29.12.19

Cerrando 2019: la música


Seguimos el balance del año, esta vez con una entrada dedicada a la música. Este año el número de canciones ha bajado significativamente, por circunstancias personales, aunque el número de artistas, álbumes y temas ha aumentado, lo que traducido significa que he escuchado menos música, pero más variada.

Una vez más encabezan la lista nombres conocidos de siempre. Tenemos que irnos hasta la posición #8 para encontrar nuevos artistas. Predominan estilos tranquilos y música relajada.



Los álbumes más escuchados: sin novedad. Destacar el disco de versiones bluegrass de Metallica, que y conocía pero me han enganchado hasta el punto de comprar el cd físico.



Sin más comentarios. Este año tampoco he podido atender mucho a las novedades, pese a tener el servicio de novedades de Prophecy Records, por ejemplo. Me voy guiando por recomendaciones que cazo y sobre todo por la guía de Angry Metal Guy, que estas últimas semanas ha estado dando listas de lo mejor del año de las que he rescatado algunas cosas. Escribí un par de reseñas mínimas en el tag de música que podéis leer, pero ningún lanzamiento me cautivó de verdad. A ver qué nos trae 2020.


26.12.19

Cerrando 2019: los cómics


En cuanto a cómics, este año mis lecturas han bajado en número considerablemente. De llegar a 170 el año pasado, en 2019 llegué solo a 131. De este total, he conformado una lista de 18 títulos que incluyo como los mejores del año y que he publicado en Papel en Blanco.

25.12.19

Cerrando 2019: Las series


Al igual que en el caso de las películas, las circunstancias personales me han permitido visionar muchas temporadas enteras de series. Este año ha superado en mucho al anterior en este aspecto (las lecturas han sido las que han salido perdiendo de este desequilibrio). A continuación hago un somero repaso a lo visto durante 2019:

· Antes de Cristo  (Única - 6 ep.). Otra serie de Movistar+ que vi por recomendación de una ex alumna y a la que hice caso ni que fuera por si podía aprovechar algo para la asignatura de Latín. Me equivoqué. Quizá es que no conecto con este tipo de humor a lo Muchachada Nui.
 
· Black Mirror (Temporada 3 y 4). Me había quedado atascado en el episodio Nosedive hace años (he puesto ese episodio varias veces en clase para reflexionar sobre el poder de las redes sociales) y por fin seguí adelante. Me ha gustado mucho en general el tono y la capacidad de sorpresa que sigue teniendo. Como leí hace poco, "los finales de Black Mirror están entre lo jodido y lo muy jodido". Pues eso. Grandes capítulos, como San Junipero, permiten hacer volar la imaginación hacia un futuro demasiado cercano.

· The Bletchley Circle (Temporada 1 y 2). Vieja recomendación que me hizo Corominas hace años y que aproveché ahora que está disponible en Netflix. Interesante punto de partida en el que unas mujeres que trabajaron descifrando códigos en la IIGM se unen para intentar parar a un asesino en serie. La segunda temporada rebaja un poco las expectativas y termina teniendo algunas soluciones de trama a lo Chicas del cable.


· La catedral del mar (Temporada única). Escribí una entrada en este blog sobre este despropósito.


· Chernobyl (Única - 5 ep.). Los que me sigáis sabréis que soy aficionado a lo relacionado con Chernobyl, su accidente nuclear, etc. por culpa de la saga de videojuegos Stalker (luego vendría la película, la novela original de los Strugaski, etc.). Esta miniserie no es documental pero intenta reconstruir de forma realista lo que ocurrió en la central nuclear de Ucrania. De lo mejor del año.

· Las chicas del cable (Temporada 4). Es uno de mis placeres culpables anuales; una serie que intenta ser un cruce entre el heroísmo casual de The Bletchley Circle y el sentimentalismo de Call the Midwife, todo agitado en una coctelera pretendidamente feminista. Por lo demás, la cuarta temporada es ya un despropósito completo en detalles y argumento.

· Daybreak (Temporada 1). Basada en un cómic que (dicen) tiene un tono más dramático, aquí nos encontramos con una visión adolescente, y por tanto, desenfadada, autorreferencial y plenamente consciente de ser un producto de ficción, lo que le da un toque divertido.


