24.8.15

Diario de lecturas (IX)

Fui a la Biblioteca Can Sales, donde hacía mucho que no acudía, porque mi pareja quería coger algunos libros. Aproveché para revisar su sección de cómic y comprobé feliz que ha ido aumentando con los años hasta alcanzar dos pasillos. No suelo usar mucho las bibliotecas públicas, pero el fondo de Can Sales de cómic está realmente bien. Ya que estaba allí, aproveché para tomar en préstamo algunos cómics de los que había leído reseñas de mi compañero Jaume Salvà en su La maquinació temerària, de los que hoy quiero hablar mínimante, siquiera para tener una referencia personal para el futuro.
No he leído mucho a Daniel Clowes; tal vez todo lo que ha aparecido a partir de 2008, que fue cuando empecé a escribir en el periódico (Wilson, por ejemplo). Con anterioridad se me escapan sus obras, puesto que nunca llegué a él ni por amigos ni por propias lecturas; pero Salvà comenta varios de sus cómics en sus reseñas y decidí saldar la deuda con una de sus obras más reconocidas, Como un guante de seda forjado en hierro (La Cúpula, 2007). Y efectivamente, es ésta un mindfuck en toda regla, un cómic en el que el surrealismo sucio propio del autor se abre paso para contar una historia enfermiza y desquiciada sobre un puñado de personajes estravagantes, en la que el personaje protagonista es tomado por una trama de pesadilla. Un cómic complicado si uno no conoce ya el talante del autor. Como a otro que ya conocía, Sean Murphy, autor de Off Road (Dibbuks, 2006). La obra, que sigue a unos jóvenes en una salida en todoterreno por el campo, no tiene el menor interés a nivel de argumento. El autor de Punk Jesus o Hellblazer: Ciudad de demonios debuta con esta obra en un titubeante lápiez que le debe mucho al manga pero que ya presenta su peculiar estilo de líneas afiladas Es increíble cómo en un lapso de seis años, Sean Murphy ha sido capaz de evolucionar tanto y tan bien, convirtiéndose en uno de los mejores del actual mainstream
De Aude Picault había leído alguna cosilla (Travesía, Sins Entido 2010), pero no me había entusiasmado. Voy a ser sincero: cogí Papá (Sins Entido, 2010) porque me pareció un cómic fácil y rápido de leer. Y me encontré con un cómic que, en su sencillez, me cautivó. Picault se enfrenta en él a los fantasmas del suicidio de su padre, un tema que no es ajeno al mudo del cómic (que yo recuerde, así de pronto, me viene a la cabeza el extraordinario Funhome de Alison Bechdel). En su habitual estilo sencillo y minimalista, aunque a la vez barroco y lleno de líneas quebradas, Aude dialoga con su padre, busca razones, plantea su duelo, llora su pérdida de una forma muy sentida... Me ha gustado mucho, pese a la sobriedad de su propuesta.
Y para el final dejaba El misterio religioso (Zinco, 1995), de Grant Morrison y Jon J. Muth. Una obra que me sorprendió muchísimo porque nunca jamás había oído una sola referencia, imagen o portada de él, y eso a pesar de tener a dos autores importantes y a haber sido publicada hace veinte años en nuestro país. Que yo sepa, no ha sido reeditada nunca. Me la llevé con extraordinaria curiosidad. Y me encontré con un cómic de Grant Morrison en estado puro. El punto de partida: tras la representación teatral de un texto medieval, muere un actor. Concretamente el que hace de Dios. A la escena del crimen llega un agente para intentar solventar el misterio. Con esta propuesta (es decir, todo empieza con la muerte de Dios), Morrison escribe una novela gráfica corta en la que habla sobre la naturaleza de bien y del mal, del orden y el caos universal. El protagonista busca respuestas, pero el primer sospechoso interrogado le confirma que no las hay. El policía busca poner orden su mundo como justificación existencial, pero el orden no es posible en un mundo caótico como el que vivimos. Además, a eso le añadiremos que nada es lo que parece y que el protagonista oculta un secreto terrible. Una gran obra que, no sé por qué, ha quedado olvidada dentro de la carrera de Morrison, pero que es muy interesante, y a la que me gustaría dedicarle más tiempo en el futuro haciendo un análisis en profundidad. Algún día, quizá.

