27.7.02

GAUDEAMUS IGITUR?

El clavo final al ataud académico de la promoción que empezó Filología en 1997 lo dio el pasado 25 de julio la ceremonia de graduación, a la que asistieron no pocos graduados y allegados a éstos. No merece la pena, por otra parte, recalcar que muchos de los graduados en realidad no lo son, puesto que pueden asistir a la ceremonia todos los que estén matriculados en su último año de carrera.

Amigos filólogos recién licenciados (o casi), me dirijo a vosotros: recordad siempre que un título de por sí no otorga sabiduría, ni el hecho de que hayáis llegado aquí significa más que el haber pasado una serie de carreras de obstáculos burocráticas. Ahora es cuando hay que demostrar lo que uno es, para lo que uno vale. Dejad bien alto el honor de nuestra profesión y sed siempre buenos profesionales.

Inspiración: Ultima Hora digital

23.7.02

EL MUNDO DE HOY Y EL TIEMPO

Vivimos una época donde todo se vive frenéticamente. Para muestra, un botón. [Extraído del nefando Pronto]:

<<Agradeció un Oscar durante más de cinco minutos.
La autora de tan soporífero discurso fue Green Garson, en la ceremonia de 1942, tras recibir su Oscar a la mejor actriz protagonista en "Mrs. Miniver". Desde 1990, el tiempo de los discursos se limita a 45 segundos.>>

Bueno, quizá el ejemplo es algo antiguo, y sí, tal vez en ocasiones como estas uno tenga que ceñirse a una manera de comportarse. Pero, con todo, el comentario de "soporífero discurso" a un parlamento de 5 minutos me parece bastante exagerado. Dónde nos llevará este loco mundo... oh tempora, o mores...

11.7.02

ENLACES PARA HOY: TEXTOS EN LA RED, LA NUEVA BIBLIOTECA DE BABEL

LIBROS MIL: una biblioteca que centraliza enlaces hacia textos de grandes autores y de menos conocidos. Vale la pena investigar sus páginas.

9.7.02

Regalad libros

Estaba recordando hace poco algunos libros que me regalaron en distintas ocasiones cuando era niño. La verdad es que siempre he sido un buen lector, y algunas veces esos libros, por su aspecto, por su temática, no me hacían muchas ganas. Pero la verdad es que el tiempo les dio la razón y gracias a esos regalos, que siempre se hacen sin pensar en el valor real que pueden llegar a tener, hoy me doy cuenta de la importancia de regalar un libro a un niño.
Recuerdo con especial cariño los dos primeros libros que tuve de una saga de aventuras de un grupo de niños que se hacían llamar "Pakto secreto" (en la traducción española), que eran un remedo alemán de "Los cinco" (aunque eso no lo supe hasta mucho más tarde). No pude parar hasta leer los 12 primeros libros de la colección. Me gustaron mucho, imagino, por la identificación con los personajes. Años más tarde, vi que Susaeta, la editorial que los lanzaba, había sacado otros 15 más, por lo menos, pero ya no tuve ocasión de leerlos.
Un libro al que tuve muchas reticencias fue La vocación de Joe Burkinshaw, publicado en la colección "El barco de vapor". Tan pocas ganas me hacía leerlo que estuvo bastante tiempo sepultado entre una pared y una estantería, durmiendo el sueño de los justos. Pero por fin me decidí a leerlo y resultó bueno y todo.
Y finalmente, un libro del que me avergüenza bastante decir que dilate su lectura es La isla del tesoro. Con mis penosos prejuicios de la edad infantil, consideraba, oh desdichado de mí, que los clásicos sólo eran una pila de tochos aburridos para mí. Craso error. La lectura -hace demasiado poco, no me rebajaré a decir cuánto- de la obra de R.L. Stevenson me llenó de un gozo lector que pocas veces siento: fue entre sus páginas, imaginando las puras aguas del caribe, sus infinitas playas, el aliento de ron de los piratas, fue allí, digo, donde volví a tener diez o once años.
Es por eso que, si tú, oh lector, quieres proporcionarle a algún niño un momento que no olvidará, que le dará una excusa para meterse en un mundo cada vez más marginal, si quieres hacerle un poco más libre, que vuele su imaginación y que algún día siga tu ejemplo con algún otro, regala un libro. Casi nunca fallarás.
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