19.5.23

The Crow: Curare y La piel del lobo

Recién he acabado de leer The Crow: Curare, otra pieza del puzzle de James O'Barr sobre la venganza y el descenso a los infiernos del ser humano en la serie que le ha valido la fama. Edita este tomo Yermo Ediciones en 2013. 

En The Crow: Curare, James O'Barr se acompaña de Antoine Dodé, dibujante francés que se acerca al estilo manga, para una historia protagonizada por un policía retirado que ha malgastado su vida personal por su trabajo.
 
Los cómics de The Crow son siempre pura emoción. Lo han sido desde el primero de ellos, el original, que te golpea con el impacto emocional del dolor del protagonista. Es un ejercicio de catarsis y es una bella obra maestra. Aquí, argumentalmente lo podríamos ver como un cómic flojo que cae en una serie de clichés del género policiaco: es así, sin duda. Su virtud consiste en la fuerza con la que te golpea, fuerza que tú le devuelves al Cuervo para que ejecute su venganza. Si has leído algo de El Cuervo probablemente sabrías decir de qué va Curare o cómo va a acabar, pero eso no hace que lo disfrutes menos. Porque lloras cuando el detective le pide perdón a la niña por no haber podido salvarla, y porque quieres ver cómo el hijo de puta que la ha matado muera como la sabandija que es. Lo dicho: emociones.
 
Yermo editó Curare junto a La piel del lobo, cuyo título en inglés es "Skinning the wolves", que da una mejor idea de lo que va. Esta otra miniserie escrita está también por James O'Barr, quien además pone algunas variantes de portadas. Brutales, como la que acompaña este párrafo.

 
Si la violación y muerte de una menor es uno de los peores infiernos que puede crear el ser humano, no podía faltar el definitivo... En La piel del lobo, El Cuervo visita un campo de concentración nazi.  No hay que darle muchas vueltas al argumento: El Cuervo se levanta para vengar a un padre asesinado junto a su familia por un coronel obsesionado por jugar al ajedrez con sus víctimas. Maniqueísmo total con un malo sin aristas, totalmente inhumano, en una historia que busca lo que ya habrás supuesto.
 
La piel del lobo es una catarsis a lo bestia para uno de los peores momentos de la humanidad, casi una mera excusa para matar nazis, que ya me va bien. Pero James O'Barr tiene tiempo de apuntar ciertos detalles históricos, como el señalar a todos los culpables de facto. Al final de la historia, los prisioneros escapan de un campo de concentración que ha sido destruido hasta los cimientos. Los supervivientes le dicen al Cuervo que irán a la ciudad más próxima. Él les advierte: "No vayáis a la ciudad. Sabían lo que pasaba aquí y no hicieron nada. Voy a visitarlos".
 
En resumen, la virtud de O'Barr es que te sacude en lo más íntimo y te lleva en un carrusel de emociones por el lado más oscuro del ser humano. Curare y La piel del lobo no son quizá los mejores Cuervos pero son una lectura visceral que te removerá y te hará sentir vivo.
 
No quiero terminar sin dejar aquí el artículo que escribí sobre el Cuervo original, que para mí sigue siendo una obra maestra del cómic, y recomendaros encarecidamente su lectura.    

6.5.23

Diario de lecturas (XXX)

Hace un par de años que mis índices de lectura son paupérrimos. A medida que mis hijas se van haciendo mayores, parece que el trabajo se multiplica y sólo encuentro un momento para leer cuando voy a la cama, antes de caer rendido otro día más. Como vi venir, este año la lectura de Normandía 1944 de James Holland me está costando mucho: más de 700 páginas que, aunque muy interesantes, no logro configurar en mi cabeza cuando el autor baja al terreno de lo concreto y describe escaramuzas tácticas que, simplemente, no puedo representar en la cabeza. Llevo cinco meses con el libro y todavía me quedan 200 páginas.

