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23.7.24

Diario de verano (IV): 3ª semana

Qué es el efecto “isla de calor” y por qué hace que las temperaturas sean  mucho más altas en las ciudades

En la tercera semana de julio preferí mantener un perfil bajo, no soliviantar a nadie en casa y en la medida de la posible seguir mis cosas en las horas muertas cuando todo el mundo descansa. Nada que destacar: perdí el empuje de trabajo de la primera semana, pero a cambio, supongo, habré hecho otras cosas. Uno de mis propósitos de verano era salir a caminar de mañana, antes del calor, con o sin perro, para mantener un poco el peso, y hacer el siempre requerido ejercicio. Lo hice bien durante dos o tres días, pero luego el cansancio me venció. Sigo sacando a los perros un buen rato, pero no me meto una hora de paso vivo hasta el cementerio cercano. Y es que nunca, nunca, he conseguido, por mucho que me esforzara, en llegar a establecer una rutina física que fuera la que luego hiciera al cuerpo pedir esa rutina. Debo quedarme en el umbral de esa dependencia hormonal o algo. Pero bueno, igual es lo mismo que me pasa con el café o la cocacola, que nunca (o al menos hasta hace relativamente poco) me han sobreestimulado, ni la valeriana me ha relajado, ni una ducha por la mañana me ha ayudado a activarme.

Durante el mes de junio y buena parte de julio gozamos en la Isla de un tiempo maravilloso. No fue hasta la segunda semana de julio que llegó la primera ola de calor del verano (mientras escribo, empezando la cuarta semana, llevamos tres días algo tórridos). Es algo que, viviendo con la ecoansiedad actual, y la crisis climática, no me podía creer. Me explico: el verano pasado fue terrible. Terrible. Y eso que pasamos una de las peores olas de calor fuera la Isla, en las maravillosas tierras asturianas. Y ésta era la idea que tenía yo para este verano; ya sabéis, lo de "este va a ser el verano más fresquito de los que te quedan por vivir". No sabéis con qué alegría he disfrutado de la suavidad de las temperaturas de este mes y medio. Aún hoy considero que no hemos llegado a las cifras de calor atroces del año pasado. Vivir para experimentar que la anterior frase no tenía por qué ser una verdad revelada me ha llenado de amor por la vida. Lo digo completamente en serio: siento que vivimos de prestado todos estos días de buenas (normales) temperaturas. Siento que ya no son lo normal, sino una anomalía dentro del gran patrón que nos lleva a la mierda. Me alegra sobremanera tener días de viento fresquito en verano; siento que no me lo merezco. Siento que se va a acabar en nada y volveremos a hundirnos en el infierno climático. Porque, amigos, vosotros y yo podemos hacer muchas cosas por el clima (en esta casa se recicla, se reutiliza, se come poca carne, no hay aire acondicionado, no se viaja en avión y hace tres años que no tengo coche), pero si los gobiernos (instigados por la gente), las grandes empresas, y los que llevan el mundo no hacen grandes cambios, nosotros, curritos, poco vamos a aportar. Esto es así. Creo realmente que estamos condenados, que no sé qué mundo dejaré a mis hijas, que quizá debería haber pensado mejor si traerlas al mundo (no me arrepiento de ello, pero veo con temor el futuro que les espera).

Tampoco sé si esta bonanza atmosférica es en realidad la antesala de algo aún peor que esté por venir, porque, como ya he dicho, apenas me creo que no esté asándome de calor y luchando por respirar. Cada día de fresco de tramuntana es un regalo al que dar gracias a la vida. ¿Se me va mucho la pinza?

