30.6.02

¿Vida en los Balcanes?


Se acaba de publicar, de mano de Under Cómic, el tercer volumen de Regards form Serbia, el cómic-diario autobiográfico del autor Alexandar Zograf. En este último número, Zograf nos cuenta la crónica diaria de su pequeño pueblo ante el final de la guerra de la ex-Yugoslavia: el proceso a Milosevic, la incerteza del futuro...

Es muy interesante llegar al epílogo, donde el autor nos da su visión de los sucesos del 11 de septiembre, desde la perspectiva que da un país destrozado por las guerras civiles, los bombardeos de la OTAN y el uranio empobrecido. Algunos textos no tienen desperdicio:

"Todo aquello tenía una cualidad irreal. ¡Quién podía pensar que un ataque a la primera superpotencia en su propio terreno fuera siquiera posible!
-¿Te has enterado que han atacado a los EE. UU.?
-!¿Quién los ha atacado, los extraterrestres?!
(¡Esta conversación ocurrió de verdad!)"

Echadle un vistazo. Vale la pena.

Lo que vende

Ya sabemos que la publicidad se vale de apelar a los instintos del hombre (refiriéndonos a la especie) para vender sus productos. En esta ocasión, os dejo aquí una representación de anuncios recientes que me han llamado la atención por su velada referencia a uno de los instintos del hombre (esta vez en particular): el sexo. Son algo pequeñas, pero quizá el lector ya las conocerá de haberlas visto por la calle.

Ésta es de la película "Infiel", estrenada hace poco, y nos muestra a la chica en una actitud... bueno, no creo estar llevando la imaginación muy lejos.

[Enlace roto]
Dior es muy aficionado a este tipo de imágenes de mujeres sugerentes. Esta es quizá un poco más subjetiva, pero en todo caso, la dejo para que el lector juzgue.

28.6.02

EL FIN DEL ROMANCE

Se acabó. Para bien y para mal, acabó el curso en la facultad de Filología. Se han acabado los exámenes, y con ellos, el último año de una carrera, que, aunque agradecida, me ha cansado mucho. Ya denunciábamos en el editorial del número 1 de Cisne Negro que la universidad se había convertido en el templo tomado por los comerciantes fariseos. Ahora que hemos acabado el curso y la carrera, nos ratificamos en esta opinión: el espíritu de las humanidades se está haciendo un lento harakiri en nuestras facultades por la desidia de sus miembros. Cuando todo lo que prima en una carrera es sacar un maldito título las cosas no van bien. Y en nuestra facultad las cosas no van bien. Demasiados intereses creados, demasiadas rivalidades estúpidos, demasiados cretinos que no tienen otra cosa que hacer más que criticar el trabajo de los demás.

Hay un libro, publicado por Alianza, titulado ¿Cómo estudiar filología?, en el cual debería figurar en la primera página: Con vocación, señores, con pasión. No con ansias de sacar un título de marras, sino por el hecho de aprender, de culturizarse, de dignificar un espíritu que cada día está más atrofiado . No voy a repetir lo que ya he dicho tantas veces en otros lugares, pero qué futuro vamos a dar a los que vendrán si no creemos en lo que hacemos, si no creemos en el poder que tiene la palabra y en su buen uso. Si no somos capaces de transmitir la pasión por el Arte, por todo aquello que realiza al hombre, estamos condenados a la extinción intelectual.

27.6.02

MANIFIESTO CONTRA LA MUERTE DEL ESPÍRITU

Quienes estampamos nuestra firma al pie de este Manifiesto no estamos movidos por ninguno de los afanes que caracterizan habitualmente al signatario de proclamas, protestas y reivindicaciones. El Manifiesto no pretende denunciar políticas gubernamentales, ni repudiar actuaciones económicas, ni protestar contra específicas actividades sociales. Contra lo que se alza es contra algo mucho más general, hondo… y por lo tanto difuso: contra la profunda pérdida de sentido que conmueve a la sociedad contemporánea.

Aún sigue existiendo, es cierto, algo parecido al sentido; algo que, por sorprendente que sea, aún justifica y llena la vida de los hombres de hoy. Por ello, el presente Manifiesto se alza, hablando con mayor propiedad, contra la reducción de dicho sentido a la función de preservar y mejorar (en un grado, es cierto, inigualado por ninguna otra sociedad) la vida material de los hombres.

