentido común... Llegarás donde quieras. ¿Pero sabes lo que tienes que hacer? Conocer a mucha gente. Hacer un montón de cosas. Solo tejiendo ese tejido social a tu alrededor te podrás asegurar de que, llegado el momento, podrás contar con alguien para que te eche una mano en tus objetivos. En este punto, siempre me acuerdo de la frase lapidaria de Jacinto Benavente, "en este mundo mejor que crear afectos es crear intereses". 

Hace muchos años, en un curso de verano, un miembro de la RAE nos venía a decir esto mismo. Todas la personas que él conocía que habían conseguido ser alguien en el mundo de la cultura, habían empezado haciendo cortometrajes caseros, fanzines, asociaciones, revistas de alumnos... Habían ido tejiendo esa red. Los compañeros de larga trayectoria son impagables. 

Esa charla off the record en un curso de verano sobre yo qué sé que era (creo que sobre español como lengua extranjera, pero han pasado más de 20 años) es lo único que recuerdo de ese curso. Y desde entonces he intentado cuantas veces ha estado en mi mano a la gente con talento que me ha rodeado. No por recibir algo a cambio en algún momento, sino por algo ligeramente parecido: porque esa ayuda es la que me hubiera gustado recibir a mí en mis proyectos.

Y, de todas formas, tampoco eso significa que vayas a conseguir "triunfar" automáticamente. En el fondo, ya hemos dicho que es una suma de circunstancias. Pero esa ayuda siempre puede inclinar la balanza.

V., si tienes que quedarte con algo de lo que te contado durante los cuatro años que me tuviste como profesor, recuerda esto: ya que no tuvimos la suerte de nacer en familias ricas, no pierdas nunca la curiosidad, embárcate en mil proyectos, tengan remuneración o no, experimenta, conoce gente, sobre todo si es lo más diversa posible, investiga, crea, sé generosa con los demás. No te garantizo nada. Pero creo que es la mejor forma de construir un futuro rodeado de personas que creerán en ti y a su vez, quizá, también te brindarán el mismo apoyo que tú les diste.

19.7.24

Diario de verano (III): Nihil novum sub sole

Sunset On Pier Ruins by Photo Art By Mandy

Qué triste converger en una edad en la que sientes en tus carnes todos los malditos tópicos y te das cuenta de que no eres especial en absoluto. Tus miedos, tus manías, tus obsesiones, las cosas que te maravillan, que odias, que te dan absolutamente igual, todo lo ha sentido ya cada generación anterior a la tuya y ahora simplemente el tiempo te está poniendo en tu sitio. Sería en vano ahora escribir una novela, o un poema, que hable sobre cómo la vejez se cierne sobre uno, o sobre la frustración de la carne propia al contemplar los cuerpos jóvenes: para eso ya tenemos lo que nos dejó Quevedo, Kavafis o Brines. Muchas veces me debato entre la sensación de inutilidad absoluta que tendrían mis palabras, y la imperiosa necesidad de aún así dejar constancia de ellas, porque hace tiempo que sé que esto no lo escribo para nadie más que para mí. Todo otro lector es puramente accidental.

14.7.24

Diario de verano (II): 2ª semana

Voy a empezar con una afirmación polémica. Las mujeres buscan en su pareja a su padre. Esto puede que sea un mito o una idea del inconsciente colectivo, pero en mi caso es cierto, y además porque esa persona lo ha verbalizado ella misma (no con esas palabras, sino poniéndome en comparación). Todo lo bien que me había sentido en la primera semana se deshizo como un castillo de naipes al llegar la segunda, porque por lo visto, como siempre, me meto en mi mundo y si por mí fuera no saldría de casa en todo el verano.

No voy a defenderme ni a criticar la otra postura, porque además de airear cosas que son personales, sería inútil: sólo alguien que estuviera dentro podría tener la suficiente información como para juzgar de forma objetiva, sin dejarse llevar por lo que yo o la otra persona dijera y cómo lo dijera.

Sí que tengo que decir que lamento ser como soy, en ciertas cosas, y cómo lamentablemente me criaron al respecto. He intentado esforzarme pero siempre llego al mismo punto. He vivido muchas situaciones tóxicas que repito sin ser consciente. No ayuda que mi cabeza sea un caos. ¿Es posible que sea un caso de TDAH -leve- sin diagnosticar?

En la primera semana pude adelantar mucho la escritura y lectura de muchas cosas pendientes; no así esta segunda, en la que he optado por mantener un perfil bajo y no soliviantar a nadie. He hecho algunas cosas, pero he tenido la sensación de liberación de la primera. Me he dado contra un muro, porque pensaba que el verano sería como la primera semana. Sin duda pequé de ingenuidad y no estuve atento a las señales.

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Pasaron otras cosas: algunos engranajes se movieron (para bien), y supe de una terrible pérdida, de uno de mis maestros espirituales, el poeta murciano José María Álvarez. Qué pena no haberle podido conocer en persona (más allá de verlo recitar y que me firmara algún libro). 

Quien pudiera vivir su vida: una vida llena de lujo, mujeres, arte, música, poesía, alcohol, viajes sin preocupaciones, recitales.


6.7.24

Diario de verano (I): 1ª semana

He sentido la necesidad de dejar por escrito mis impresiones después de unos días fuera del trabajo. Estamos a sábado y mañana terminará la primera de las ocho merecidas semanas de vacaciones. El miércoles me di cuenta de que llevaba tres días y era como si llevase dos semanas, ¿y por qué? Porque la noción del tiempo, con el cambio de actividades me había sentado magníficamente.

