6.11.11

Norias, abogadas del diablo y escupitajos en la cara

El jueves pasado aparecía en el periódico Ulitima Hora mi habitual columna sobre televisión, en la que la emprendí -de nuevo- contra La Noria, el programa basura de Jordi González en Telecinco, en esta ocasión con motivo de la entrevista a Rosalía García, la madre de 'El cuco', incriminado en la muerte de la joven Marta del Castillo. La mujer, según fuentes ya confirmadas, habría cobrado alrededor de 9.000 euros por su aparición en susodicho programa.
La reacción en internet, sobre todo en twitter, no se hizo esperar y el periodista Pablo Herreros encabezó una protesta que, esta vez, iba dirigida no al programa sino a sus anunciantes. En menos de una semana el clamor popular consiguió que diversas marcas retiraran su apoyo (esto es, su dinero) al espacio: Banco Sabadell, Campofrío, Lactalis (Puleva), Bayer, Nestlé, Panrico Donuts y Queso Milner.
En la web Vertele, donde son muy listos ellos, apareció ayer un post firmado por Mireya Marrón ejerciendo de abogada del diablo, haciéndose una serie de preguntas cuestionando la legitimidad de una propuesta popular como la que se vivió, un artículo que sólo puedo tachar de miserable. Como Vertele me pidió explicaciones ("Gracias por leerlo, aunque es difícil debatir cuando a los argumentos se responde solo con la palabra "miserable"), me gustaría contestar punto por punto al artículo de la tal señorita Marrón, y que no os voy a enlazar aquí porque no me da la ganda darles una sola visita más a estos fantoches. No al menos desde mi página.
Vaya una cosa por delante: en un artículo que lleva un encabezamiento que dice "Dilemas que surgen en debates como el de la entrevista a la madre del Cuco'. ¿Quién pone las barreras éticas en TV? ¿La red o el audímetro? ¿Hay que sacrificar la libertad de expresión por un mundo perfecto con solo gente 'buena'? ¿Quién decide quién es delincuente? ¿El juez o la sociedad", es curioso como el tema de la ética periodística no vuelve a tocarse en todo el texto. De hecho, es tan sencillo como eso. Tanto Marrón como Jordi González en la ulterior defensa que hizo de su programa el sábado noche pasado tienen en común algo: supeditan una teórica y sacrosanta libertad de expresión en detrimento de la ética profesional y el respeto a las víctimas.
Así que analicemos el artículo para responderlo:

1. ¿Es la libertad de expresión la mayor conquista de nuestra sociedad? ¿Debe la televisión ser una excepción?
La libertad de expresión es un derecho fundamental que suele prevalecer por encima de cualquier otro. Así lo hemos establecido y hemos decidido, democráticamente, que se refleje en nuestro sistema constitucional. ¿Debe la televisión ser una excepción? Si parte de la audiencia quiere escuchar a la madre de 'El Cuco', ¿el hecho de que exija una remuneración es motivo suficiente para poner barreras a la libertad de expresión y condenar a Telecinco por ello?
El texto realiza un ejercicio de demagogia pura y pone al mismo nivel el derecho a la libertad de expresión con el caso particular de una mujer cuyo hijo está incriminado en un asesinato y que pide 9.000 euros por hablar, además sin dar la cara a la pantalla. Propongo yo otra pregunta: ¿es ético pagar a la familia de un asesino por unas declaraciones que sólo alimentan el morbo por un caso de amarillismo periodístico?


2. ¿No son los audímetros las auténticas asociaciones de espectadores?
Si la repulsa a la actuación de Telecinco por pagar a la madre del Cuco es real, y no un 'trending topic' pasajero de Twitter, fruto de una "falsa moral", ¿no debería reflejarse también en los audímetros con el rechazo de la audiencia? La Noria del pasado sábado fue el segundo programa más visto con 15.1% de cuota  y 1.938.000 espectadores, su segundo mejor dato del curso y un buen registro teniendo en cuenta que tenía enfrente al Real Madrid.
Aquí se usa el argumento de que, como mucha gente vio el espacio, es señal de que interesaba, luego estaba legitimada toda la operación. ¿Está la mayoría siempre en posesión de la verdad? ¿Hacer lo que la mayoría hace es estar haciendo lo correcto? Atención, porque, además, este punto, intenta hacer ver que lo que realmente importan son los índices de audiencia, controlados por una forma a mi entender ya vetusta y totalmente desfasada como son los audímetros, que por la misma regla que esgrime el texto, no tendrían por qué ser representativos de nada (¿alguien ha visto alguno en su vida? Es más, ¿alguien sabe de alguien que alguna vez haya tenido un audímetro en su casa?), y aprovechar para hacer algo que la televisión siempre que puede hace: deslegitimar internet como medio de masas virtualmente superior en todos los sentidos a la tele. El problema de la tele es que internet sí que significa una verdadera democratización de los mensajes de los mass media (verdadera hasta cierto punto, obviamente, pero ésta es otra cuestión), y eso es algo que las cadenas aún no han sabido asumir.