Trabajar, producir y consumir: tal es todo el horizonte que da sentido a la existencia de los hombres y mujeres de hoy. Basta, para constatarlo, leer las páginas de los periódicos, escuchar los programas de radio, regodearse ante las imágenes de la televisión: un único horizonte existencial (si se le puede denominar así) preside a cuanto se expresa en los medios de comunicación de masas. Contando con el enfervorizado aplauso de éstas, dicho horizonte proclama que de una sola cosa se trata en la vida: de incrementar al máximo la producción de objetos, productos y esparcimientos puestos al servicio de nuestro confort material.

Producir y consumir: tal es nuestro santo y seña. Y divertirse: entretenerse en los pasatiempos (se denominan con acertado término: “actividades de ocio”) que la industria cultural y los medios de comunicación lanzan al mercado con objeto de llenar lo que, sólo indebidamente, puede calificarse de “vida espiritual”; con objeto de llenar, más propiamente hablando, lo que constituye ese vacío, esa falta de inquietud y de acción que la palabra ocio expresa con todo rigor.

A ello se reduce la vida y el sentido del hombre de hoy, la de ese “hombre fisiológico” que parece encontrar su mayor plenitud en la satisfacción de las necesidades derivadas de su mantenimiento y sustento. Resulta obligado reconocer, por supuesto, que en semejante empeño –muy especialmente en la mejora de las condiciones sanitarias y en el incremento de una longevidad que casi se ha duplicado en el curso de un siglo–, los éxitos alcanzados son absolutamente espectaculares. También lo son los grandes avances que la ciencia ha efectuado en la comprensión de las leyes que rigen los fenómenos físicos que conforman el universo en general y la tierra en particular. Lejos de repudiar tales avances, los signatarios del presente Manifiesto no podemos sino saludarlos con hondo y sincero júbilo.

Es precisamente este júbilo el que nos lleva a expresar su asombro y su angustia ante la paradoja de que, en el momento en que tales conquistas han permitido aliviar considerablemente el sufrimiento de la enfermedad, mitigar la dureza del trabajo, expandir la posibilidad del conocimiento (en un grado jamás experimentado y en unas condiciones de igualdad jamás conocidas): en un momento caracterizado por tan saludables provechos, resulta que es entonces cuando, reducidas todas las perspectivas al mero incremento del bienestar, corre el riesgo de quedar aniquilada la vida del espíritu.

Lo que peligra no son, salvo hecatombe ecológica, los beneficios materiales así alcanzados; lo que se ve amenazada es la vida del espíritu. Lo prueba, entre mil otras cosas, el mero hecho de que incluso se ha vuelto problemático usar el término “espíritu”. Es tal el materialismo que impregna los más íntimos resortes de nuestro pensamiento y de nuestro corazón, que basta utilizar positivamente el término “espíritu”, basta atacar en su nombre el materialismo reinante, para que la palabra “espíritu” se vea automáticamente cargada de despectivas connotaciones religiosas, si ya no esotéricas.

Se impone por ello precisar que no es la inquietud religiosa la que mueve a los signatarios del presente Manifiesto, independientemente de lo que éstos puedan considerar acerca de la relación entre “lo espiritual” y “lo divino”.

Lo que nos mueve no es la inquietud ante la muerte de Dios, sino ante la del espíritu: ante la desaparición de ese aliento por el que los hombres se afirman como hombres y no sólo como entidades orgánicas. La inquietud que aquí se expresa es la derivada de ver desvanecerse ese afán gracias al cual los hombres son y no sólo están en el mundo; esa ansia por la que expresan toda su dicha y su angustia, todo su júbilo y su desasosiego, toda su afirmación y su interrogación ante el portento del que ninguna razón podrá nunca dar cuenta: el portento de ser, el milagro de que hombres y cosas sean, existan: estén dotados de sentido y significación.