Por las mañanas, como me despierto muy pronto, saco a los perros, o mejor dicho AL perro grande, el que puede pasearse y no al revés (que él te pasee a ti, yendo de árbol en árbol). Esas mañanas en las que, con el fresquito de las primeras horas, hago ejercicio (marcha rápida, y ocasionalmente algo de carrera), a veces con un podcast o con música de fondo, me están sentando bien. Cuando vuelvo parece que han pasado horas, cuando no son ni las ocho. 

Intentando no soliviantar los ánimos en casa (que consideran que paso demasiado tiempo delante de una pantalla), me he propuesto recuperar el ritmo de lectura, que este año ha caído en picado por cosas de la vida. No sólo tengo una montaña, literalmente, de cómics pendientes, sino también otro pequeño montón que ya he leído pero del que aún no he escrito. Así que, utilizando las horas de más inactividad de la casa, he vuelto a activar un poco más Papel en Blanco, escribiendo o programando al menos un artículo por día. La parte que se resiente es la de jugar alguna cosa, pero no puede abarcarse todo: o lees y escribes, o juegas.

Así que me siento bastante contento de esta primera semana: me he quitado de en medio una cantidad razonable de lecturas, he tenido una productiva reunión de trabajo, he ido a la librería a gastar los dineros, he resistido valientemente todo el junio y una semana de julio sin comprar ningún juego de mesa ni gastar inútilmente en las rebajas de Steam, he hecho más ejercicio que en una semana corriente de trabajo, he podido descansar un poquito cada mediodía, y me he podido dedicar a mis cosas, que es lo que realmente me ha liberado del estrés mental que llevaba.

Amebas: Qué son y qué provocan

Siento la necesidad también de expresar esto: en lo tocante al trabajo, acabó un curso muy duro en el colegio, por dos cosas: por las tensiones internas en la dirección del centro, y por la dificultad en la gestión de algunos de los grupos. Y es que una de las cosas que más me ha desgastado ha sido uno de los grupos, en cuyo paso por secundaria se ha demostrado completamente impermeable al entusiasmo que pongo en mis clases. Una clase en la que no había demasiadas actitudes malas, pero que a fuerza de pasividad y extremo desinterés, hasta el punto de posicionarse contra mí, me desanimaron completamente. El trabajo de profesor es sin duda muy ingrato.

No dejo de pensar que son adolescentes y, por tanto, muchos no son plenamente conscientes de lo que están haciendo, o repensarán su actitud con el tiempo. Pero eso no habrá evitado el sufrimiento o el desgaste que provocaron.

Liberado de estas cargas, esta primera semana me ha sentado de maravilla, y espero que sólo sea la antesala de estos dos meses de verano.

5.4.24

Sólo unas líneas para usar el blog como diario personal, como otras veces, y dejar algunas impresiones actuales. Estamos a principios de abril y termino las vacaciones de Semana Santa. Lo hago habiendo avanzado en algunas de las cosas que, normalmente, la semana laboral me impide proseguir. En esta semana y media he podido sentarme y, aún con la amenaza del "estás todo el día delante del ordenador" como una espada de Damocles encima de mí, he publicado diez entradas en Papel en Blanco, dejada una programada, he hecho difusión de los últimos quince días de publicación; he enviado dos páginas a Ultima Hora, esperando con ello retomar la periodicidad quincenal en el suplemento dominical; con ello, he recuperado también la publicación en Iconotropía como contenedor de mi trabajo divulgativo; he publicado en El Desafío de las Águilas; he limpiado los correos e intentado recuperar contactos; le he vuelto a dar un espaldarazo al proyecto de cómic; he avanzado un poco en el diseño de Que Pac Qui Deu; he hecho la declaración de la renta; he podido leer varias lecturas pendientes y entre eso y poder escribir, he aliviado algo la carga de la pila absurda de libros por leer que tengo. He cerrado un marzo de partidas bastante bueno, sobre todo en lo que respecta a wargames; he cumplido alguno de mis objetivos lúdicos para este año. He arreglado la ludoteca y la discoteca, y he purgado una caja de cartón grande de material que ya no quiero. He sacado los perros cada mañana a dar la "vuelta larga" para intentar, al menos, hacer algo de ejercicio. No he comprado, además, ningún juego en marzo, y se supone que este mes llegarán algunos. Me siento bien por el trabajo que he avanzado, y además me he sentido bien haciéndolo. Ojalá tuviéramos vidas en las que nos pudiéramos dedicar a aquello que nos gusta, nos llena y le da sentido a todo.

27.12.23

Cerrando 2023: resumen

Como cada año, hago un poco de balance de lo que ha sido este año y cómo se ha portado 2023 en lo personal.

