Ayer noche tuve la desgracia de ver La herencia Valdemar. No estaba en mis previsiones, pero la pusimos esperando que, al menos, nos dejara una impresión tibia. Pero lamentablemente no fue así.
Pobre Lovecraft, está claro que adaptarlo a la pantalla es muy complicado. Incluso películas que no tienen nada de lovecraftiano son más lovecraftianas que ésta. La original Alien, por ejemplo, donde el terror reside en lo desconocido y en lo que no vemos en la mayor parte de la película. En cambio, los films que han intentado reproducir el ominoso ambiente del escritor de Providence han fracasado estrepitosamente. De forma preventiva, claro, La herencia Valdemar se cubre las espaldas y dice que "está inspirado en el universo de Lovecraft" (bien, porque lo de Valdemar, como el lector habitual de Cisne Negro ya sabrá, es un guiño a Poe, no a Lovecraft). Advertidos de ello, vamos al lío, y ojo, con spoilers inmisericordes, porque está película no merece piedad.
La herencia Valdemar es una película que no hay por donde cogerla. Actuaciones de pena (¿qué pasa con la mayoría de los actores españoles, que no tienen ninguna credibilidad?), escenas y planos irrelevantes, personajes históricos usados de manera absurda (Aleister Crowley y Bram Stoker aparecen hablando perfecto español), un argumento que se revela finalmente como una historia dentro de una historia, y un final cobarde e irresoluto que nos remite a una segunda parte todavía por estrenar (y por el bien de todos, que así quede).
De los actores, destacan (por lo malo) las actuaciones de cartón piedra de Rodolfo Sancho o Jimmy Barnatán, cuyo limitado registro hace que parezca que su periodista es un personaje de Los Serrano disfrazado con un bigotillo y un traje de época. Tan sólo salvan la papeleta la veteranía de Eusebio Poncela o el tristemente fallecido Paul Naschy.
La trama maneja conceptos de la ghost story tradicional (casas antiguas, espectros deambulantes, aparición de fenómenos como el espiritismo y la psicoplastia) y los mezcla con invocaciones monstruosas (de ahí el tema lovecraftiano). Otros referentes que cantan un poco (al menos yo veo ecos de otras obras en ellos) son, por ejemplo, un matrimonio a cargo de una especie de orfanato en una mansión victoriana (mmm...), un tío raro que colecciona insectos, no para comérselos al estilo Renfield, sino para fumárselos (?), o esos personajes reales -Crowley, Stoker y demás miembros de la Golden Dawn- apareciendo y hablando castellano tan tranquilos. El punto lovecraftiano lo aportan referencias apenas mínimas como "la invocación Dunwich", el bastón cthulhuideo de Eusebio Poncela, o el uso de portales interdimensionales para convocar a criaturas que no deberían ser nombradas.
Lo más increíble llega al final cuando uno se pregunta qué está pasando, porque ha pasado más de una hora y media y sólo nos han contado la historia-dentro-de-la-historia, y entonces, va, ¡y la película acaba! Efectivamente, la resolución de la trama principal nos la dejan para La herencia Valdemar II. Mi cara cuando empezaron a desfilar los títulos de crédito era todo un poema, e imagino que la de quien pagara una entrada de cine para verla debió de ser aún más impagable.
En fin, una película nefasta, para olvidar. Que sí, que técnicamente está bien ejecutada, pero si miramos a cualquier otro aspecto, constituye un ejemplo de qué no hay que hacer en una película si no quieres fracasar estrepitosamente. Luego se habla de la calidad del cine español; yo intento no llevarme por prejuicios porque hay películas españolas y directores que me gustan mucho, pero esta cinta constituye todo un anti-ejemplo y es una de las razones por las que se sigue denostando el cine nacional. ¡Que no me espere el director para ver la secuela!
Pobre Lovecraft, está claro que adaptarlo a la pantalla es muy complicado. Incluso películas que no tienen nada de lovecraftiano son más lovecraftianas que ésta. La original Alien, por ejemplo, donde el terror reside en lo desconocido y en lo que no vemos en la mayor parte de la película. En cambio, los films que han intentado reproducir el ominoso ambiente del escritor de Providence han fracasado estrepitosamente. De forma preventiva, claro, La herencia Valdemar se cubre las espaldas y dice que "está inspirado en el universo de Lovecraft" (bien, porque lo de Valdemar, como el lector habitual de Cisne Negro ya sabrá, es un guiño a Poe, no a Lovecraft). Advertidos de ello, vamos al lío, y ojo, con spoilers inmisericordes, porque está película no merece piedad.