¿Para qué vivimos y morimos nosotros: los hombres que creemos haber dominado el mundo…, el mundo material, se entiende? ¿Cuál es nuestro sentido, nuestro proyecto, nuestros símbolos…, estos valores sin los que ningún hombre ni ninguna colectividad existirían? ¿Cuál es nuestro destino? Si tal es la pregunta que cimienta y da sentido a cualquier civilización, lo propio de la nuestra es ignorar y desdeñar tal tipo de pregunta: una pregunta que ni siquiera es formulada, o que, si lo fuera, tendría que ser contestada diciendo: “Nuestro destino es estar privados de destino, es carecer de todo destino que no sea nuestro inmediato sobrevivir”.

Carecer de destino, estar privados de un principio regulador, de una verdad que garantice y guíe nuestros pasos: semejante ausencia –semejante nada– es sin duda lo que trata de llenar la vorágine de productos y distracciones con que nos atiborramos y cegamos. De ahí proceden nuestros males. Pero de ahí procede también –o mejor dicho: de ahí podría proceder, si lo asumiéramos de muy distinta manera– toda nuestra fuerza y grandeza: la de los hombres libres; la grandeza de los hombres no sometidos a ningún Principio absoluto, a ninguna Verdad predeterminada; el honor y la grandeza de los hombres que buscan, se interrogan y anhelan: sin rumbo ni destino fijo. Libres, es decir, desamparados. Sin techo ni protección. Abiertos a la muerte.


Esbozar la anterior perspectiva no significa, ni que decir tiene, resolver nada. Contrariamente a todos los Manifiestos al uso, no pretende éste apuntar medidas, plantear acciones, proponer soluciones. Ya ha pasado afortunadamente el tiempo en que un grupo de intelectuales podían imaginarse que, plasmando sus ansias y proyectos en una hoja tan blanca como el mundo al que pretendían modelar, iba éste a seguir el rumbo fijado. Tal es el sueño –el señuelo– del pensamiento revolucionario: este pensamiento que, habiendo conseguido poner los fórceps del poder al servicio de sus ideas, sí logró –pero con las consecuencias que sabemos– transformar el mundo durante unas breves y horrendas décadas.

El mundo no es en absoluto la hoja en blanco que se imaginaban los revolucionarios. El mundo es un fascinante y a veces aterrador libro trenzado de pasado, enigmas y espesor. No pretenden pues los firmantes del presente Manifiesto plasmar ningún nuevo programa de redención en ninguna nueva hoja en blanco. Pretenden ante todo, y ya sería mucho, conglomerar voces unidas por un parecido malestar.

Ya sería mucho, en efecto: pues lo más curioso, por no decir lo más inquietante, es que semejante malestar no haya encontrado hasta la fecha ningún auténtico cauce de expresión. Aún más angustioso que la propia muerte del espíritu, es el hecho de que, salvo algunas voces aisladas, dicha muerte parece dejar a nuestros contemporáneos sumidos en la más completa de las indiferencias.

Por ello, el primer objetivo que se propone este Manifiesto es el de saber en qué medida tales reflexiones son susceptibles de suscitar un mínimo, mediano o (acaso) amplio eco. A pesar del pesimismo que embarga a este Manifiesto, late en él la descabellada esperanza de pensar que no es posible que sólo algunas voces aisladas se alcen a veces para oponerse al sentir que caracteriza a nuestro tiempo. En la medida en que dicho sentir siga siendo dominante, es evidente que inquietudes como las aquí expresadas sólo podrán plasmarse en un grito, en una denuncia. Esto es obvio. Pero no lo es el que semejante grito no figure siquiera inscrito en aquel talante crítico, impugnador y transgresor, que tanto había caracterizado a la modernidad, al menos durante sus inicios. Como si todo fuera de lo mejor en el mejor de los mundos, casi nada queda de aquella actitud crítica: lo único que hoy mueve a la protesta son las reivindicaciones ecologistas (tan legítimas como encerradas en el más plano de los materialismos), a las que cabría añadir los putrefactos restos de un comunismo igual de materialista y tan trasnochado que ni siquiera parece haber oído hablar de los crímenes que, cometidos bajo su bandera, sólo son equiparables a los realizados por el otro totalitarismo de signo aparentemente opuesto.