Pero hete aquí que una circunstancia azarosa hizo que mis lecturas se reactivaran hace un par de meses. Dos tapones muy gordos en los oídos (me temo que facilitados por el uso de auriculares "intraoído"), me llevaron, primero, a buscar auriculares de diadema para mis viajes en bus (llevo todo el curso yendo al trabajo en este servicio público, lo que se traduce en una hora y media cada día de trayectos), segundo, a intentar leer en el bus, al menos en el primer transbordo, en el que siempre me puedo sentar y no es demasiado movido. Siempre me he mareado leyendo en el coche, pero ha resultado que, en este pequeño lapso de quizá 20m. del primer bus que cojo, que va prácticamente en línea recta hasta donde me bajo, sí que he podido leer con comodidad. Y eso me ha animado mucho. Empecé por terminar La utilidad de lo inútil, de Nuccio Ordine, recomendación de Silvia Broome, y me entusiasmó. La pasión de este hombre, su completo convencimiento en las ideas humanistas, me llegaron mucho y me dieron fuerzas para seguir adelante en mi trabajo. Seguí con otro libro de Ordine, Los hombres no son islas, que, a pesar de que tiene muchas coincidencias literales con lo que cuenta el autor en su libro anterior, el compendio de textos de autores clásicos que tratan temas directamente relacionados con nuestra vida (el amor, la consideración de pareja, el racismo, el clientelismo de la universidad, el humanismo, etc.) es realmente excelente y resulta una guía fantástica por si algún día uno quiere entrar en esos clásicos por sí mismo. 

Llevado por el culturalismo, en el buen sentido, de Ordine, revisé mi biblioteca en busca de libros breves que pudiera leer en ese pequeño lapso de autobús. Y volví a Borges, autor que en la universidad me había apasionado. Leí Discusión, pequeños ensayos y conferencias de diversos temas, sobre todo literatura, filosofía y cine, y luego Los conjurados, un poemario que, si no he entendido mal, es el último libro publicado por el argentino. Del primero, me encantó su erudición, hasta el límite de lo pedante, pero a Borges siempre se lo perdono. Muchas veces se me escapan las referencias que utiliza, y además la manera que tiene de decirlo no es precisamente la más sencilla (esto lo noto ahora, no creo que lo advirtiera hace veinte años), pero su sutil y soterrado humor me conforta. Respecto al segundo, me llamaron la atención varios pasajes, y sobre todo el aire personal que transpira la primera parte del poema. Luego la erudición vuelve a abrirse paso, y nos encontramos con los temas de Borges de siempre: la eternidad, el tiempo, el eterno retorno... Pero en Los conjurados el tamiz lo pone un autor ya ciego, y probablemente consciente de que está agotando sus días. Me estremeció. Por ejemplo, éste, que no parece de Borges:

Tríada

El alivio que habrá sentido César en la mañana de Farsalia, al pensar: Hoy es la batalla.

El alivio que habrá sentido Carlos Primero al ver el alba en el cristal y pensar: Hoy es el día del patíbulo, del coraje y del hacha.

El alivio que tú y yo sentiremos en el instante que precede a la muerte, cuando la suerte nos desate de la triste costumbre de ser alguien y del peso del universo.

Lo cierto es que ante la idea de otro año en que mis lecturas fueran escasas, las últimas circunstancias me han animado, han hecho que recuperara la ilusión por leer y me han insuflado, de alguna manera, el espíritu humanista, filosófico y literario de los autores que he leído.

2.5.23

El síndrome de la cornucopia o la sobreabundancia contemporánea


Escribo por segunda tercera vez este artículo después de que la versión original se perdiera en la purga de usuarios de La Voz en el Muro, un fallido proyecto de portal de contenidos creados por los usuarios.

Pero como Ramon Llull después del naufragio en el que perdió sus obras, sólo me quedan ideas de lo que una vez puse por escrito. El artículo hablaba sobre la instantánea disponibilidad de los contenidos en internet, la amplísima oferta, la frustración por no llegar a todo, y lo que todo ello nos hace sentir. Dejo por aquí las impresiones que recuerdo.