17.8.15

Referidos, algún día diré vuestros nombres (XI)

Algunas de las cadenas de búsqueda más disparatadas por las que los internautas han llegado a este blog en los últimos meses:

· cual es la profesion mas odiada
· peliculas de escupitajos en la cara
· los banpiros comoson enlarealida
· pesados bono noche hotel
· a mi no me mires yo vote a kodos

15.8.15

La niña del Louvre

He seguido, con una mezcla de curiosidad e indignación, las reacciones a un tuit de @davidHAjugadoco, donde aparece una fotografía tomada en el Louvre de París. En ella se ve a una niña de unos cuatro o cinco años usando un portátil a los pies de una estatua. El usuario comenta que la niña estaba viendo la película Big Hero 6 dentro del museo. Este es el tuit y ésta es la captura:

Hay reacciones para todos los gustos. Airadas e irónicas, las que más. Algunos claman por la ocurrencia de meter a la niña en el museo; otros se jactan de haber ido a París, hacerse una foto en la entrada del museo y no haber entrado, algunos señalan que evidentemente la niña estaría más interesada en ver la película que en los trozos de piedras que hay expuestas. Twitter favorece precisamente eso: el chascarrillo fácil, la digestión ultrarrápida, las respuestas mordaces, y a otra cosa.  En 144 caracteres tampoco da espacio para mucho más.
Mi primer pensamiento, y así lo retuiteé, fue que el problema no era que la niña estuviera viendo una película, sino directamente entrar en el museo con un portátil.
Pero luego le di más vueltas, de ahí que terminara descargándolo todo en este post. Para empezar: la presunción de que lo que nos dice el post sea real. Evidentemente da igual si estaba viendo Big Hero 6 o lo que fuera, eso es indiferente. Pero tenemos que fiarnos de lo que nos dice David. Primera consideración: el cuestionamiento de la veracidad de lo que vemos en internet (el chascarrillo que circuló ayer mismo sobre Sánchez Dragó teniendo relaciones sexuales en bares...  Todo muy divertido, pero por las pruebas que se aportan, podría ser todo un infundio).
Con todo, el hecho de que use el portátil es irrefutable (y no un mero portátil, es un Mac, ojo). Y aquí viene el problema que señalé yo al principio: ¿por qué entras en el Louvre con un Mac? De nuevo, la descontextualización de la imagen no nos lo permite saber (¿es un artista? ¿iba a trabajar con él dentro del museo?¿es un turista y no tenía donde dejarlo?), pero igualmente, ¿qué hace la niña usándolo? Y aquí me pongo en la piel de papá. Sí, puedes llevar a una niña de tres, cuatro o cinco años a un museo. Y le va a gustar. Sí, y si no es así es que has empezado a educarla muy mal, porque si a esa edad no tiene curiosidad, nunca la tendrá. Pero eso no quita que, al cabo de un tiempo, termine aburriéndose. Vamos, hasta nosotros nos llegamos a aburrir en los museos, confesadlo. Cuando yo visité el Louvre no tuve ni por asomo la intención de verlo todo, porque sería de locos hacerlo en una sola visita de un par de horas. Fui con unas amigas y seleccionamos las áreas que queríamos ver por intereses personales: una de ellas, cerámica antigua; yo, pintura del XIX. Pero con niños pequeños no puedes pretender que puedan estar dos o tres horas viendo obras de arte, es sencillamente imposible. ¿Y qué ocurre? Les das algo para que se entretengan. Alternativas: no vayas con los niños. O puedes ir, pero tienes que hacer descansos, sacarlos fuera, o algo así, yo qué sé. Este señor puede que le diera el portátil a la niña porque ésta estaba ya hasta el moño de estatuas romanas o ánforas griegas. No lo sabemos. ¿Era lo mejor? Cada uno sabrá.
Lo que me escama a mí de todo este tema son los comentarios que apoyan lo que hace la niña frente a la opción del museo, algunos considerando lo que he dicho más arriba, pero otros directamente descartando la opción: "el cine también es arte y también es cultura. Bastante más accesible para un chiquillo que un museo aburrido", dice uno. En algunas respuestas late en el fondo un desprecio por la cultura "canónica", una manifiesta ostentación de la ignorancia, que es lo que más asco me da de este asunto. Esta cuestión, como se ve, es cuestión de matices, y Twitter no hace más que señalar maniqueamente posiciones que tienen mucho más margen del que pensamos. Al final de darle vueltas mi conclusión es: claro que el cine es cultura, claro que la niña puede ver una película de Pixar, pero también claro que se puede ir a museos con niños pequeños, claro que una niña de cuatro años puede disfrutar de sus tesoros, y claro que terminará aburriéndose y pidiendo hacer otra cosa.
Claro que igual todo este asunto es intrascendente y en el fondo sólo un pasatiempo para crear polémica. El autor del tuit termina diciendo entre las reacciones "yo que subo chorradas para echarse unas risas y la peña se lo toma en serio". Pues nada. A otra cosa, siguiente tuit.