Desvanecido el talante inquieto y crítico que honró antaño a la modernidad, entregado nuestro tiempo a las exclusivas manos de los señores de la riqueza y del dinero –de ese dinero cuyo espíritu impregna por igual a sus vasallos–, sólo queda entonces la posibilidad de lanzar un grito, de expresar una angustia. Tal es el propósito del presente Manifiesto, el cual, además de lanzar dicho grito, también pretende posibilitar que se abra un profundo debate. Ni que decir tiene que tanto las cuestiones explícitamente apuntadas aquí, como las muchas otras que éstas implican, no pueden encontrar su cabal expresión en el breve espacio de un Manifiesto. Por ello, ya se verían abundantemente colmados los propósitos de éste, si a raíz de su publicación se abriera un debate en el que participaran cuantos se sintieran concernidos por las inquietudes aquí esbozadas.

Apuntemos tan sólo algunas de las cuestiones en torno a las cuales podría lanzarse tal debate. Si “el tema de nuestro tiempo”, por parafrasear a Ortega, no es otro que el constituido por esta profunda paradoja: la necesidad de que se abra un destino para los hombres privados de destino y que han de seguir estándolo; si nuestra cuestión es la exigencia de que se abra un sentido para un mundo que descubre –aunque encubierta, desfiguradamente– todo el sinsentido del mundo; si tal es, en fin, nuestro “tema”, la cuestión que entonces se plantea es: ¿mediante qué cauces, a través de qué medios, de qué contenido, de qué símbolos, de qué proyectos… puede llegar a abrirse semejante donación de sentido?

La anterior paradoja –disponer y no disponer de destino; afirmar un sentido establecido sobre el sinsentido mismo del mundo–; todo este arriesgado pero enaltecedor ejercicio de equilibrio sobre el abismo, todo este mantenerse en la movediza “frontera” que media entre la tierra firme y el vacío: ¿no se parece todo ello al abismo, a la paradoja misma del arte: del verdadero arte, del que nada tiene que ver con el entretenimiento que se vende hoy bajo su nombre? “Tenemos el arte para no perecer a causa de la verdad”, es decir, de la racionalidad, decía Nietzsche. Quizá sí, quizá sea el arte lo que pudiera sacar al mundo de su abulia y torpor. Para ello, haría falta desde luego que la imaginación artística recobrara nuevo impulso y vigor. Pero ello no bastaría. También haría falta que, dejando de ser tanto un entretenimiento como un mero ornamento estético, el arte recuperara el lugar que le corresponde en el mundo; pasara a ser asumido como la expresión de la verdad que el arte es y que nada tiene que ver con la mera contemplación efectuada por un ocioso espectador.

Ahora bien, ¿es ello posible en este mundo en el que no sólo la banalidad y la mediocridad, sino la fealdad misma (fealdad arquitectónica y decorativa, fealdad vestimentaria y musical…) parece estar convirtiéndose en uno de sus ejes centrales? ¿Es posible esta presencia viva del arte en un mundo dominado por la sensibilidad y el aplauso de las masas? ¿Es posible que el arte se instale en el corazón del mundo sin que reviva –pero ¿cómo?– lo que fue durante siglos la auténtica, la vivísima cultura popular? Dicha cultura ha desaparecido hoy, inmolada en el altar de una igualdad que mide a todos por el mismo rasero, que impone a todos la sumisión a la única cultura –la culta– que nuestra sociedad considera posible y legítima. ¿No es pues la cuestión misma de la igualdad –la de sus condiciones, posibilidades y consecuencias– la que queda de tal modo abierta, la que resulta ineludible plantear?

Esbocemos una última cuestión, quizá la más decisiva. Toda la desespiritualización aquí denunciada está íntimamente relacionada con lo que cabría denominar el desencanto de un mundo que ha realizado el más profundo de los desencantamientos: ha aniquilado a las fuerzas sobrenaturales que, desde el comienzo de los tiempos, regían la vida de los hombres y daban sentido a las cosas. No hace falta insistir en la necesidad de dicho desencantamiento para explicar los fenómenos físicos que conforman el universo. Imprescindibles resultan para ello las armas de una razón cuyas conquistas materiales (tanto teóricas como prácticas) están sobradamente probadas. Ahora bien, ¿no son estas mismas armas y estas mismas conquistas las que lo pervierten todo, cuando, dejando de aplicarse a lo material, intentan dar cuenta de lo espiritual? ¿No es el poder de la razón el que lo reduce todo a un mecánico engranaje de causas y efectos, de funciones y utilidades, cuando pretende encarar la significación del mundo, cuando intenta enfrentarse al sentido de la existencia? El fondo del problema, ¿no estriba en este desmesurado poder que se ha atribuido el hombre al proclamarse no sólo “dueño y señor de la naturaleza”, sino también dueño y señor del sentido? Sólo gracias a la presencia del hombre, es cierto, surge, se dispensa esta “cosa”, la más portentosa de todas, a la que denominamos sentido. Pero de ello no se deriva en absoluto que el hombre disponga del sentido, sea su dueño y señor, domine y controle un misterio que siempre le trascenderá.