· La Frecuencia Kirlian (Temporada 1). Una serie argentina de cortos animados desarrollados en torno a una extraña radio en una extraña ciudad. Disponible en Netflix, pocos episodios y muy cortos, la despachais en una hora o dos. Curiosona.

· Game of Thrones (Temporada 6, 7 y 8). Otro maratón que hicimos para ponernos al día antes del inicio de la última temporada: no iba a consentir comerme más spoilers de los que me había comido ya. Bueno, qué decir que no se haya dicho ya. ¿Buen final? Sí, supongo. ¿Demasiado precipitada la trama de Daenerys? Igual sí, yo no soy un fan letal ni un forofo que se sabe los libros de pe a pa. Para mí, los últimos cinco minutos de la temporada sobran y son como un cachondeo hacia el espectador: ¿Tyrion reinvindicando el valor de las historias como un Neil Gaiman de todo a cien? De 1º de Guionistas. ¿Y esos últimos momentos en el consejo del rey mientras todo es cachondeo y la cámara se aleja? Venga ya.

23.12.19

Cerrando 2019: Rol


Este 2019 ha sido el año definitivo de la recuperación del rol en mesa para mí. Si el año pasado empezaba a recuperar esa tónica con partidas dispersas, además de lo que he podido introducir en el colegio, este 2019 ha sido el de poder conseguir una cierta regularidad, lo que ha permitido volver a jugar a un ritmo más o menos compatible con el de la vida familiar de un cuarentañero.

1. La habitación sin sellar (La llamada de Cthulhu). Una muy buena partida para Cthulhu Actual (bueno, actual... la ambientamos tal como se sugiere, en los 90), que me ha llevado a crear un proyecto para Lengua Castellana en 3º de ESO en torno a un proceso judicial. La partida, una típica investigación de mansión, muy buena, con unos buenos jugadores. Tenéis reseña y podcast aquí.

2. La maldición de Fierezel (Walpurgis). Una partida muy loca para el sistema rolero de películas de serie B. Contamos con la inestimable ayuda de la DJ María en el cole.

3. Huida rebelde (Star Wars D6). Repetí esta introducción por excelencia para los fans de Star Wars de 1º de ESO, pero el resultado fue regulero. El problema de los horarios de juego y unos jugadores noveles que vienen del mundo del videojuego le restaron algo de sabor a la avetura.

4. Down Hills (Ratas en las paredes). Una de las partidas del año, esta adaptación a nuestro grupo de El chiste del bufón. Un grupo de jugadores de 1º y 2º de ESO se pusieron en la piel de unos niños engañados por una fuerza superior... y el resultado de su implicación fue genial. It + Stranger Things + Las Tierras del sueño. Tenéis post y podcast sobre nuestra experiencia aquí.

5. Apocalipsis Cthulhu (Gumshoe en las paredes). Pepe Pedraz pasó por la isla y tuvimos la ocasión de juntarnos algunos adultos (Oscar Recio, Josep R. Cerdà, Miquel Flexas y servidor) para tener el privilegio de ser dirigidos por este monstruo. Y no decepcionó. Con una adaptación propia del sistema El rastro de Cthulhu con apuntes de Ratas en las paredes, Pepe nos dirigió lo que alcanzó en una sesión de este libro publicado por Edge. Sólo diré que la experiencia me hizo ver una forma diferente de dirigir que he podido aplicar desde entonces.

11.12.19

Diario de lecturas (XX)

Sigo con algunas lecturas fuera de las novedades, títulos que leo por alguna deria o son fruto de algún préstamo. El diario gatuno de Junji Ito: Yon y Mu (Tomodomo, 2015) es una lectura que me prestó un alumno y en la que el mangaka de terror más conocido en Occidente se saca de la manga una serie sobre su relación con los gatos. Así que aquí tenemos a un hombre capaz de dibujar las historias más inquietantes del mundo (Uzumaki, Hellstar Remina, etc.) que se pasa al costumbrismo amable, aun más, a la moda de los mangas sobre gatos (El dulce hogar de Chi, Su majestad el gato, Soy un gato, La abuela y su gato gordo...). Y bien, ¿qué puede aportarnos Ito a esta moda? La verdad es que nada.