10.8.15

Diario de lecturas (VIII)

Voy aprovechando el verano para liquidar algunos de los libros que tenía pendientes desde su caza en la Feria del Libro de Madrid. Los cristianimos derrotados me ha gustado bastante. Llevaba mucho tiempo buscando un libro así: una historia de los movimientos heterodoxos del cristianismo, y el historiador y experto Antonio Piñero no decepciona. El libro no es un ensayo fácil, pero sí muy interesante, sobre todo para entender cómo las disensiones dentro del cristianismo fueron muchas y sonadas casi desde su nacimiento, pasando de ser una tímida rama marginal del judaísmo a tener una sola voz con el paso de los siglos y los concilios, que fueron puliendo la teología oficial y arrinconando las heterodoxias.

Encontré en la caseta de Reino de Cordelia a Luis Alberto de Cuenca; y como no tengo ningún libro suyo firmado, y quería hablar con él, aunque sólo fuera un momento, compré El cuervo y otros poemas góticos. Muchos de los poemas incluidos en esta antología romántica y emblemático-sublime ya los había leído, pero en esta ocasión venían unidos temáticamente e ilustrados por Miguel Ángel Martín (artista, por otro lado, que no es de mi interés). Como siempre, De Cuenca demuestra estar en excelente forma poética, y el conjunto, que apela a los monstruos clásicos bien como metáfora del yo o de la relación del yo con los otros, es fantástico. Destaca el poema que da título a la compilación, una relectura del clásico de Poe en clave metapoética.

Finalmente, otro libro corto: Edgar Allan Poe y otros ensayos, de Rubén Darío. Efectivamente, el texto, que reúne sus perfiles del autor de Baltimore, junto a los del Conde de Lautréamont, León Bloy y Paul Verlaine, forma parte de Los raros, título que nunca he conseguido localizar. Darío selecciona aquí a cuatro malditos, cuatro heterodoxos geniales en los que, obviamente, se ve reflejado. Poe, divino y satúrnico, borracho pero clarividente, es uno de sus referentes. Sus cuentos de terror están directamente inspirados en él y es posiblemente el primero, o al menos, uno de los primeros, en reivindicarle en la espera hispana. Posiblemente Darío se ve representado en esa fatigosa lucha que Poe llevó contra el alcohol, porque él la sabe también suya. Pero, al contrario que él (o que Bloy o Verlaine), Poe no era creyente, una pulsión que reconoce en el Príncipe de la Poesía parisino y que le acompañaría a él en sus últimos años. De Lautreámont, Darío también es uno de los primeros en defender su obra en español (cuando el nicaragüense escribe, ni siquiera se conocía su auténtico nombre, Isidore Ducasse), pero alerta de la profunda oscuridad que alberga en su interior. Y de Bloy admira su capacidad de disidencia, de luchar contra viento y marea, y ser libre para opinar vehementemente (esto es, hasta el insulto). Los cuatro perfiles son muy breves, pero permiten conocer un poco mejor, más que a esos escritores, al propio Rubén.

Ah. Y un extra, del que obviamente volveré en Iconotropía: la reedición de Pies descalzos (Hadashi No Gen), de Keiji Nakazawa  la historia de supervivencia de Gen Nakaoka en la Hiroshima de la bomba atómica. Esta es, creo, la tercera vez que leo este manga. Y siempre que lo hago consigue emocionarme hasta las lágrimas. Increíble testimonio para legar a las futuras generaciones, no sólo sobre el sinsentido de la guerra, sino también sobre la mezquindad del ser humano y su capacidad de sobrevivir.
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