8.12.19

Sobre sostenibilidad, comodidad y otras preocupantes hierbas

[Una divagación sin rumbo pero centrada en la sostenibilidad de nuestro modo de vida] 

Llevo ya un tiempo en que la visita a una gran superficie o supermercado me pone nervioso. Ver los pasillos absolutamente llenos de productos en sus lineales me provoca una sensación de desconcierto de intranquilidad. Porque al ver toda esa exposición de productos caducables no puedo evitar pensar todo el tiempo en su malgasto. En que muchos de ellos irán directamente a la basura. En que el 90% de los productos de un hipermercado están envueltos en plástico o son recipientes de plástico, un plástico que apenas se recicla y que va a estar siempre ahí. Siempre. Y cada vez más escuchamos noticias de un mar lleno de plásticos, de continentes de plástico a la deriva... Es que no hace falta ir a buscar la noticia: te pega una bofetada personalmente cuando vas a la playa, cuando caminas por el campo, cuando paseas por la ciudad. Todo está infestado de envases de plástico, que la gente no sabe o no quiere o le da igual reciclar. La cumbre climática reciente de Madrid ha sido como todas las demás: mucha palabrería, mucho postureo, muchas firmas, pero nada en claro. Eso sin contar que los principales países contaminantes ni siquiera estaban presentes.

Y pienso en el futuro cercano. Un futuro cada vez más cercano en el que el petróleo empezará a escasear. Y por tanto el plástico. Y deberemos cambiar nuestra manera de vivir de forma drástica, porque todo será diferente. Algunas comunidades ya están limitando el uso de bolsas de plástico, pero hoy mismo, a pesar de la prohibición de venderlas, se siguen usando. ¿Cómo nos llevaremos las frutas y verduras, pensará alguien? Pues en la cesta de la compra de la abuela, como se hizo toda la vida, o cómo se hace ya en los mercados ecológicos. No hay bolsa de plástico. Como mucho, alguna de papel. Pero lo que hay que hacer es directamente cesta de mimbre. Como la abuela. Porque vamos a tener que volver en muchos sentidos a lo que hacían los abuelos.

¿El qué? Se acabará comprar raciones individuales de todo. Cualquier producto se encarecerá, y por tanto, cuanto más pequeño sea, más valdrá. Tendremos que comprar más al por mayor. No sólo se encarecerá el plástico, sino todo lo que es transportado, por lo tanto, todos aquellos productos que vienen de la otra punta del mundo o se dispararán o dejarán de estar disponibles. Tendremos que volver al producto local, como se hizo siempre. 

Habrá que arremangarse para sacarnos del pozo de mierda en que se habrá convertido este planeta. ¿Qué problema hay, se te van a caer los anillos por recoger los desperdicios de otros si haces una excursión al campo? No: contribuirás a no degradar la tierra y con suerte servirás de modelo a los demás.

Todo esto son ideas inconexas que se me iban agolpando mientras escribía, a cuento de algo que he pensado y subido a Facebook: ojalá la gente se tome igual de bien las medidas que en un futuro cercan tendrán que tomarse y que sacrificarán comodidad por sostenibilidad como las medidas que ya se han tomado sacrificando libertad por seguridad. En el segundo caso (restricción de libertades, controles continuos, grabaciones, etc.) nos han dicho que era por nuestra seguridad, y hemos callado y agachado la cabeza, como si no hubiera alternativa. En el primero, los liberales nos dirán, aunque el puto planeta se esté yendo a la mierda, que legislar según qué tipo de cosas en beneficio del medio ambiente es atentar contra la libertad individual y el libre comercio. Algunos lo creerán de verdad porque tienen el cerebro sorbido, pero muchos de los que se alarman ante este tipo de restricciones son empresas con intereses de por medio. 

Soy consciente de que no descubro América, de que todo esto muchos lo sabéis, pero hay que actuar ya, joder. Hay que cambiar las cosas. Hay que denunciar la proliferación de plásticos, hay que quejarse a los supermercados, hay que optar en última instancia por una voluntad individual de cambiar algunos hábitos. 

La próxima vez que estéis en la cola del súper, fijaos en los carritos que tenéis delante. Todo está emplasticado. Da miedo.Todo lo que nos llevamos, todo, o el 90% al menos, está sobreempaquetado y conservado en plástico. Es demencial.

Vamos a tener que replantearnos todos nuestros hábitos de consumo en un futuro cercano, y no nos va a gustar. Y muchos sectores nos dirán que eso va contra la democracia, contra la libertad de elección, que esos malditos rojos quieren que sólo comamos verduras y vayamos en bicicleta. Como si fuera libertad de elección optar por lo que nos destruye. ¿Es un atentado contra nuestra libertad no poder comer fruta o verdura que no es de temporada? Para algunos sí.