Porque Ito sabe hacer una cosa bien. Pero esa cosa no es una historia amable y costumbrista. E Ito apuesta, consciente de que hacer algo "normal" de un tema tan trillado no le llevará a ningún sitio, por aplicar su gramática del horror y de lo grotesco a un contexto cómico como es su vida privada: él, el gran mangaka de terror, siendo un calzonazos y un súbdito más de sus dos minimos. De la disonancia entre el libro de estilo del terror del autor y su temática surge esta obra esperpéntica y absurda. ¿Qué tal resulta la mezcla? No muy afortunada, en mi opinión. Como si fuera un ejercicio de estilo en el que pedir a Lovecraft que escribiera un relato de humor ambientado en sus mitos. No pasa de ser una curiosidad que los acérrimos de Junji Ito podrán valorar mejor. Ellos, y los aficionados a los gatos para los que cualquier cosa relacionada con estos felinos esté bien.

10.12.19

Parecidos razonables (XXXI): Otomo vs. Lafebre

Parecidos razonables entre la portada de Los buenos veranos 5: la fuga, de Zidrou y Jordi Lafebre (Norma, 2019) y World Horror Apartment/¡Qué horror de apartamento!, de Satoshi Kon y Katsuhiro Otomo  (Planeta, 1994): 



9.12.19

Parecidos razonables (XXX): La sombra de Frank Frazetta

¿Recordáis la famosa ilustración Death Dealer de Frank Frazetta? Se ha convertido en un estándar del fantástico que tiene infinidad de homenajes, voluntarios o involuntarios, en el mundo del cómic. Aquí algunos:








Y aquí la original, para que la recordéis:



Bonus track de parecidos razonables:
· Marduk vs. Frazetta
· Elric de Melniboné vs. Grendel vs. Princess of Mars
· Spartacus vs. Rotting Christ
· Aznar vs. malo de Assassin's Creed 2
· José Carlos Llop vs. Calamardo
· Antony and the Johnsons vs. Sopor Aeternus
· Amorphis vs. Wolfmother vs. Magritte
· Shamrain vs. Tesla
· Aborted vs. Municipal Waste 
· Manowar vs Turrican

8.12.19

Sobre sostenibilidad, comodidad y otras preocupantes hierbas

[Una divagación sin rumbo pero centrada en la sostenibilidad de nuestro modo de vida] 

Llevo ya un tiempo en que la visita a una gran superficie o supermercado me pone nervioso. Ver los pasillos absolutamente llenos de productos en sus lineales me provoca una sensación de desconcierto de intranquilidad. Porque al ver toda esa exposición de productos caducables no puedo evitar pensar todo el tiempo en su malgasto. En que muchos de ellos irán directamente a la basura. En que el 90% de los productos de un hipermercado están envueltos en plástico o son recipientes de plástico, un plástico que apenas se recicla y que va a estar siempre ahí. Siempre. Y cada vez más escuchamos noticias de un mar lleno de plásticos, de continentes de plástico a la deriva... Es que no hace falta ir a buscar la noticia: te pega una bofetada personalmente cuando vas a la playa, cuando caminas por el campo, cuando paseas por la ciudad. Todo está infestado de envases de plástico, que la gente no sabe o no quiere o le da igual reciclar. La cumbre climática reciente de Madrid ha sido como todas las demás: mucha palabrería, mucho postureo, muchas firmas, pero nada en claro. Eso sin contar que los principales países contaminantes ni siquiera estaban presentes.

Y pienso en el futuro cercano. Un futuro cada vez más cercano en el que el petróleo empezará a escasear. Y por tanto el plástico. Y deberemos cambiar nuestra manera de vivir de forma drástica, porque todo será diferente. Algunas comunidades ya están limitando el uso de bolsas de plástico, pero hoy mismo, a pesar de la prohibición de venderlas, se siguen usando. ¿Cómo nos llevaremos las frutas y verduras, pensará alguien? Pues en la cesta de la compra de la abuela, como se hizo toda la vida, o cómo se hace ya en los mercados ecológicos. No hay bolsa de plástico. Como mucho, alguna de papel. Pero lo que hay que hacer es directamente cesta de mimbre. Como la abuela. Porque vamos a tener que volver en muchos sentidos a lo que hacían los abuelos.