Actualmente, uno busca cualquier película, cualquier canción, cómic, videojuego... Y en la mayoría de los casos, con una búsqueda bien hecha, obtendrá lo que quiere en menos de diez minutos, incluida su descarga.

Hemos llegado a un punto en que tenemos muchísimo más de lo que podremos disfrutar en nuestra vida. Se le ha llamado síndrome de Diógenes digital, pero yo prefiero llamarle síndrome de la cornucopia, donde la red es una pradera del País de Jauja dispuesta a ofrecernos todo lo que queremos y más. No sé vosotros, pero yo tengo más videojuegos en Steam de los que podré jugar nunca (además de algunos en formato físico que compré y nunca llegué a instalar), más música de la que podré escuchar nunca (centenares de cds, y luego decenas de dvds llenos de mp3, y luego discos duros físicos de gigas y gigas de música, sumando miles o decenas de miles de álbums), más películas de las que podré ver (un montón de copias físicas de rebajas, incluso ediciones metálicas que no he estrenado, películas que tengo almacenadas en soportes rígidos o cds, algunas desde 2003 y sin haber visto; y ahora con las plataformas digitales ya es el acabóse) y más libros y cómics de los que podré leer en lo que me queda de vida. Ahora, a esto le podría añadir los juegos de mesa. Me engaño con la ilusión de que sí, pero no.

Siempre digo que, cuando compramos un producto cultural, sea una película, un libro, un juego... lo que en realidad querríamos comprar es el tiempo necesario para disfrutar de ese producto. Y eso no es así. Pensamos que "algún día", bajamos tal película o tal pdf "por si acaso luego tumban esa página* y no soy capaz de volverlo a encontrar", e incluso la más divertida: "cuando me jubile tendré tiempo", ¡cuando todavía nos falta media vida laboral o más! (*mira por donde, este pensamiento me vino bien cuando se cargaron el repositorio rolero The Trove.Net).

Afortunadamente, con algunas cosas he podido poner freno. En los videojuegos, las famosas rebajas de Steam no me afectan porque los videojuegos fue a lo primero que renuncié cuando entendí que mi vida se encapsulaba. No es que lo haya dejado del todo, pero es algo que tampoco echo mucho de menos. Con la música pasa otro tanto, antes bajaba un montón de novedades mensuales, gracias a las infinitas posibilidades de la descarga directa, sobre todo del mundo del metal, y apenas podía echarles alguna oída. Ahora compro muy pocos cds ya no compro cds (ya tengo suficientes, y siempre acabo escuchando lo mismo... cosas de la edad) y el ansia por bajar cosas la ha solventado el streaming gratuito en páginas como Deezer, Youtube o Bandcamp. Con los libros y cómics me he frenado mucho casi en seco, porque además con el trabajo en Papel en Blanco y Ultima Hora, tengo lectura de sobra sin pagar. El lado negativo de ello es que muchas veces leo cosas que no me interesan o que no hubiera leído por voluntad propia. (A este respecto, leed la entrada La focalización y el problema de las redes).

Este año [¿2019?] me propuse dejar un poco de lado la dictadura de la novedad y de la lectura por compromiso a la que me obliga mi trabajo para disfrutar un poco más personalmente de lo que quiero leer. Lo conseguí a medias, sí es cierto que intenté elegir más lecturas (y relecturas) totalmente voluntarias, pero al mismo tiempo con el rabillo del ojo veía como la pila de libros por leer iba subiendo hasta límites absurdos (calculo que ahora mismo ronda el metro y poco más de altura).