Este año se ha movido entre varias aguas con respecto a mis números. He leído muchos menos cómics, pero más libros. La tendencia de los últimos continúa en una pescadilla que se muerde la cola: tengo menos tiempo y por tanto leo y escribo menos sobre cómics; al no hacerlo, (supongo que) las editoriales han ido perdiendo el contacto conmigo, o yo con ellas, de manera que leo y escribo aún menos... Y así estamos. Pero ¿sabéis qué? No me importa. El cómic cada vez me interesa menos. Ni he podido seguir escribiendo cómics -los dibujantes siguen dándome esquinazo y yo ya no estoy para perseguirlos/las: ¿quieres hacer un cómic? Si quieres, vamos allá. ¿No quieres? Pues no pasa nada. No vamos a ganar el Premio Nacional, después de todo-, ni lo que leo me entusiasma. Voy viendo las novedades y tampoco me llaman la atención muchos de los títulos. Tengo una particular desconexión con el género de superhéroes, sobreeditado por ECC y Panini: el 95% del material nuevo no me interesa, y luego están las constantes reediciones de material clásico, que o ya he leído o ya tengo, o tampoco es para tanto.

He jugado menos partidas de juegos de mesa, pero a más wargames. Tiene sentido, porque las partidas a wargames siempre implican muchas horas, pero estoy contento con el resultado.

He visto más películas, pero menos temporadas de series. El año pasado nos concentramos bastante en series, pero el factor principal de este cambio es que hemos dejado de ver muchísimo la tele en casa. Hay días enteros en que no la encendemos. Y con los recortes de gastos, dejamos la única plataforma que pagábamos (Netflix), aunque a finales de año nos metimos en Filmin, que me gusta mucho más por su fondo clásico y antiguo.

He jugado poquísimo a rol, y aún menos con adultos, y menos aún presencialmente. Esto sí que lo echo mucho mucho de menos.

En música, he superado las dos-tres peores marcas anuales, y por poquito no la cuarta. Pero como veremos, de novedades, pocas.

En cuanto a escribir, el nivel de posts también ha bajado mucho, y es que sencillamente no encuentro el tiempo. Estoy muy contento de que Papel en Blanco, como en 2022, ha encontrado por fin su camino con un equipo de redacción de lujo compuesto por Sarah Manzano, Eduardo Irujo, Nacho Pillonetto, Aitor Poza, Enric Pujadas, Lucía Baudet, Gudrun Palomino, Dalia Alonso y Marcela Fernández. Ellos han tirado de la web cuando yo no he podido. Estoy muy contento de tenerlos en el barco. Ya puedo decir con orgullo y alegría que Papel en Blanco no sólo soy yo, sino que es también esta maravillosa familia.

Mi trabajo en El Desafío de las Águilas sigue en marcha, porque es lo que, como ya he dicho otros años, es lo que más me motiva actualmente. Desgraciadamente no tengo el don de la ubicuidad y donde no he estado a la altura es en Bebé a Mordor, pero por suerte, en su staff hay gente mucho más motivada y preparada que yo para hablar de libros y cómics LIJ.

De los proyectos que auguraba para 2023 ninguno se ha cumplido, y es que no hay como tan siquiera hacer una velada mención ilusionante como para que no llegue nada a termino. Por lo que para 2024 no tengo ninguna esperanza concreta, al menos que quiera compartir aquí.

¿Qué esperar de 2024? No tengo la más remota idea, hoy la redacción de este balance me pilla un poco apático. Simplemente lo viviremos y veremos qué trae. Feliz Año Nuevo.

8.12.23

La salvación por la poesía

Esos poemas grabados en mi memoria, ¿están ahí, son memorables porque son intrínsecamente buenos? ¿O porque sus palabras se han simplemente grabado a fuego en nuestro interior, y como una letanía u oración, sabemos que tienen que ser así y no de otra forma, que no podrían ser de otra manera? ¿Simplemente nos hemos acostumbrado a esas palabras, su pronunciación es un ritual, una manera de sentirnos cómodos en una parcela de palabras que ya conocemos? Volver a esos poemas tan queridos es de alguna manera como sentirse en casa. A mí me gustaría poder transmitir ese escalofrío que me producen esas palabras encadenadas, que juntas producen un embrujo (¿no son acaso las fórmulas mágicas lo mismo?). Esos poemas como “Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable” o “Yo sé un himno gigante y extraño” o “Qué joven eres, Dios mío, qué joven eres”, o “En un viejo país ineficiente, algo así como España entre dos guerras”, o “Me gustas cuando dices tonterías” o “Recuerde el alma dormida”, o “En tanto que de rosa y de azucena”, o “¡Ah de la vida!”… ¿Nadie me responde?” o “Dichoso el árbol que es apenas sensitivo”, o “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo, no sé!”, o “Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte”... Algunos ejemplos que me vienen a la cabeza. Sí, son fórmulas mágicas, antiguas combinaciones de palabras que se han vuelto sagradas. No sobra ni falta nada. Me gustaría poder transmitir lo maravilloso de ese trabajo de orfebrería, cómo sus autores fueron capaces de cifrar en palabras pensamientos y sensaciones tan potentes que consiguieron albergar vida en su interior. Estos poemas están vivos, son ya una entidad independiente de sus creadores, son ideas que flotan en el éter y que han conseguido incorporarse de alguna forma. Alcanzar esto es conseguir el mayor éxito como ser humano. Debe de ser una fantasía platónica, pero lo pienso de forma irrenunciable. Ni ahora ni antes este prodigio impresionó a mis alumnos. No al menos a la mayoría. ¿Por qué entonces sigo intentándolo cada año? Transmitir esa conexión profunda, ese "escalofrío", es un desafío, especialmente en la enseñanza, donde cada estudiante reacciona a la literatura de manera única. Continuar intentándolo año tras año refleja la esperanza y la creencia en el poder transformador de la literatura, en la posibilidad de que, aunque sea para unos pocos, esos poemas puedan convertirse en algo más que palabras, en entidades vivas que enriquezcan y transformen vidas, tal como lo han hecho con la mía.