Semejante trascendencia no es en el fondo otra cosa que lo que, durante siglos, se ha visto expresado bajo el nombre de “Dios”. Enfocar las cosas desde tal perspectiva, ¿no equivale pues a plantear –pero sobre bases radicalmente nuevas– la cuestión que la modernidad había creído poder obviar para siempre: la cuestión de Dios?

Dejemos abierta, al igual que las anteriores, esta última cuestión: la de un insólito dios (quizá conviniera por ello escribir su nombre con minúscula), la cuestión de un dios que, careciendo de realidad propia –no perteneciendo ni al mundo natural ni al sobrenatural–, sería tan dependiente de los hombres y de la imaginación como éstos lo son de él y de ésta. ¿A qué mundo, a qué orden de realidad podría pertenecer semejante dios? No podría desde luego pertenecer a ese orden sobrenatural cuya realidad física hasta ha sido desmentida… por Su Santidad el Papa, quien en julio de 1999 –pero nadie se enteró– afirmaba que “el cielo […] no es ni una abstracción ni un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con Dios”. ¿Dónde puede morar dios, en qué puede consistir la naturaleza divina, si ningún lugar físico le conviene, si sólo de una “relación” se trata? ¿Dónde puede morar dios, sino en este lugar aún más prodigioso y maravilloso que está constituido por las creaciones de la imaginación?

Plantear la cuestión de dios no es otra cosa, en últimas, que plantear la cuestión de la imaginación, interrogarnos sobre su naturaleza: la de esa fuerza que, a partir de nada, crea signos y significaciones, creencias y pasiones, instituciones y símbolos…; esa fuerza de la que quizá todo dependa y de la que el hombre moderno, como no podía ser menos, también se pretende dueño y señor. Así lo cree este hombre que, mirando con condescendiente sonrisa a los signos y símbolos de ayer o de hoy, exclama burlón: “¡Bah, sólo son imaginaciones!”, mentiras, pues.

Álvaro MUTIS y Javier RUIZ PORTELLA


El presente manifiesto sólo lleva, de momento, la firma de sus autores. Quienes se sientan afines con sus ideas, pueden adherirse, pulsando para ello en "Adherirse". En su momento, se hará pública la rela-ción de las adhesiones recibidas. Mientras tanto, se irá informando de ello en la página "Firmantes".


Fuente: Manifiesto.org

26.6.02

ENLACES PARA HOY: JAZZ


Purojazz.com: una interesante página hispanoamericana de recursos sobre jazz. Desde esta página puedes escuchar el programa de radio que tienen.

Verve Music: la web de esta discográfica, con material muy interesante (mmm... no debería decir esto... pero da ideas para bajar música por la red...). También desde la página puedes escuchar pequeños fragmentos de sus discos (tampoco es que se pasen, pero bueno...). Una web muy cuidada y con estilo.

25.6.02

ENLACE PARA HOY: HABBO HOTEL



Disfruta de este chat, como Diógenes (el rapado de espaldas) hace.
En Habbo Hotel (en inglés).

19.6.02

EL RIVAL MÁS DÉBIL: LA ÉTICA MÁS DÉBIL

Últimamente me he aficionado a ver este insidioso concurso televisivo, no porque me guste su fórmula, por lo demás repetitiva y aburrida, de meterse con el concursante -siempre de una forma políticamente correcta, que estamos en la televisión pública-, sino porque no suele haber concursos de preguntas de cultura en general interesantes. Éste, como veréis tampoco es uno de ellos.

