3.4.20

Diario de la plaga: día 21

[Un post totalmente personal y carente de interés. Es sólo un registro personal para recordar en parte este momento histórico al que estamos asistiendo]


Más de dos semanas encerrados en casa, saliendo ocasionalmente al supermercado a comprar. Mucha gente se queja de esta situación de confinamiento; yo, en esto no tengo queja. Si estuviera viviendo solo, ni siquiera lo habría notado. Me empiezo a sentir cómodo sin la obligación de salir. Tengo algunas ganas, sí, de salir ocasionalmente, y sentir el viento en la barba, pero en general me siento cómodo sin tener que hacerlo. Otra cosa es tener que trabajar con las niñas; pero eso es diferente. Siento que si tuviera que trabajar en casa, no tendría ningún problema.

Tampoco echo de menos especialmente las clases, ni mis grupos. Sí de una forma vaga y abstracta, o sí algunos chicos y chicas en concreto (esas personas que te sacan una sonrisa, o que entienden para qué estás ahí), pero en general, aún, no echo de menos a nadie del trabajo.

Me sobran todas esas muestras de ánimo colectivas, todos los vídeos de #aesteviruslovenceremosunidos, todos los audios que circulan con reflexiones, todas las cadenas de memes, de inciativas solidarias, de recordatorios de que somos una piña, de que esto es una lucha que vamos a ganar, etc. No sé si la edad o el confinamiento con tres mujeres de diferentes edades me han vuelto un viejo gruñón, pero todos estos gestos me parecen pantomimas inútiles de gente que, en la mayoría de los casos, tiene mucho tiempo libre. Yo estoy las 24 horas en casa y apenas lo tengo. No voy a hacer doblajes chistosos, no voy a grabarme bailando, agitando carteles, ni nada. Por un momento pensé en retomar mi faceta estrepitosamente fallida de youtuber, pero para qué.

Sí que echo de menos las partidas y las risas con mi grupo de alumnos de juego. Echo de menos a M, a M y a P, sobre todo. No sé si podremos ya terminar la partida de D&D que teníamos iniciada con gente de 4º, no sé si dará tiempo. A ellos sí los echo de menos. Cuando volvamos quiero montar en su honor una partida al Memoir 44 Overlord, con ocho jugadores batallando en las playas de Normandía.

Es difícil trabajar. He conseguido equilibrar la presión con el deber. Pero apenas puedo hacer una o dos cosas cada mañana: contestar emails, revisar listas de alumnos, corregir trabajos, pensar en las siguientes tareas, asistir a maratonianas reuniones virtuales... He encontrado también un ratito para que los más asiduos al Aula de Juegos sigan jugando a Secret Hitler en su versión online, pero apenas vienen 5 ó 6, y las partidas no brillan tanto así.

La necesidad agiliza el ingenio, y a ello se debe que finalmente haya probado el rol online. Bueno, no rol (fue jugando a El año tranquilo), pero para el caso es lo mismo, y de pronto se abría un nuevo mundo de posibilidades ante mí, sólo limitadas, como siempre, por el tiempo disponible.

Igualmente, también me empeñé en probar ese mismo juego, El año tranquilo, a través de Whatsapp. No es lo suyo, pero apacigua un poco las ganas de jugar.

De la misma forma, acudí a Steam también para encontrar solaz en esto de jugar. Allí seguí batallando, contra la máquina, en Memoir 44. Soy bastante malo: sólo ahora, cuando apenas me queda crédito para jugar, empiezo a vencer a la maldita computadora. Pero al menos he aprendido un poco más a pensar en este juego, y he interiorizado algunos detalles del reglamento que no estábamos haciendo bien en físico. No hay mal que por bien no venga.

Pero no quedó la cosa ahí, también estuve investigando cómo funciona Vassal, plataforma a la que me invitaron hace tiempo pero a la que nunca dediqué tiempo porque no me convencía lo suficiente. Ahora veo que podría ser un magnífico aliado para poder jugar a varios juegos por turnos espaciados.

En otro orden de cosas, la proverbial pila de cómics que tenía pendientes bajó considerablemente, y es de esperar que al final de la cuarentena haya acabado con todos los cómics que tenía amontonados (al menos, con los que tenía que leer por trabajo; de ninguna manera todos los que me aguardan por voluntad propia). No puedo decir lo mismo de los libros, pero estoy agradecido al menos de este suspiro que me ha hecho poder salvar una cantidad nada despreciable de cómics. Entre ellos, un poco de todo: cosas buenas, cosas malas y cosas que pasan sin pena ni gloria. Ya iréis viendo algunos de ellos en mis reseñas en Papel en Blanco o en Ultima Hora.

Sí que he tenido muchas ideas, y las he ido anotando, pero sigo, como toda la vida me ha pasado, siendo incapaz de poner orden a mis prioridades y hacer una cosa detrás de otra. Me gustaría seguir El joven Lovecraft o su spin off con Bart, hacer algún cómic con Sanny, investigar tres biografías que podría versionar en cómic, escribir dos o tres módulos de aventuras para juegos de rol, un juego completo de estilo didáctico que creo que podrá quedar muy bien... ¿Qué hago primero? Porque vuelve a pasar la semana, vuelve a ser martes, y tengo que tener lista una reseña larga y cinco cortas para el diario. En estas estamos. Seguiremos informando.

2 opiniones:

Max dijo...

Me he sentido muy identificado con eso de sentir el viento en la barba :D

Cisne Negro dijo...

Hey, compañero del metal! Me alegro de que te identifiques con esa sensación :)

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