8.11.23

Now and Then

Now And Then”, la última canción de The Beatles

Ya habréis escuchado Now and Then. Hito en la arqueología musical gracias a las nuevas tecnologías, esta canción fue descartada en su momento del Anthology por el ruido que contenía. Para mi gusto, el resultado final es demasiado empastado: le sobran los arreglos orquestales,... pero la voz espectral de John y el mensaje tan bonito, es como... Uf, casi no puede decirse sin emocionarse. Es la mejor despedida del grupo, ahora que ya nos faltan dos integrantes, mucho mejor que aquel The End del Abbey Road, que ya era bueno, pero tenía un punto de resquemor para los que sabíamos en qué punto estaba la banda en aquel momento. Más de 50 años después de todo aquello, con el tiempo habiendo curado las heridas, cuando ya sólo quedan las leyendas, esta canción es como una tirita, es como ver una foto antigua de tus hijos cuando eran bebés. Es todo amor. Porque eso eran los Beatles, en el fondo: amor. Qué importan ahora las discusiones, las disensiones, los egos... Lo que nos queda es un legado de leyenda. Cuatro chicos de Liverpool que cambiaron el mundo, que llevaron a la música a un nuevo nivel. Cuatro amigos, compañeros, hermanos... El carismático y emocional John, el cerebral Paul, George el trascendente y Ringo la amistad personificada. A mí la letra de Now and Then me hace correr un escalofrío, me emociona hasta las lágrimas, y los (a veces demasiado burdos) videos de reunión imposible de los miembros con sus yos del pasado, a pesar de que a veces resultan inquietantes, me producen una honda tristeza y una profunda nostalgia. Una nostalgia de algo perdido, que en realidad, por edad, nunca viví.

Si no os ha emocionado la canción porque estáis muertos por dentro, queda el remate final. Parece ser que las palabras de despedida que Lennon le dijo a McCartney la última vez que se vieron fueron "Think about me every now and then, old friend". La historia la contó Carl Perkins y te pone la piel de gallina. Lo que deben de echar de menos Paul y Ringo a sus dos amigos no lo puede saber nadie.

Los Beatles: el histórico recital en la terraza llegó al streaming | TN





2.5.23

El síndrome de la cornucopia o la sobreabundancia contemporánea


Escribo por segunda tercera vez este artículo después de que la versión original se perdiera en la purga de usuarios de La Voz en el Muro, un fallido proyecto de portal de contenidos creados por los usuarios.

Pero como Ramon Llull después del naufragio en el que perdió sus obras, sólo me quedan ideas de lo que una vez puse por escrito. El artículo hablaba sobre la instantánea disponibilidad de los contenidos en internet, la amplísima oferta, la frustración por no llegar a todo, y lo que todo ello nos hace sentir. Dejo por aquí las impresiones que recuerdo.

Actualmente, uno busca cualquier película, cualquier canción, cómic, videojuego... Y en la mayoría de los casos, con una búsqueda bien hecha, obtendrá lo que quiere en menos de diez minutos, incluida su descarga.

Hemos llegado a un punto en que tenemos muchísimo más de lo que podremos disfrutar en nuestra vida. Se le ha llamado síndrome de Diógenes digital, pero yo prefiero llamarle síndrome de la cornucopia, donde la red es una pradera del País de Jauja dispuesta a ofrecernos todo lo que queremos y más. No sé vosotros, pero yo tengo más videojuegos en Steam de los que podré jugar nunca (además de algunos en formato físico que compré y nunca llegué a instalar), más música de la que podré escuchar nunca (centenares de cds, y luego decenas de dvds llenos de mp3, y luego discos duros físicos de gigas y gigas de música, sumando miles o decenas de miles de álbums), más películas de las que podré ver (un montón de copias físicas de rebajas, incluso ediciones metálicas que no he estrenado, películas que tengo almacenadas en soportes rígidos o cds, algunas desde 2003 y sin haber visto; y ahora con las plataformas digitales ya es el acabóse) y más libros y cómics de los que podré leer en lo que me queda de vida. Ahora, a esto le podría añadir los juegos de mesa. Me engaño con la ilusión de que sí, pero no.

Siempre digo que, cuando compramos un producto cultural, sea una película, un libro, un juego... lo que en realidad querríamos comprar es el tiempo necesario para disfrutar de ese producto. Y eso no es así. Pensamos que "algún día", bajamos tal película o tal pdf "por si acaso luego tumban esa página* y no soy capaz de volverlo a encontrar", e incluso la más divertida: "cuando me jubile tendré tiempo", ¡cuando todavía nos falta media vida laboral o más! (*mira por donde, este pensamiento me vino bien cuando se cargaron el repositorio rolero The Trove.Net).