El concurso consiste en que una serie de participantes responden unas preguntas, tras las cuales hay que eliminar a uno de ellos. La eliminación se hace, claro está, por votación de los mismos concursantes, en la moda de lo que se lleva ahora en televisión. Lo divertido del asunto es que no tiene por qué haber motivos razonables para esas expulsiones. Como los concursantes se necesitan entre ellos para resolver el máximo de preguntas y recoger el máximo de dinero para las rondas siguientes, lo natural sería expulsar al concursante que se ve más flojo contestando las preguntas (de ahí el título del programa), para que se siga acumulando dinero. Sorprende saber la cantidad de veces en que esto no es así.

Muchas veces el concursante expulsado no es el peor, sino que es alguien que es visto como "peligroso" por lo mucho que sabe y puede molestar a los demás en la final. Y así se produce en muchas ocasiones el voto por cobardía, esto es, el concursante, y así lo reconoce a veces, vota para expulsar a alguien porque lo ve demasiado bueno para su nivel. En el caso del programa emitido el martes 18 fue patético: llegaron a las últimas rondas dos concursantes bastante flojos y uno con una cultura, digamos, bastante sólida. Cuando tuvieron que votar para ser dos, ¿a quién creéis que expulsaron? Al mejor, claro. Los dos concursantes malos se aliaron para botarlo de la ronda. Patético, como digo. A veces, el rival más débil es precisamente el ganador. De pena.

16.6.02

EL CADÁVER EXQUISITO BEBERÁ EL VINO NUEVO


Aquí os dejo un par de enlaces sobre esta técnica de composición:

http://www.el-planeta.com/travesia/corpse-1.htm
(Información sobre cadáveres literarios)

http://www.elarte.com.mx/5/participa.htm
(para participar en cadáveres gráficos, muy interesante)

http://www.geocities.com/Vienna/2050/cadaveres.htm
(cadáveres exquisitos en un ensayo de "Esperando a Godot")

http://anilina.virtualave.net/metro.htm
(Atención, muy interesante propuesta de acción para crear un cadáver exquisito a la antigua usanza: capturar fragmentos de lo que lee la gente en el metro. Leed con atención y deleite este link).

15.6.02

ENLACES PARA HOY

Text-Image: convierte una imagen cualquiera en texto ASCII. No sirve para nada, pero es entretenido.


Los artistas y la muerte: Una página muy interesante que relaciona arte y muerte. La sección de imágenes de máscaras mortuorias es bastante... macabra.

14.6.02

CAVE CANEM MATERCULAE SUAE o yo también amo la lengua latina

Aquí tenéis un par de enlaces sobre latín:

Actualidad del Idioma Latín.

Latina pro viatoribus:una curiosa guía de viaje por si te desplazas a algún sitio donde hablen latín :P.

Verba Cloacae: A Prurient Latin Vocabulary List: El vocabulario más barriobajero del latín, casi todo de contenido sexual.

ENLACES PARA HOY

El mundo de las bitácoras (weblogs) es prácticamente inabarcable. De la extraordinaria fecundidad de estos diarios enredados en la tela de araña rescato algunas páginas a revisar:

Atalaya: desde la tela de araña.

Defensa apasionada del Imperio... Galáctico (en inglés).

LA PARRILLA DE SAN LORENZO: Reflexiones sobre la televisión, o más bien sobre lo que se salva de la quema

I. Cowboy Bebop, obra maestra del anime.

Si hay una serie de animación que actualmente destaque en el panorama televisivo, esa es Cowboy Bebop. Otras series, como Los Simpson o Futurama, nos ofrecerán una visión irónica del mundo; Cowboy Bebop es otra cosa. Lo que nos ofrece este western espacial es una aventura en la que se conjunta la acción, el humor y el drama de una forma espléndida, adornado con una serie de bandas sonoras que son, hoy por hoy, de lo mejor que ha dado Japón en este terreno.
Cowboy Bebop es la historia de unos cazarrecompensas galácticos que en sus múltiples periplos por el espacio en la nave "Bebop" tendrán la oportunidad de enfrentarse a su oscuro pasado. La trama, por más que tiene algunos pequeños detalles de un gusto demasiado nipón, está muy bien llevada, y es de destacar la compleja construcción de los personajes.Quizá lo que atrae de ellos es el hálito romántico que exhalan, esa aureola de malditos con clase, el cigarrillo que pende eternamente entre los labios de Spike Spiegel, el impenetrable gesto de Jet, la locura báquica de la pequeña Ed... Todos tienen un carisma que los hace particulares.
Cowboy Bebop es, en fin, una de las mejores series de animación que se han emitido en muchos años. Descartemos infantiles clasificaciones obsoletas de animación=producto infantil: no nos engañemos, la animación aún tienen muchos productos buenos que ofrecernos; éste es, sin duda, uno de los mejores.