La herencia Valdemar es una película que no hay por donde cogerla. Actuaciones de pena (¿qué pasa con la mayoría de los actores españoles, que no tienen ninguna credibilidad?), escenas y planos irrelevantes, personajes históricos usados de manera absurda (Aleister Crowley y Bram Stoker aparecen hablando perfecto español), un argumento que se revela finalmente como una historia dentro de una historia, y un final cobarde e irresoluto que nos remite a una segunda parte todavía por estrenar (y por el bien de todos, que así quede).
De los actores, destacan (por lo malo) las actuaciones de cartón piedra de Rodolfo Sancho o Jimmy Barnatán, cuyo limitado registro hace que parezca que su periodista es un personaje de Los Serrano disfrazado con un bigotillo y un traje de época. Tan sólo salvan la papeleta la veteranía de Eusebio Poncela o el tristemente fallecido Paul Naschy.
La trama maneja conceptos de la ghost story tradicional (casas antiguas, espectros deambulantes, aparición de fenómenos como el espiritismo y la psicoplastia) y los mezcla con invocaciones monstruosas (de ahí el tema lovecraftiano). Otros referentes que cantan un poco (al menos yo veo ecos de otras obras en ellos) son, por ejemplo, un matrimonio a cargo de una especie de orfanato en una mansión victoriana (mmm...), un tío raro que colecciona insectos, no para comérselos al estilo Renfield, sino para fumárselos (?), o esos personajes reales -Crowley, Stoker y demás miembros de la Golden Dawn- apareciendo y hablando castellano tan tranquilos. El punto lovecraftiano lo aportan referencias apenas mínimas como "la invocación Dunwich", el bastón cthulhuideo de Eusebio Poncela, o el uso de portales interdimensionales para convocar a criaturas que no deberían ser nombradas.
Lo más increíble llega al final cuando uno se pregunta qué está pasando, porque ha pasado más de una hora y media y sólo nos han contado la historia-dentro-de-la-historia, y entonces, va, ¡y la película acaba! Efectivamente, la resolución de la trama principal nos la dejan para La herencia Valdemar II. Mi cara cuando empezaron a desfilar los títulos de crédito era todo un poema, e imagino que la de quien pagara una entrada de cine para verla debió de ser aún más impagable.
En fin, una película nefasta, para olvidar. Que sí, que técnicamente está bien ejecutada, pero si miramos a cualquier otro aspecto, constituye un ejemplo de qué no hay que hacer en una película si no quieres fracasar estrepitosamente. Luego se habla de la calidad del cine español; yo intento no llevarme por prejuicios porque hay películas españolas y directores que me gustan mucho, pero esta cinta constituye todo un anti-ejemplo y es una de las razones por las que se sigue denostando el cine nacional. ¡Que no me espere el director para ver la secuela!
6 opiniones:
Despues de lo que has dicho creo que ni la veré jeje.
Tampoco es un genero que me llame mucho la atencion.
Besos.
Mar
Suerte en el concurso.
Lo del idioma, por rídiculo que parezca, puede ser una imposición disfrazada de "convención dramática". Es muy recurrente el discurso de que en las pelis americanas todo el mundo habla inglés, aunque la acción transcurra en China. Y el de "el público español no va al cine a leer subtítulos".
Conozco el caso de una serie de Televisión de Galicia en la que fue todo un logro conseguir que un narcotraficante colombiano hablase en español (y no en gallego). Claro que en el caso de personajes reales, la cosa tiene mucho más delito...
a mi me gustó.Y pienso ver la segunda parte
Lidia, yo entiendo lo de la convención, pero puf... canta un rato...
Raul: por supueeesto que sí.
Pues no te creas, no es de las críticas más despiadadas que he leido, yo paso de verla desde luego, que el tiempo no es cuestión de ir tirándolo alegremente.
Gracias por ahorrarnos una perdida de tiempo ....
Besos
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