Algunos sectores son tan rídiculos, tan infinitamente imbéciles, que son como lemmings marchando hacia su propia extinción, pero satisfechos por llevar los bolsillos llenos de dinero.

¿Sabéis una cosa? Por mucho que avance la tecnología, no creo que el dinero sea comestible en el futuro.

Por suerte, parece que en los últimos meses, debido precisamente a la Cumbre Climática de Madrid, los medios son más sensibles al tema. Como si el tema no fuera la deria de cuatro abrazaárboles, sino algo más real. Porque cada vez las evidencias están más delante de nuestra cara como para poder negarlas. Mirad Murcia y el desastre en el que está sumido el Mar Menor, consecuencia de los vertidos y de la agricultura intensiva, que ha envenenado la tierra y el agua para conseguir esa superproductividad que, de todas maneras, luego termina en el cubo de basura. Éste caso es el ejemplo perfecto de cómo no hacer las cosas: un gran ecosistema se va a la mierda o está a un tris de estarlo, y los remedios que se ponen son parches que, encima no son bien recibidos por los agricultores, que se consideran "humillados". El problema es mucho más profundo y radica en el origen del sistema. Necesitamos volver al cultivo natural, no intensivo, sin agentes agresivos hacia la tierra, usar la permacultura, la rotación de cultivos o el descanso de la tierra, medidas todas que van en contra de capitalismo salvaje en el que estamos inmersos y que hacen peligrar todo el sistema tal como está instaurado. La mala noticia es que su no aplicación lo que hace peligrar es todo lo demás: el ecosistema que hace posible nuestra supervivencia.

En todo este entramado se hace difícil decir quién es culpable y quién tiene que actuar para cambiar las cosas. La respuesta probable es TODOS. Cierto es que sin un apoyo institucional o empresarial, los individuos poco podremos hacer, pero es también la presión individual y luego social la que genera los cambios.

No es una cuestión sólo de reciclar. Reciclo y ya está, he cumplido con mi deber. No, amigo, no es así. Parece que con reciclar los envases o meter cada desecho en su contenedor ya hemos hecho nuestra parte (algunos ni siquiera llegan a eso. En según qué barrios, la conciencia de separación de residuos es nula, y es tristísimo. La gente, lo siento, no tiene NI PUTA IDEA de cómo usar correctamente los contenedores). El verdadero reto es cambiar de hábitos. Aquí van algunas cosas muy sencillas que todos podemos hacer y no cuestan mucho esfuerzo:
  • Ante todo, reducir el consumo, no comprar raciones pequeñas o individuales, intentar cuidar de las cosas para que nos duren lo máximo posible. Como nuestros padres hacían.
  • Optar por envases de cartón, cristal o madera antes que plástico.
  • Castigar a las grandes superficies que sobreempaquetan su mercancía.
  • Preferir mercados locales y tiendas de proximidad antes que grandes superficies.
  • Fomentar el consumo de producto ecológico, local, y, si puede ser también, de comercio justo.
  • No usar más bolsas de plástico: en lugar de ello, de ropa, o de papel, o en todo caso, de más de un uso.
  • Pedir las sobras en un restaurante. No es humillante ni de poca clase. Estamos evitando derrochar comida.
  • Consumir menos carne. En serio, las alternativas a día de hoy son muchas y son sabrosas. No digo que se deje de consumir del todo. Pero hacerse flexivegetariano (básicamente vegetariano, pero comiendo carne ocasionalmente) es una buena forma de contribuir al bienestar del planeta. Pensad que la mayor parte del terreno cultivable del planeta es para alimentar al ganado, que a su vez nos alimenta a nosotros, no para el ser humano directamente.
  • Reciclar la ropa o depositarla en contenedores que la recogen y que no hacen negocio con ella.
  • Acudir al mercado de segunda mano. En nuestro país, hemos tenido siempre la impresión de que comprar ropa de segunda mano era algo muy de pobres, y sin embargo, en muchos países es algo normal. Cada vez son más usuales los mercadillos de segunda mano, donde podemos encontrar de todo y a buen precio.
  • Usar papel de periódico para envolver regalos. A la hora de montar una fiesta, ágape o reunión cualquiera, pensar en la cantidad de residuos plásticos que podemos llegar a generar.
  • Comprar a granel los productos que uno pueda consumir así.
  • Ser conscientes, sobre todo, de que el precio que pagamos por casi todo es fruto de la explotación de alguien, del eslabón más débil de la cadena. La ropa de Primark y de muchas marcas es tan barata porque viene de donde viene, y porque es de mala calidad. En las grandes superficies los precios son baratos porque su poder económico permite llegar a una extorsión legal con los productores. Y así con todo. "Yo compraría productos ecológicos, pero no me lo puedo permitir", habréis oído. Bueno, quizá el problema es que ÉSE es el precio real del producto. No quiero decir que no se consuma nada, lo que digo es que seamos consciente que no estamos pagando lo que valen las cosas, y que si algún día tenemos que hacerlo, vamos listos. Teniendo esto en mente, consumamos de forma responsable. 

