Por fin, durante el verano, he podido avanzar la pila interminable de cómics que tenía pendientes por leer. ¡Hasta el punto de quedarme sin novedades! Así que he aprovechado para ir tirando de estantes olvidados donde tengo cómics pendientes de leer de hace años, para ver qué hago con ellos.
· Blotch, de Blutch (La Cúpula, 2007). Este cómic cayó por casualidad en mis manos, y he demorado su lectura años, porque simplemente no me apetecía. He leído bastantes obras de Blutch (Velocidad moderna, La voluptuosidad, Peplum, sus colaboraciones en La Mazmorra...), y sigo reincidiendo porque supongo que su organico trazo me recuerda al de Frederik Peeters. Creo de que de todas sus obras, me quedo con Peplum; en Blotch el autor vuelve al tema tan manido en el cómic como es el cínico y despiadado retrato de un artista que no es más que un endiosado y ególatra farsante. Supongo que me hubiera gustado más si no hubiera leído ya Wilson de Clowes, Fante Bukowski, La soledad del dibujante de Tomine y demás cómics que parten de la misma idea. La fórmula es la misma que en otras ocasiones (¿aunque puede que Blutch fuera primero?): un dibujante que piensa que es el mejor en lo que hace y que el resto son segundones, y mientras tanto se comporta de la forma más mezquina posible. Si en algunos de los casos citados, el retrato era incisivo pero tenía un punto de ternura que te hacía empatizar con el pobre diablo, aquí este giro está ausente: Blotch es puramente un ser deleznable, al que al final del álbum le deseas todo lo malo que le pueda ocurrir.
· Lobezno Max (3 volúmenes), de Starr, Ruiz, Boschi y VVAA (Panini, 2012). Compré estos tres volúmenes atraídos yo que sé por qué, supongo que por las portadas de Jock (que he terminado odiando). En estos 3 ó 4 arcos que conforman la serie Lobezno Max no encontramos ni una sola idea interesante, y eso que el poder hacer una serie con este personaje en esta linea más "adulta" y por tanto, menos censurable, habría podido dar pie a algo grande como el Punisher de Ennis (el bueno). Pero en vez de eso, ¿qué tenemos? A un Lobezno que ha perdido la memoria por un accidente de avión, y que poco a poco va descubriendo que era un asesino a sueldo de Víctor Dientes de Sable Creed, y que ambos se conocen desde principios de siglo cuando provocaron un buen follón en Japón a costa de dos familias nobles. Jason Starr juega con el canon para hacer lo que le da la gana, pero sin una dirección fija: de Japón, Lobezno viaja hacia Las Vegas, donde cree que encontrará respuestas a sus preguntas. De camino, conoce a una modelo enrollada con un cartel de las drogas ("¡acuéstate conmigo! ¿no quieres? ¡demasiado tarde! ¿Ah, ahora sí? ¡Ahora no quiero! ¿Qué haces, dónde me llevas? ¡Sí, te utilicé! ¡Mátame, total mi vida ya ha sido un infierno!"), luego se mete en un club de la lucha, donde otra tía buenorra lo hipnotiza para usarlo como arma, por si le faltaran problemas de memoria. Tras acabar con ella y su estúpido ayudante-manager del club de la lucha, resulta que todo converge en que, al final, Lobezno había estado trabajando para un supercapo mafioso de Las Vegas, que fue el que le implantó el adamantium (?!), que el propio mafioso también lleva en unas garras (?!!!!), y finalmente, para volver a empezar de nuevo, Logan decide cortarse los brazos con un tren para dejar de tener las garras... Me ha parecido un despropósito de serie, que usa todo tipo de tópicos, cerrada de forma atropellada y torpe, con una alternancia de dibujantes que hace que la serie vaya variando mucho de calidad artística. Muy, muy prescindible serie, que no aprovecha para nada la ventaja que tenía estar enmarcada en la línea Max (sí, cuatro cabezas salvajemente cercenadas o rasgadas, o algunas chicas enseñando los pechos, eso es todo lo que da de sí la etiqueta "para adultos").
1 opiniones:
Te encontre por ahi. Tienes una nueva seguidora.
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