El texto a continuación se hace una retahíla de preguntas más largas que un rosario:
¿Quién decide quién es un delincuente, un sospechoso o un testimonio impagable para el público? (...) ¿El hecho de ser sospechoso te invalida por cobrar por ir a televisión? ¿Quién decide quién es delincuente? (...)
El padre de las niños desaparecidos de Córdoba es, probablemente, la entrevista más perseguida en todas las televisiones. Si decidiese ir a televisión a contar su caso y defender su inocencia, clamarán nuevamente las redes sociales contra la cadena que lo acoja y, mucho más, si ésta decide pagarle por una discutida exclusiva. ¿No querría ver una mayoría una entrevista a este denostado personaje? ¿Condenaríamos a la cadena que consiga esta entrevista, solo por el hecho de ser remunerada? Es un presunto culpable, pero no hay condena. Es sospechoso para la policía y la sociedad, aunque él mantiene su inocencia. ¿Quién decide si se debe o no prohibirle la entrada a un plató? ¿Y si luego aparecen los niños y se demuestra que es inocente?  Si una cadena pretende entrevistar al padre cordobés, ¿quién decide si es víctima (en cuyo caso sería lícito pagarle) o culpable (prohibido remunerarle)? (...) ¿Dónde ponemos los límites? ¿Solo prohibimos la presencia remunerada de delincuentes con una condena firme? ¿O hay que evitar pagar a los sospechosos, presuntos culpables y allegados a imputados? ¿Presuntos culpables para quién? ¿Solo para un juez o también para la sociedad? (...) ¿Convendría pedir explicaciones a Canal Sur por las entrevistas que hizo Jesús Quintero a presos desde la cárcel? [¿¿Qué clase de gilipollez de pregunta es ésta??] (...) Si damos como válido el planteamiento de que hay que primar los diversos filtros morales a la libertad de expresión, ¿abogamos por una televisión en la que nunca sea entrevistado nadie “malo”?. Todo el mundo ha de demostrar que ha sido buena persona y tener un historial limpio antes de salir a un plató, y no digamos ya cobrar. De otra forma, la cadena que le dé difusión se arriesga a quedarse sin anunciantes. ¿Estamos dispuestos a sacrificar la libertad de expresión a cambio de un “mundo perfecto” en nuestras televisiones?
 ¿Qué mundo perfecto, de qué cojones me hablas? Es todo mucho más sencillo, y seguramente la autora de este artículo lo sabe, y sólo lo ha escrito porque los gerifaltes de la página le han pedido un texto para incendiar un tema que aún sigue candente. A todo esto, Jordi González salía al paso lloriqueando y diciendo que por qué le atacaban tanto, que el programa había sido vilipendiado y escupido en las redes sociales, que no era justo, que otros medios también habían llevado a la señora ésta a sus programas y nadie había dicho nada... Y, sobre todo, siguió amparándose -como hace el artículo que hemos revisado- en la libertad de expresión, que al parecer justifica cualquier atropello moral y cualquier comportamiento delante de la pantalla. Marrón se hace insistentemente preguntas sobre quién tiene que decidir lo que está bien y lo que está mal, como si fuera algo que tuviera que venir indicado desde fuera, como si no hubiera bastante con un poco de sentido común, de inteligencia, de autoregulación, coño, de ética profesional para discernir. Pero claro, igual eso es demasiado pedir en Telecinco o televisión en general. Ahí lo dejo para quien quiera opinar...

2 opiniones:

Anónimo dijo...

Es curiós com apel·len a la llibertat d'expressió com si aquest concepte t'alliberés de la teva pròpia responsabilitat individual. Mentre aquesta senyora segueix dient pardalades indignes i, sí, miserables, jo, com tu, tenc una cosa moooolt clara: jo MAI faria lo que fa en Jordi González. Si decideixen fer-se milionaris amb la merda, que no esperin que els tractem com si fossin dignes. Bona i contundent resposta, Josep, molt bé!
Josep Maria

Lectora dijo...

He podido leer tu artículo, menos mal que alguien se queja en alto sobre esta clase de cosas, me parece muy bien contestadas las preguntas, la señora Marrón la pobre hace honor a su apellido no cabe duda.

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