13.6.02

Enlacese

Otro enlace interesante para hoy, que aún no he leído del todo:

La ética informática, una nueva disciplina.

Cosas que usted NECESITA saber para hacer comics

Me gustaría reseñar aquí esta página que he encontrado al amparo de un interesante portal (www.solotutoriales.com). Se trata de unos consejos básicos para la gente que quiere empezar a dibujar o crear cómics. Efectivamente, el contenido no es muy original, pero lo que llama la atención es la franqueza con la que se dirigen al lector comentarios como estos:

-Quiero ser Famoso

-Olvídelo. Si ésa es su meta, usted está preparándose para una desilusión. Es una posibilidad remota. Haga esto porque es lo que usted ama

¡Por supuesto que soy un buen creador de comics!
¡He leído comics toda mi vida!

... Y ésta será su perdición. Está muy bien que usted haya leido muchas historietas, y admira a ciertos artistas. Pero si la suma total de su conocimiento de historia del arte y entrenando viene de leer historietas, usted fallará.


Usted debe hacer esto primero por la diversión de hacerlo, y la ganancia económica debe quedar en segundo plano... lo que me lleva a...

¡Felicitaciones! ¡Usted es Pobre!



En un mundo tan idealizado por el afán de enriquecimiento económico rápido, páginas como éstas son de aplaudir. Enhorabuena a los autores.

Fuente: Cosas que usted NECESITA saber para hacer comics.

11.6.02

Posterus progenies

Cómo han cambiado los referentes en tan sólo veinte años. Mi generación, la generación de Barrio Sésamo (Sesame Street de Jim Henson), dista tanto de las actuales... niños criados al amparo de Dragon Ball -que yo también, lo reconozco, seguí en su tiempo-, Power Rangers, Teletubbies, Pokemon o María Teresa Campos... ¿Qué futuro estamos dando a esta juventud criándolos con semejantes productos televisivos como niñeras?

Nosotros, al menos, teníamos un referente cultural, no comercial. Recuerdo incluso una canción de uno de los programas en los que se cantaba "¿Qué fue primero/ la gallina o el huevo?": ¡Señores, a nuestra tierna edad ya se nos daban nociones básicas de aristotelismo! En cambio, la noción más cultural que recibe ahora un niño es que tiene que "conseguirlos todos" o ver el glorioso espéctaculo de un teletubbie zampándose su "tubbiquema".
Hay que devolver al niño su dignidad.
Fragmento de Diógenes (6,38)

Había uno que llevaba largo rato leyendo. Cuando se veía al final del libro una parte en blanco, dijo: "¡Ánimo, hombres, queya veo tierra!"

10.6.02

Fragmento de Diógenes (Diógenes Laercio 6,32)

En cierta ocasión gritó: "¡Hombres a mí!" Y cuando acudió una gran multitud, los despachó golpeándolos con el bastón: "¡He dicho hombres, no basura!"
De vita beata

A veces el arte es una droga dura. He dejado el teléfono y en un rincón de la casa, alejado de todo y de todos, ha empezado a sonar un concierto de Vivaldi. Releo a Kavafis, pero inevitablemente vuelvo a la biblia del esteta, el compendio de la poesía moderna, el Museo de Cera de José María Álvarez, y vuelvo a paladear versos como los de "La isla del tesoro". "Elogio del tabaco", "Heart of darkness" o tantos otros... Qué vuelcos del corazón, qué mundo aparte es éste en el que con gusto me recluiría para siempre jamás ¡Malditos bastardos, nunca me arrebataréis esto!

sólo quedamos vivos sobre la ciudad kaputt johann s bach y yo
y los dos muy borrachos
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