Pero a lo que vamos: el enfrentamiento que quería exponer es el de la materia contra el tiempo. Cuando tengo un momento para instalar un videojuego, miro la lista de más de 400 títulos... y no sé qué poner, porque tengo 5 ó 6 opciones que me apetecen lo mismo. Hace poco leía sobre el juego de mesa de This War of Mine, basado en un videojuego. Me puse a comparar precios, y al ir a consultar el del videojuego... ¡Me di cuenta de que tenía el juego en Steam desde 2017 y ni siquiera lo recordaba! Cuando subo a la biblioteca y me apetece leer un libro, tengo tantas opciones, pero tantas, que me agobio. Repaso estanterías y baldas, y empiezo a localizar libros que tengo muchas ganas de leer: siete, ocho, nuevo, doce... Y me empiezo a poner nervioso, porque lo que tendría que ser el espacio más calmado, relajado y cómodo de la casa me está empezando a estresar. A veces husmeo en alguna balda, y descubro libros que ni recuerdo que tenía. Alguna vez he estado a punto de comprar un libro que ya tenía, si no es que lo he hecho realmente.¿Es sólo la parálisis del análisis lo que me afecta? Yo creo que es algo más: es el lado oscuro del consumismo riéndose de mí en la cara. ¿No querías todo esto? ¡Ya lo tienes! ¿Y ahora, qué? Es una lucha destinada al fracaso.
[Aquí se corta el borrador de mi digresión, pero ahora mismo no me veo capaz de seguirla. Sirva esta muestra para hacerse una idea de lo que quería decir.]

3.2.23

Parecidos razonables (XLVII): Portada de Áureo vs. Frank Frazetta

Parecidos razonables (imagino que homenaje consciente) entre el cuadro El cerebro, de Frank Frazetta (1967) y la portada del juego de rol Áureo (2021), obra de Cuco Carrillo (el autor del libro, no he podido localizar quién es el autor de la portada en concreto).




9.1.23

Cerrando 2022: los juegos de mesa

 

 

Quizá la única buena cifra (considerable) de 2022 en estos balances de ocio que hago aquí ha sido la de juegos de mesa: 668 partidas, que superan ampliamente las 511 anteriores. A ello ha contribuido, sobre todo, el poder abrir de nuevo el Aula de Juegos Immaculúdica del cole donde trabajo, y, al menos en la primera parte del año, gracias al horario ampliado del comedor debido al covid. De repente teníamos dos horas netas para jugar de lunes a jueves (excepto reuniones y otras cosas), y si a eso añadimos un grupito de 3º de ESO de gente muy guapa que me acompañó en todo lo que les propuse (euros, temáticos, rol...), no puedo sino estar agradecido. Este grupo ahora está en 4º y sólo me quedan 5 meses de disfrutarlos, así que espero que sigan queriendo compartir su tiempo conmigo. No saben el bien que me hacen.






Haciendo un comentario muy por encima de esta enorma lista, querría destacar algunos títulos. Uno de los títulos del año, sin duda, sería The Thing, el juego de roles ocultos que sacó este año GenX. Es una fiesta, muy temático, refleja muy bien la película y cuantos más jugadores, más divertido es. 


 

Dos juegos solitarios que he disfrutado porque me han creado una extraña sensación de paz y tranquilidad mientras los jugaba: The Mission (HQ en español) y Silent Victory (GMT). Gestionando la cristiandad o hundiendo barcos japoneses en el Pacífico, los dos me han resultado muy amenos. 

Un juego que me ha gustado y por el que me he interesado bastante por conocer la revolución norteamericana ha sido la serie Battles of American Revolution, con el tripack Guildford-Saratoga-Brandywine. No acabo de controlar las reglas del todo, pero estoy seguro de que, cuando vuelva, una vez leídos dos o tres libros sobre la época, aún me gustarán más. 


Tardó mucho en llegar, pero al final lo hizo: Dungeon Degenerates es un dungeon crawler con un estilo cafre-punk, dirección artística de cómic underground y paleta cromática para arrancarte los ojos. Muy interesante, con cientos y cientos de cartas de encuentros y enemigos, y con una rejugabilidad muy alta. No llega a ser rol (spóiler: ningún juego de mesa llegará nunca al nivel de jugar a rol de verdad), pero es muy divertido.


El año pasado ya destaqué The Lamps Are Going Out, y es que me gustan estos grandes estratégicos de la IGM, así que este año repetí con Imperial Tide, una especie de Senderos de gloria light, pero que sigue dando la impresión de jugar la IGM bastante bien. 

