6.11.11

¡Qué horror de monja!

Si no había tenido suficiente de cine de terror español contemporáneo con La herencia Valdemar, esta semana nos aprestamos a ver La monja (2005), otra película infame que demuestra los niveles patéticos que alcanza el cine en este país. Para resumir brevemente esta película, podríamos decir que es una mezcla entre Sé lo que hicisteis el último verano y Dark Water, con unas gotas de final tramposo made in M. Night Shyamalan. 
Con sólo leer el título, la película ya nos prepara para lo peor. La película se inicia con un flashback de una escena típicamente española: un colegio de monjas con unas niñas internas -vestidas al estilo Rebelde Way- donde la superiora de turno que les da clase habla sobre el pecado, la tortura infernal, la virtud, y todas esas cosas con las que están obsesionadas las monjas. La primera escena es tan artificial y delirante que parece sacada de una película porno: temía que, por momentos, se iniciase en el aula una gran orgía lésbica con monja lasciva incluida, cosa que, por desgracia, no llegó a ocurrir.

Glu glu.
[Atención, contiene SPOILERS, aunque yo recomendaría que directamente evitéis esta película] En fin, que un grupo de chicas internas se cargó a una monja y ahora ese mismo grupo empieza a morir misteriosamente. En todo ello se verá envuelta Eve, la hija de una de ellas, que viajará hasta Barcelona (donde estaba el internado) para saber qué puñetas ocurrió con su madre y las otras amigas. Para cuando llega a la Ciudad Condal, the nun from beyond ya se ha cargado a tres de las chicas del grupo original.
Tras diversas pesquisas supervisadas por el azar, en medio de una tormenta nocturna -como no podría ser de otra forma-, Eve y el grupito de amigos llegan a un camino secundario, se paran a debatir qué hacer y ¡voilá! Allí mismo hay un cartel que dice que por ahí se va al balneario-ex internado Virgen de la Penitencia. Tras coger un camino de cabras, se encuentran un coche cruzado en el camino. Al parar, naturalmente el coche no vuelve a arrancar. Llegan a pie hasta el colegio, donde, a pesar de haber sido abandonado hace, digamos, 15 años, es posible entrar forzando un candadito, y todo está tal cual: las monjas ni tan siquiera se llevaron las figuras, los cuadros, los utensilios de cocina, ¡los libros de las aulas! Todo muy verosímil. Allí encuentran a dos de las amigas de la madre de Eve, que también han acudido en medio de la noche para resolver qué puñetas está ocurriendo. Convenientemente armados con un arpón y una linterna de submarinista, que ¡oh venturoso azar! alguien llevaba en el coche, se disponen a intentar dar luz al edificio, y, ¡maravilla! lo consiguen (¡si Endesa llega a enterarse!). Pero la monja es implacable, y se pela a las dos amigas inevitablemente antes de que uno de los chavales descubra que las muertes se están produciendo de acuerdo con las de las santas que daban nombre a cada una de las chicas. Esto llega a saberse porque en los pasillos del edificio abandonado cuelgan unos cuadros de las susodichas santas en el momento de su agonía; en un mismo pasillo, coinciden, ¡oh casualidad!, las cinco santas cuyo nombre llevan las recientemente finadas. Al seminarista lumbrera amigo de Eve se le enciende la bombilla y decreta que si la monja (su cadáver, se entiende) había permanecido hasta ahora bajo el agua y recientemente han vaciado el estanque en el que estaba, lo más probable es que sea vulnerable en el medio acuoso. Inexplicablemente todo el mundo piensa que es de lógica lo que dice el chaval, y preparan la habitación de las bañeras inundándola para atraer a la monja submarina. Además de electricidad, se ve que al internado tampoco le habían cortado el agua corriente, por lo que pueden inundar el baño de una agua límpida y cristalina, a pesar de que el edificio lleva abandonado más de una década. Pero lo mejor está por llegar, porque, mientras Eve se encara con la diabólica monja, el único chico que queda vivo llega a la conclusión de que todas las otras mujeres tienen que haber sido asesinadas por Eve, puesto que siempre murieron sin testigos y con la chica merodeando por ahí. La película nos hace entonces un flashback para que atemos cabos, pero este final sorpresivo no se aguanta si uno lo piensa un poco: ¿cómo lo hizo Eve para cargarse a la chica negra (como minoría étnica, la primera en morir) que no aparece como adulta y que se supone que muere quemada? ¿cómo sabía Eve qué amigas participaron y cómo tenía que morir cada una? ¿cómo lo hizo para cortarle los brazos a Tete Delgado en la muerte del ascensor? Al final, en el último plano acuático, vemos que Eve, quién sabe cómo, se ha clavado un arpón que la matado (sin derramar sangre), y que, por ahí, flota un pañuelo de monja, con lo que cada uno puede pensar lo que quiera sobre lo que ha ocurrido.
En general, se trata de un despropósito de película lleno de fallos de argumento, ideas inverosímiles y tópicos del cine de terror uno tras otro. Si a eso le añadimos el mal rollo que suele dar el estamento eclesiástico, monjas y demás ("no te metas con ellas. Las monjas tienen poderes..." decía Marge Simpson en un episodio de la serie), tenemos esta película realmente para olvidar.

2 opiniones:

AnnaRaven dijo...

Bufff... dos comentarios..
uno...
pero, ¿por qué? ¿por qué, criaturillas cultas y de buen gusto, después de ver La herencia Valdemar caeis en ver otra peli de terror española?

La segunda...
Tal y como lo cuentas, el guión de esa peli, me recuerda a algún guionista conocido...

Lectora dijo...

No si ya se veía venir, ¿mal rollo? las monjas son gente normal, incluso a veces más normales que los grupos de black metal.

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