¿El qué? Se acabará comprar raciones individuales de todo. Cualquier producto se encarecerá, y por tanto, cuanto más pequeño sea, más valdrá. Tendremos que comprar más al por mayor. No sólo se encarecerá el plástico, sino todo lo que es transportado, por lo tanto, todos aquellos productos que vienen de la otra punta del mundo o se dispararán o dejarán de estar disponibles. Tendremos que volver al producto local, como se hizo siempre. 

Habrá que arremangarse para sacarnos del pozo de mierda en que se habrá convertido este planeta. ¿Qué problema hay, se te van a caer los anillos por recoger los desperdicios de otros si haces una excursión al campo? No: contribuirás a no degradar la tierra y con suerte servirás de modelo a los demás.

Todo esto son ideas inconexas que se me iban agolpando mientras escribía, a cuento de algo que he pensado y subido a Facebook: ojalá la gente se tome igual de bien las medidas que en un futuro cercan tendrán que tomarse y que sacrificarán comodidad por sostenibilidad como las medidas que ya se han tomado sacrificando libertad por seguridad. En el segundo caso (restricción de libertades, controles continuos, grabaciones, etc.) nos han dicho que era por nuestra seguridad, y hemos callado y agachado la cabeza, como si no hubiera alternativa. En el primero, los liberales nos dirán, aunque el puto planeta se esté yendo a la mierda, que legislar según qué tipo de cosas en beneficio del medio ambiente es atentar contra la libertad individual y el libre comercio. Algunos lo creerán de verdad porque tienen el cerebro sorbido, pero muchos de los que se alarman ante este tipo de restricciones son empresas con intereses de por medio. 

Soy consciente de que no descubro América, de que todo esto muchos lo sabéis, pero hay que actuar ya, joder. Hay que cambiar las cosas. Hay que denunciar la proliferación de plásticos, hay que quejarse a los supermercados, hay que optar en última instancia por una voluntad individual de cambiar algunos hábitos. 

La próxima vez que estéis en la cola del súper, fijaos en los carritos que tenéis delante. Todo está emplasticado. Da miedo.Todo lo que nos llevamos, todo, o el 90% al menos, está sobreempaquetado y conservado en plástico. Es demencial.

Vamos a tener que replantearnos todos nuestros hábitos de consumo en un futuro cercano, y no nos va a gustar. Y muchos sectores nos dirán que eso va contra la democracia, contra la libertad de elección, que esos malditos rojos quieren que sólo comamos verduras y vayamos en bicicleta. Como si fuera libertad de elección optar por lo que nos destruye. ¿Es un atentado contra nuestra libertad no poder comer fruta o verdura que no es de temporada? Para algunos sí.

Algunos sectores son tan rídiculos, tan infinitamente imbéciles, que son como lemmings marchando hacia su propia extinción, pero satisfechos por llevar los bolsillos llenos de dinero.

¿Sabéis una cosa? Por mucho que avance la tecnología, no creo que el dinero sea comestible en el futuro.

Por suerte, parece que en los últimos meses, debido precisamente a la Cumbre Climática de Madrid, los medios son más sensibles al tema. Como si el tema no fuera la deria de cuatro abrazaárboles, sino algo más real. Porque cada vez las evidencias están más delante de nuestra cara como para poder negarlas. Mirad Murcia y el desastre en el que está sumido el Mar Menor, consecuencia de los vertidos y de la agricultura intensiva, que ha envenenado la tierra y el agua para conseguir esa superproductividad que, de todas maneras, luego termina en el cubo de basura. Éste caso es el ejemplo perfecto de cómo no hacer las cosas: un gran ecosistema se va a la mierda o está a un tris de estarlo, y los remedios que se ponen son parches que, encima no son bien recibidos por los agricultores, que se consideran "humillados". El problema es mucho más profundo y radica en el origen del sistema. Necesitamos volver al cultivo natural, no intensivo, sin agentes agresivos hacia la tierra, usar la permacultura, la rotación de cultivos o el descanso de la tierra, medidas todas que van en contra de capitalismo salvaje en el que estamos inmersos y que hacen peligrar todo el sistema tal como está instaurado. La mala noticia es que su no aplicación lo que hace peligrar es todo lo demás: el ecosistema que hace posible nuestra supervivencia.