Afortunadamente, con algunas cosas he podido poner freno. En los videojuegos, las famosas rebajas de Steam no me afectan porque los videojuegos fue a lo primero que renuncié cuando entendí que mi vida se encapsulaba. No es que lo haya dejado del todo, pero es algo que tampoco echo mucho de menos. Con la música pasa otro tanto, antes bajaba un montón de novedades mensuales, gracias a las infinitas posibilidades de la descarga directa, sobre todo del mundo del metal, y apenas podía echarles alguna oída. Ahora compro muy pocos cds ya no compro cds (ya tengo suficientes, y siempre acabo escuchando lo mismo... cosas de la edad) y el ansia por bajar cosas la ha solventado el streaming gratuito en páginas como Deezer, Youtube o Bandcamp. Con los libros y cómics me he frenado mucho casi en seco, porque además con el trabajo en Papel en Blanco y Ultima Hora, tengo lectura de sobra sin pagar. El lado negativo de ello es que muchas veces leo cosas que no me interesan o que no hubiera leído por voluntad propia. (A este respecto, leed la entrada La focalización y el problema de las redes).

Este año [¿2019?] me propuse dejar un poco de lado la dictadura de la novedad y de la lectura por compromiso a la que me obliga mi trabajo para disfrutar un poco más personalmente de lo que quiero leer. Lo conseguí a medias, sí es cierto que intenté elegir más lecturas (y relecturas) totalmente voluntarias, pero al mismo tiempo con el rabillo del ojo veía como la pila de libros por leer iba subiendo hasta límites absurdos (calculo que ahora mismo ronda el metro y poco más de altura).

Pero a lo que vamos: el enfrentamiento que quería exponer es el de la materia contra el tiempo. Cuando tengo un momento para instalar un videojuego, miro la lista de más de 400 títulos... y no sé qué poner, porque tengo 5 ó 6 opciones que me apetecen lo mismo. Hace poco leía sobre el juego de mesa de This War of Mine, basado en un videojuego. Me puse a comparar precios, y al ir a consultar el del videojuego... ¡Me di cuenta de que tenía el juego en Steam desde 2017 y ni siquiera lo recordaba! Cuando subo a la biblioteca y me apetece leer un libro, tengo tantas opciones, pero tantas, que me agobio. Repaso estanterías y baldas, y empiezo a localizar libros que tengo muchas ganas de leer: siete, ocho, nuevo, doce... Y me empiezo a poner nervioso, porque lo que tendría que ser el espacio más calmado, relajado y cómodo de la casa me está empezando a estresar. A veces husmeo en alguna balda, y descubro libros que ni recuerdo que tenía. Alguna vez he estado a punto de comprar un libro que ya tenía, si no es que lo he hecho realmente.¿Es sólo la parálisis del análisis lo que me afecta? Yo creo que es algo más: es el lado oscuro del consumismo riéndose de mí en la cara. ¿No querías todo esto? ¡Ya lo tienes! ¿Y ahora, qué? Es una lucha destinada al fracaso.
[Aquí se corta el borrador de mi digresión, pero ahora mismo no me veo capaz de seguirla. Sirva esta muestra para hacerse una idea de lo que quería decir.]

30.12.22

Cerrando 2022: resumen

Como cada año por estas fechas, hago un balance de lo que ha significado para mí el año, al menos en lo personal-secundario. 

A falta de hacer el desglose total en los posts sobre cada cosa, este 2022 ha sido un año irregular y extremo en sus números. He tocado fondo en cuanto a lectura de libros, con la peor cifra en los últimos años, y salvada en los últimos días para igualarla a la de 2019. Para más inri, la mayor parte de esas lecturas son infantil-juvenil, por lo que la cantidad de páginas es irrisoria. En cómics he conseguido llegar al umbral mínimo de los últimos años; el número de películas se ha desplomado, así como el rol que he podido jugar. Lo único que ha incrementado sus cifras (¿el tiempo se ha ido invertido ahí, se ha balanceado? La verdad, no lo sé) son las temporadas de series y las partidas a juegos de mesa. 

Lo comenté a finales del año pasado; tras la pandemia mis intereses viraron sensiblemente en cuanto a mi forma de ocio. De videojuegos habréis notado que jamás hablo, puesto que llegó un momento en mi vida en que tuve que renunciar a cosas y ésa fue la primera. En mi amplio abanico de intereses, los videojuegos tenían todas las papeletas para salir de la ecuación, por su potencial adictividad y por ser otra causa que me mantuviera pegado a un monitor. Y renuncié, y no los echo de menos. Sigo jugando poquito cuando tengo un rato y algo que me llame la atención, pero ni de broma es algo a lo que dedique mucho tiempo a lo largo del año, por muchos juegos que tenga o que vaya comprando, ingenuo de mí, durante las rebajas de todo el año. Como decía, mis intereses me llevaron a internarme en el camino de los juegos de mesa y especialmente en los wargames, y con ellos también mis lecturas cambiaron para focalizarse en temas históricos y bélicos. La Historia es un tema que siempre me ha interesado, pero el experimentarla "de primera mano" me ha hecho ir más allá y descubrir un ilusionante nuevo mundo en la divulgación histórica. 

Una cosa que ha cambiado en 2022 y de la que estoy muy contento es el giro que ha dado, para bien, la dirección de Papel en Blanco. Este año se han incorporado cuatro personas más al staff, y si contamos a una quinta que empezó a finales de 2021, puedo decir que finalmente hemos llegado a completar un bonito equipo que hace que la página esté mucho más viva de lo que ha estado en años. Cada uno con sus intereses particulares y su forma de escribir, han traído interés, variedad y calidad a la página. Estoy contentísimo de ello. Junto a ellos, los veteranos, que se pasan más o menos por la página, y siempre es una alegría volver a leerlos. Lo único que lamento es seguir sin tener a la mejor del equipo. A ella. A Silvia Broome. No pido para el año nuevo que vuelva a escribir, pero sí espero que al menos se encuentre mejor para que todos podamos disfrutar de la luz de su inteligentísima pluma algún día. Porque es una de las mejores personas que he conocido y se merece que le pasen cosas buenas.