 

Otros juegos que me han gustado jugados durante este año: Lock Up, un euro con temática carcelaria-fantástica que pasó muy desapercibido y que es muy divertido, con más interacción entre jugadores de lo que suele ser habitual; Band of Brothers, un táctico que me gustaría introducir en el cole; El dilema del rey, un legacy que gustó en nuestro grupo a pesar de que aún no lo hemos terminado.

 


Los fiascos del año: Karak, El jurado, Saladdin, 303 Squadron, y mención aparte, Hellboy. Mi propósito era jugar los 6 casos de este juego estas navidades, pero creo que al terminar el tercero lo desmonté y volveré a él más adelante. Lo estoy jugando con la MinionD10 y a ella le gusta, pero a mí se me está haciendo muy repetitivo y limitado. Edge cometió un error al sacar el core básico y nada más. Si lo hubiera editado ahora, en esta euforia que vivimos, seguramente habría podido vender la edición KS con toda su mandanga o al menos vender las expansiones aparte. Pero el juego básico es muy muy limitado, y enseguida te cansas de matar a las putas ranas todo el rato. Es una pena, el juego tiene unos componentes de 10, los dados, las fichas, las minis... Pero le falta más variedad.  

 

Para 2023 me conformaría con llegar a los niveles de 2021, porque soy consciente que la cifra astronómica de este año ha sido fruto de un cúmulo de circunstancias que no creo que se repitan fácilmente. Una de las cosas que me gustaría poder hacer es jugar más en grupo y menos solo, e intentar profundizar aún más en los wargames en compañía. Tengo esa esperanza.

6.1.23

Cerrando 2022: la música

Compruebo con estupefacción que el año pasado no realicé mi balance musical de 2021. Bueno, de todas maneras no habría mucha diferencia entre el anterior de 2020 y el de 2022 que hoy publico, más para mí mismo que por nada más. 2022 ha sido un año que ha visto crecer el número de escuchas, pero año tras año mi cerebro de cuarentón se va anquilosando y reconfortándose en la música que ya conozco. Siempre he tenido una curiosidad natural hacia nuevas músicas -ahí están las reseñas mínimas que sigo sacando-, pero de nuevo el tiempo juega en contra de ir haciendo descubrimientos. Cuando uno no tiene tiempo, va a tiro fijo. Y por tanto, a lo que ya conoce y ama.

Los 60 álbums más escuchados en 2022:

Pocas sorpresas, exceptuando algún grupo de dungeon synth y un disco de Katatonia sobre el que no había profundizado.


Los grupos más escuchados este año son viejos conocidos.

Sin sorpresas: Katatonia, Gardel, Billie Holiday (que además, cuando hay pistas en las que canta con orquesta se indexan diferente, por lo que podría estar más arriba; idem del Coro del Monasterio de Silos o [The Lord Weird] Slough Feg), Tom Waits...

Álbumes destacados: Discorauged Ones, un "viejo" descubrimiento, porque era un álbum de Katatonia que no tenía controlado y me gustó mucho. De estos 16 más escuchados, quizá el más actual sea New Organon, que cumple muy bien como nuevo trabajo de Slough Feg.


Y no puedo decir mucho más: si en algún momento escucho algo, lo tenéis en mis Reseñas Mínimas que he reseñado bajo este tag. No creo que el 2023 corrija esta tendencia, así que sólo me queda anclarme en mis viejos vicios.


5.1.23

Reseñas extremas mínimas (XXVII)

Hace tiempo que tengo algunas reseñas colgadas a medio escribir, así que para no postergarlo más voy cerrando el artículo con lo que tengo escrito. Como siempre, AMG ha ayudado a encontrar nuevas músicas a las que prestar una oreja.