En todo este entramado se hace difícil decir quién es culpable y quién tiene que actuar para cambiar las cosas. La respuesta probable es TODOS. Cierto es que sin un apoyo institucional o empresarial, los individuos poco podremos hacer, pero es también la presión individual y luego social la que genera los cambios.

No es una cuestión sólo de reciclar. Reciclo y ya está, he cumplido con mi deber. No, amigo, no es así. Parece que con reciclar los envases o meter cada desecho en su contenedor ya hemos hecho nuestra parte (algunos ni siquiera llegan a eso. En según qué barrios, la conciencia de separación de residuos es nula, y es tristísimo. La gente, lo siento, no tiene NI PUTA IDEA de cómo usar correctamente los contenedores). El verdadero reto es cambiar de hábitos. Aquí van algunas cosas muy sencillas que todos podemos hacer y no cuestan mucho esfuerzo:
  • Ante todo, reducir el consumo, no comprar raciones pequeñas o individuales, intentar cuidar de las cosas para que nos duren lo máximo posible. Como nuestros padres hacían.
  • Optar por envases de cartón, cristal o madera antes que plástico.
  • Castigar a las grandes superficies que sobreempaquetan su mercancía.
  • Preferir mercados locales y tiendas de proximidad antes que grandes superficies.
  • Fomentar el consumo de producto ecológico, local, y, si puede ser también, de comercio justo.
  • No usar más bolsas de plástico: en lugar de ello, de ropa, o de papel, o en todo caso, de más de un uso.
  • Pedir las sobras en un restaurante. No es humillante ni de poca clase. Estamos evitando derrochar comida.
  • Consumir menos carne. En serio, las alternativas a día de hoy son muchas y son sabrosas. No digo que se deje de consumir del todo. Pero hacerse flexivegetariano (básicamente vegetariano, pero comiendo carne ocasionalmente) es una buena forma de contribuir al bienestar del planeta. Pensad que la mayor parte del terreno cultivable del planeta es para alimentar al ganado, que a su vez nos alimenta a nosotros, no para el ser humano directamente.
  • Reciclar la ropa o depositarla en contenedores que la recogen y que no hacen negocio con ella.
  • Acudir al mercado de segunda mano. En nuestro país, hemos tenido siempre la impresión de que comprar ropa de segunda mano era algo muy de pobres, y sin embargo, en muchos países es algo normal. Cada vez son más usuales los mercadillos de segunda mano, donde podemos encontrar de todo y a buen precio.
  • Usar papel de periódico para envolver regalos. A la hora de montar una fiesta, ágape o reunión cualquiera, pensar en la cantidad de residuos plásticos que podemos llegar a generar.
  • Comprar a granel los productos que uno pueda consumir así.
  • Ser conscientes, sobre todo, de que el precio que pagamos por casi todo es fruto de la explotación de alguien, del eslabón más débil de la cadena. La ropa de Primark y de muchas marcas es tan barata porque viene de donde viene, y porque es de mala calidad. En las grandes superficies los precios son baratos porque su poder económico permite llegar a una extorsión legal con los productores. Y así con todo. "Yo compraría productos ecológicos, pero no me lo puedo permitir", habréis oído. Bueno, quizá el problema es que ÉSE es el precio real del producto. No quiero decir que no se consuma nada, lo que digo es que seamos consciente que no estamos pagando lo que valen las cosas, y que si algún día tenemos que hacerlo, vamos listos. Teniendo esto en mente, consumamos de forma responsable. 

Tened en cuenta que nuestra actitud, nuestro posicionamiento sobre el tema y sobre todo nuestras acciones pueden ser un ejemplo para los demás, que el ser humano es gregario y que necesitamos de muchas personitas haciendo el bien para que resulten un Bien mayor para todos.

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