Con el caudal de trabajo que mis aficiones me producen, una de las cosas en las que tuve que ceder fue en la colaboración con Bebé a Mordor. Julia sólo me ha puesto facilidades para que siga ofreciendo mi contribución, y tengo que agradecérselo, porque es un equipo tan bonito y que hace un trabajo tan bueno, que sólo tengo buenas palabras desde que empecé a colaborar con ellos. Seguiré escribiendo en Bebé a Mordor en la medida de lo posible en 2022. 

El proyecto que sigue ilusionándome porque es el más personal es El Desafío de las Águilas, donde sigo escribiendo sobre wargames y libros de historia bélica, y donde este año he podido también ofrecer algunas entrevistas a diseñadores de juegos que personalmente creo que han quedado bastante bien. Durante 2023 me gustaría seguir ofreciendo contenido de esta manera. Yo no soy de youtubes ni de tiktoks, ni puedo hacer más podcasts de los que consigo hacer en Inmacudados (arrastrando a mis alumnos), lo mío es lo escrito: lo he sabido siempre, desde pequeñito. La palabra escrita para mí ha sido la salvación, la vida. Internet me dio la oportunidad de darle rienda suelta, y así será siempre, a pesar de que las infinitas mutaciones de la web la lleven hacia lo visual. 

¿Y Cisne Negro, este blog? Queda, como hace años que permanece, como un cajón de sastre, un lugar al que acudir cuando tengo la necesidad de escribir algo que no se ajusta a ninguna de las otras páginas donde publico, o cuando es algo personal, o un apunte, o algo que quiero recordar, o algo que, en definitiva, me configura como el ser vitriólico que soy.  

No he podido, como hubiera querido, otro año más, retomar el trabajo de cómic con Bart Torres. Pero sí hay una chispa de luz al final del camino en otro proyecto del que, si todo va bien, podríais tener noticias en 2023. Prefiero no adelantar nada porque el destino es muy puñetero y basta que avances algo para que termine por no cuajar. Pero en cuanto a ello, estoy muy ilusionado. Seguiremos informando.

También tengo otros proyectos lúdicos que me gustaría completar durante 2023. Idem de lo anterior: no quiero dar pistas y que luego tenga que desdecirme. 

¿Qué me gustaría de 2023? Para empezar, enfocar mis lecturas hacia lo que verdaderamente quiero leer, como ya he hecho buenamente en 2022. El placer de releer o de leer cosas porque me da la gana, que puede parecer obvio, ¿no? pero que con tanta lectura para mis medios, a veces queda eclipsado. Disfrute tanto volviendo a leer La compañía del anillo... Me reencontré con la sensación de asombro que iluminó mi lectura de adolescente. Ese tipo de sensación, de lectura en libertad, es lo que quiero para este nuevo año. En definitiva, hacer cosas y disfrutar de ellas. Feliz año a todos.

26.4.22

La focalización y el problema de las redes

Esta es una entrada diferente a los demás porque tengo la necesidad de explicar la situación por la que estoy pasando.

Estoy en un punto de inflexión personal en la que no sé hacia dónde tirar. Como sabréis, llevo desde 2008 escribiendo en prensa y otros medios sobre cómic, pero últimamente el hacerlo no me satisface. La gran mayoría de novedades no me llama la atención y la mayor parte de lo que leo son títulos que he de reseñar y que en muchas ocasiones no hubiera leído por propia iniciativa. Hay sorpresas agradables (y de ahí surgen normalmente mis mejores lecturas del año), pero a cambio es mucho tiempo de leer cosas que realmente no me apetece leer. Al mismo tiempo, a pesar de que intento ser profesional a la hora de escribir sobre esos títulos, el impacto de lo que pueda decir yo es totalmente inapreciable, si nos atenemos a las frías estadísticas. Hay cientos de páginas que se dedican a lo mismo, pero lo hacen mejor, seguramente porque también lo hacen desde una pasión que hoy por hoy estoy perdiendo. Tampoco ayuda que en la web que dirijo, no estrictamente sobre cómics, me haya quedado prácticamente solo a bordo.

Quizá ha sido causa (¿o efecto?) de este distanciamiento del cómic el hecho de que también como autor de cómic estoy totalmente varado. El joven Lovecraft no puede seguir, pese a que habría material para ir haciendo un integral y una nueva entrega, porque Bart Torres está en un momento también complicado de su vida y pese a lo mucho que he insistido, insisto e insistiré, no se ve con fuerzas/tiempo/ánimo para seguir. Evidentemente, yo no continuaré EJL sin él. Al mismo tiempo, el resto de proyectos de cómic que he intentado empezar y que necesitan a una persona que dibuje, han caído en saco roto. No es culpa de nadie, yo entiendo que un/a dibujante tiene que comer y que embarcarse en un cómic sin una garantía de nada no es algo que dé seguridad. Aún así, me duele el haber sido rechazado por todas las personas a las que he propuesto un proyecto, aunque no sea ese rechazo algo personal (supongo). 

He llegado a plantearme la posibilidad de pedirme unos meses de excedencia de mi trabajo real (soy profesor, como sabréis) para dedicarme a esos side projects, para escribir esa novela gráfica entera o diseñar ese juego y desde ahí poderlos mover de forma más segura. Pero no sé si es un lujo que valdrá la pena.