Tened en cuenta que nuestra actitud, nuestro posicionamiento sobre el tema y sobre todo nuestras acciones pueden ser un ejemplo para los demás, que el ser humano es gregario y que necesitamos de muchas personitas haciendo el bien para que resulten un Bien mayor para todos.

29.10.12

Apadrina un árbol con proTierra


Con un sencillo gesto en tu blog puedes contribuir a la reforestarización de nuestros bosques. Apadrina un árbol te permite con un sencillo gesto (añadir un botón gráfico a tu blog como el que tenéis abajo, el de CO2 Neutral) conseguir el apadrinamiento de un árbol. Sólo sigue el enlace de proTierra, lee cómo puedes hacerlo y en breve recibirás un diploma como el que os adjunto. Si se ha plantado o no ese árbol, yo no tengo forma de saberlo, pero si he contribuido al menos mínimamente a la conversación de nuestro patrimonio forestal, me alegro.

17.3.11


Como queriendo dar esperanza a las tierras de Japón, que pasan por un momento muy difícil, esta semana ha florecido en nuestro corral uno de los dos árboles que tenemos. Nunca lo había hecho hasta ahora, y nos ha dado una gran alegría. Creo que es un almendro, porque en Mallorca abundan bastante, pero ha florecido muy tarde y con un color rosado tan bonito, que parece un cerezo nipón. (Si alguien sabe más de jardinería que yo, le agradeceré la ayuda).

27.2.11

TIRME: el sueño de una Mallorca limpia de residuos

La semana pasada fuimos con mi grupo de 3º de ESO de visita a TIRME, el parque de tecnologías ambientales de Mallorca. Me llevé una grata impresión a la vez que descubrí muchas cosas que no sabía. ¿Sabíais que en Mallorca tenemos el mejor plan de gestión de residuos del mundo? O al menos, eso nos dijeron allí. Ministros y técnicos de todas partes del mundo vienen a aprender cómo estamos llevando aquí la cuestión de qué hacer con la basura para luego exportarlo a sus países. En Mallorca ya no queda ningún vertedero (legal, claro) todos los residuos son, o bien tratados y reciclados, o lo poco que no puede reutilizarse es incinerado. Se crea compost para la tierra de los residuos orgánicos, los electrodomésticos se despiezan o se arreglan, el papel, el cartón y el vidrio vuelve a la vida reciclándose... Cada ayuntamiento lleva su recogida de basuras a sus centros, donde se seleccionan y tratan adecuadamente. Sus habitantes pagan sólo por la que no se puede reciclar (basura no separada, principalmente). Cuanto mejor seleccionada está la basura, menos ha de pagar un municipio.
Las instalaciones que tiene TIRME para recibir visitas y promover su mensaje son de alta calidad. La verdad es que, después de la charla y la visita por las instalaciones, uno entiende lo necesario e importante que es el reciclaje, y que entre todos podemos hacer mejor esta tierra. Una tierra que, a pesar de que está ejerciendo modélicamente su gestión de las basuras, es la que más produce residuos de todo el país.
Y vosotros, sino tenéis en casa ya los cubos para papel, plástico, vidrio, orgánico y rechazo, ¿a qué estáis esperando?
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