· I Am The Night - While The Goods Are Sleeping (2022). ¿Queréis embarcaros a un viaje a la nostalgia del buen black metal sinfónico de los 90? Este proyecto, de intuitivo título y miembros pasados y presentes de Omnium Gatherum, Insomnium, Abhorrence y Paradise Lost, es un homenaje clarísimo a las obras maestras que cimentaron la tercera ola de black metal, especialmente de Emperor y Dissection. Títulos tan evidentes como I am the night u Ode to the Nightsky (alguien comenta "sounds like 90s Ihsahn making a guest appearance on a bonus track for Storm of the Light's Bane", y no se me ocurre mejor descripción) nos indican ya las intenciones del grupo. Un ejercicio de nostalgia, pues, realizado de forma impecable. Como dicen en Last Rites, "I Am the Night really, really loves In the Nightside Eclipse, and they’re quite good at illustrating that point".
    
 
· Desmond Doom - Surf-Goth (EP) / B-Sides(2022). Otro viaje de nostalgia, en este caso al corazón del post-punk. En la línea de lo que hicieron en su momento She Wants Revenge y luego grupos como She Pasts Away, este Desmond doom recrea los sonidos ochenteros del gótico bailón de Sisters of Mercy. La propia banda describe su música como “Joy Division meets The Smiths in Eastern Europe”, supongo que por cuestiones de márketing y memeces de moderneo, porque aquí lo que suena son los ecos de la banda de Eldritch (vale, en Take Me Back sí que se reconoce la influencia de Ian Curtis). Efectivamente, escuchando el B-Sides, resuenan también los dejes de Joy Division e incluso de The Cure en Tears of Mothers. Una de las cosas que ma dan un poco de rabia es el no querer adscribirse a una corriente por cuestión de parecer moderno. ¿Cómo diferenciar un grupo que busca hacern una especie de relectura irónica de esta música y alguien que simplemente se suma al estilo porque es lo que le gusta y se siente parte de esa "tradición"? Ah, la posmodernidad.

2.1.23

Cerrando 2022: los libros

En Papel en Blanco he comentados los 6 o 7 libros que más me han gustado de las lecturas que he hecho durante este año (los cómics no cuentan, van en otra lista).

Como indico en el post y en el anterior de resumen, las lecturas este año han bajado a niveles mínimos (44 títulos), pero he disfrutado mucho de este puñado de títulos destacados (otros de LIJ van reseñados en Bebé a Mordor, y los cómics en su entrada particular). Espero que 2023 traiga, si no más número de lecturas, al menos el mismo goce de las pocas que haga.

 

1.1.23

Cerrando 2022: los posts

Este año he sentido que mi actividad había descendido claramente, sobre todo por el ritmo errático de publicaciones de reseñas en Ultima Hora, que han marcado mi poca escritura y por consiguiente publicación en Iconotropía y Papel en Blanco. En mi trabajo he aumentado la carga de horas y eso se ha notado: al no tener ningún día libre, no lo puedo dedicar a escribir como hacía antes. Otra de las cosas que he tenido que dejar un poco ha sido las colaboraciones con Bebé a Mordor. Pero si nos atenemos a los fríos números, los artículos han aumentado respecto a 2021, y eso ha sido por el cambio de rumbo (a positivo) que ha tenido Papel en Blanco. Este año 2022 se ha consolidado una nueva plantilla de redactores que ha aumentado el ritmo y la calidad de la web, con la aportación de hasta 4 colaboradores más. Por otra parte, a cambio de dejar más abandonados Iconotropía y el mundo del cómic y el cajón de sastre que es Cisne Negro en el último lustro, me he enfocado más en mi interés por la Historia, los conflictos bélicos y los wargames en El Desafío de las Águilas.

Resumen
Papel en Blanco:   71 (cuenta común), 23 (usuario propio) = 94, mejor que el año pasado (73 posts), pero lejos de los 127 de 2020.

Iconotropía: 21 
Cisne Negro: 11
Immaculúdica: 7

Bebé a Mordor: 6

El Desafío de las Águilas: 13

Total: la cifra sorprendentemente aumenta respecto al año pasado: 152; en 2021 fue de 139; mientras que en 2020 fueron 209 y, o tempora o mores, 393 entradas en 2018.

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