De la misma forma, en otras aficiones que también me llaman, y a las que me he acercado con vehemencia en los últimos años, recuperando alguna (rol), profundizando (juegos de mesa) o iniciándome (wargames) me siento un recién llegado que no tiene mucho que ofrecer en un panorama ya colapsado de contenidos. ¿Con qué autoridad puedo hablar de wargames si apenas llevo dos años en el mundillo y hay jugadores que llevan 30? Monto un podcast y apenas es escuchado por sus integrantes... ¿Por qué seguir?

Y en todo esto me causa inquietud, desasosiego, malestar... el efecto burbuja de las redes. Veo a todo el mundo compartir sus partidas, y jugar a rol todas las semanas, gente que no deja de jugar, y publicar contenido, y sacar videos, y grabar podcasts y... Y yo aquí, con un grupo presencial que se ha disuelto, con unas Máscaras de Nyarlathotep que he tenido que abortar habiéndome dejado como 300€ entre la edición nueva de Chaosium y las props de la HPLHS... Con una situación personal que no me deja apenas huecos, huecos que no puedo compatibilizar con las pocas personas que tengo, con un entorno cargado amigos con hijos pequeños... Y yo mismo, claro, con dos niñas y una familia que me limitan mucho.  

Resumen: nada de lo que hago me parece que tenga mucho sentido. ¿Es cuestión de prioridades? ¿Tengo que dejar de hacer cosas? ¿Tengo que focalizar? Nunca se me ha dado bien centrarme en una sola cosa, y al mismo tiempo siento que si sólo me dedicara a una me aburriría terriblemente. Supongo que en último término la respuesta es hacer lo que te haga ganas sin mirar si tiene impacto o no, y en ese sentido cosas como el podcast de Inmacudados, aunque no lo escuche ni Cristo, sí que me gusta y me llena. ¿La clave es ésa? No lo sé. No sé nada.

21.12.21

Cerrando 2021: resumen

Este año, en cuanto a los indicadores que siempre valoro en este blog de ocio, los resultados han sido mejores que en 2020, que, por otra parte, fue un año excepcional. Han mejorado las marcas de películas, de lectura de libros y de cómics, las partidas... En general el único indicador que no ha aumentado ha sido el de temporadas de series, y seguramente el de posts escritos. El detalle lo publicaré más adelante actualizando esta entrada.

Este año he visto cambiar claramente mis prioridades. Lo cierto es que cada vez me interesa menos el cómic, tanto como lector como divulgador. Además, noto que cada semana voy apretado, forzado a escribir, y aunque a veces quede satisfecho de lo que escribo, noto que me quedo en la superficie, que no soy capaz de realizar un análisis que muchos de los demás divulgadores o críticos hacen. Y como de creadores de contenido sobre cómic en las redes hay muchísimos, que además escriben mucho más (en cantidad, y algunos en calidad), a lo largo de 2021 he notado un progresivo desafecto con esta parte de mi trabajo/ocio. Seguiré escribiendo porque tengo un compromiso con Ultima Hora, pero no me satisface como antes.

Lo mismo me pasa con la dirección de Papel en Blanco. He acabado solo frente al timón durante la mayor parte del año, con colaboraciones puntuales que he agradecido mucho. El 2021 tenía que haber sido el de la migración del servidor y un nuevo empuje a la web, pero no he conseguido captar a las personas que hubiera querido, y Papel en Blanco tiene que ser un trabajo en equipo. Así que Papel en Blanco sigue y seguirá a medio gas mientras al frente siga sólo yo. Cancelé la migración a Wordpress y volví a Medium, que no me gusta, pero es mejor porque es gratis y ya estoy acostumbrado. De ninguna manera añadiré un gasto anual para conseguir menos visitas aún y ningún beneficio. Seguiré en Papel en Blanco actualizando como pueda hasta que no dé más de mí o decida cerrar definitivamente el proyecto o traspasarlo a alguien a quien le importe de verdad.

No obstante, este año inicié un nuevo espacio, fruto de mi proverbial falta de foco. En El desafío de las águilas he creado un microespacio para hablar solamente de wargames y de libros de historia bélica. Es mi pasión y es lo que he descubierto en el último año que me mueve. Es algo muy minoritario, es un nicho dentro de un nicho como dicen, pero es lo que ahora me llama. Es lo que quiero hacer. Así que ahí seguiré, subiendo con ilusión entradas que llevan mucho trabajo, sin una periodicidad regular, pero con muchas ganas.

Y es que en el fondo es todo una cuestión de tiempo.

Una de las cosas que añoro es hacer cómics. Durante este años he tanteado a no menos de 5 o 6 autores para dos proyectos que tengo en mente, y tristemente han declinado todos. En algunos de ellos es normal, porque son autores con una carrera y entiendo que tengan sus propios proyectos trazados y no quieran arriesgarse a la moto que les vende alguien que sólo hace esto de forma secundaria y sólo ha publicado un cómic, aunque sea en 4 volúmenes. De la gente que está despegando y es novel me duele un poco más, porque creo que podría haberse sumado a una bonita idea, pero cada cual, evidentemente, tiene su vida. Me gustaría, además, proseguir con mi obra ya consolidada, pero no consigo la manera de motivar a Bart para seguir adelante. No quiero forzar nada, pero es un buen amigo y lamento que la distancia que nos separa haga que no podamos entendernos mejor. Una de las cosas que más me gustaría es sentir la emoción de crear juntos. Ayer estaba empezando a ver la serie documental Get Back y volvió a golpearme esa magia que se crea cuando varias personas colaboran en sacar algo adelante. Me encantaría volver a sentirla de nuevo.

Ojalá 2022 traiga nuevos horizontes que me confirmen en algunas ideas, desechen otras y me lleven a poder dedicarme a lo que más deseo.

1.7.20

Diario de la plaga: día 100. La nueva normalidad.

Termina este confinamiento con la llegada a la "nueva normalidad", la llaman. El futuro sobre nuevos rebrotes es incierto, pero yo diría que bastante probable. Mientras tanto, 2020 pasará a ser un año atípico y que ciertamente pasará a la historia como lo hizo 2001. ¿Qué puedo decir más, en este antro de solipsismo en que se ha convertido esta torre de marfil (cuya imagen adornaba el lateral al principio de los 2000, todo vuelve)?

Cosas que he aprendido en este confinamiento:
· Cuántos pelos suelta una barba. No os riáis. Qué barbaridad. No me daba cuenta moviéndome y yendo a trabajar; estando en mucho sitios no se nota. Estar encerrado en casa me ha hecho ver la cantidad de pelos de la barba que suelto. ¡Peor que un perro! ¿Puede uno quedarse calvo de barba? Creo que el motivo por el que se sueltan es por lo que no alcanzan ya una longitud épica, al estilo de Valle-Inclán, como me habría gustado tener.

· Creía que sería más duro estar encerrado. Partía con ventaja, y es que al ser tan misántropo y casero, la perspectiva de no poder salir no sólo no me entristecía, sino que me parecía estupenda. Pero lo difícil iba a ser convivir con tres mujeres en casa. Sobre todo, con una niña de 7 demasiado inteligente pidiendo tiempo, y con otra de año y medio, a la que tienes que estar vigilando sí o sí. Ha sido duro, sobre todo cuando tenía que "conciliar" trabajo con cuidarlas. Este confinamiento me deja claro dos cosas: el homeschool no es una opción (mi hija se niega a aprender nada de lo académico que yo le diga o le quiera enseñar), y la conciliación laboral es una farsa.

Hitos durante el confinamiento:
· Lecturas: 17 libros, de los que destaco Stalingrado de Antony Beevor y el Infierno de la Divina comedia de Dante. 33 cómics, de los que destaco Cieloalto, El cineasta, Tomar refugio, La curiosa librería y la relectura de Odio.
· Películas: 40, de las que destaco Capitanes intrépidos, Interstellar, It 2, 1917 y Perfectos desconocidos, y los revisionados de Fuga de Alcatraz, La gran evasión, Hook, La llegada y Doce del patíbulo.


Cosas que he descubierto en cuanto a lo lúdico: tres apartados en los que era muy escéptico y que la situación me ha mostrado que son alternativas viables, no sólo como medida de urgencia, sino como otras forma más de jugar.
· El rol online: no me gusta ver partidas online en youtube (como no me gusta ver partidas de videojuegos o deportes, si me apuráis), pero metidos en el confinamiento si queríamos jugar era la única opción. Lo probamos con El año tranquilo, y la campaña Cthulhu Apocalipsis de El rastro de Cthulhu, y la verdad es que cambió mi perspectiva. Es sólo cuestión de aclimatarse, y luego uno se adapta perfectamente (¡teniendo en cuenta que, además, jugábamos sin cámaras!). Nada sustituye el rol presencial, en eso todos estamos de acuerdo, pero su alternativa es una realidad.
· Jugar en solitario (a juegos de mesa): otra cosa que me parecía hasta estúpida, una especie de masturbación lúdica, porque siempre he visto los juegos de mesa como una actividad social. Pero la necesidad podía conmigo, así que me dispuse a probar juegos que tenían modo solitario. Al principio tenía la impresión de que jugar solo es simplemente hacer encaje de bolillos, más parecido a hacer un puzzle que a realmente jugar a un juego. Pero con las diferentes experiencias, la cosa empezó a gustarme. (Es más, he hecho un ejercicio de conductismo puro y duro: solía jugar en una habitación vacía que tenemos en la casa y que está recién pintada. Al principio el olor de la pintura me molestaba, pero ahora ¡ya la tengo asociada con jugar y me encanta! El ser humano es sorprendente). De lo que he jugado, me quedo con las experiencias de Donning the Purple, Stalingrad: Inferno in the Volga, Pavlov's House y Escape the Dark Castle.
· Jugar con otros a distancia: Tabletop Simulator. Y mezclando los dos factores anteriores, surge un tercero: jugar a juegos de mesa de forma remota con Tabletop Simulator de Steam. Al igual que en el rol online, una vez te acostumbras a las mecánicas, pese a que no sea lo mismo el tocar cartón, plástico y madera, TTS es un sustituto que está bien, máxime cuando en su workshop hay centenares de juegos para poder probar. Lo compré sin estar de rebajas y la verdad es que es una buena inversión: pude probar Pavlov's House, Castle Itter, Horrified, Rising Sun, y en la antecámara tengo decenas más por probar... porque como siempre, todo se reduce a una cuestión de tiempo. Pero no me extrañaría que habiendo podido jugar a alguno, terminase comprándolo en físico.
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