4.6.20

Reseñas extremas mínimas (XX): de vampiros, vaqueros y piratas

En Vampiro: La Mascarada, los más antiguos de los condenados eran los llamados matusalenes, vampiros con miles de años a sus espaldas, que habían dejado de sentir apego por el mundo. Como anacoretas en el desierto, en su dilatada existencia habían trascendido las necesidades de la carne, y apenas sentían la llamada de la sangre, y mucho menos les importaban las cuitas de los neonatos, matándose unos a otros por un poquito de poder en cualquier ciudad ridícula. Os confieso que, cada vez más, a medida que voy haciéndome viejo, y veo el lanzamiento de algún disco, experimento una sensación parecida a la que debían sentir esos vampiros. "¿El último disco es de hace cinco años? ¡Qué coj...". Por una parte es aterrorizante el vértigo con el que pasan los años ("¿La banda tal ya ha sacado tres álbumes desde el último que estuve escuchando?"); por otra, es un hecho que me asegura estar perpetuamente pudiendo catar música nueva, porque el flujo es constante. Algo en mi cerebro empieza a anquilosarse (es un proceso normal, está estudiando científicamente), y muchas veces, ante la decepción, o simplemente la poca paciencia de estar ante una novedad tibia, termino recalando en los discos buenos de los grupos que me gustan, a aquellos con los que conecto más. No tienen por qué ser los mejores, basta que haya una conexión emocional con ellos (Nocturama de Nick Cave & The Bad Seeds). O que fueran los primeros (AM Universum de Amorphis): eso siempre tira. Pero por lo general, aún conservo la curiosidad suficiente como para seguir escuchando novedades e intentar maravillarme con sonidos nuevos, sean o no de grupos viejos.

· Ghoultown: Ghost of the Southern Son (2017). Después de un hiato de 9 años sin material de estudio, volvía este grupo de Texas, con su inconfundible texmex horror psychobilly, gothic country, o lo que queráis llamarle. La mezcla de ingredientes que Ghoultown hace siempre ha sido una combinatoria muy sabia de los sonidos de la frontera con México. Todos sus discos son muy recomendables, no sabría con cuál quedarme: Tales of the Dead West, Give Them More Rope, Bury Them Deep... Sin duda es el weird western de la literatura pulp hecho música, y sus portadas de Dan Brereton no hacen más que mejorar el pack. De 2017 es el último largo de estudio hasta la fecha, en el que siguen el patrón que le ha hecho ser lo que son. Un álbum en el que mantienen muy bien el tipo. No puede decirse lo mismo de Where Voodoo Sleeps, el single de este mismo mes de mayo, donde su sonido ha perdido algo de su característico sonido texmex, para hacerse mero metal alternativo... Esperaremos a ver. 

· The Dreadnoughts: Into the North (2019). Este grupo formado en 2006 en Vancouver ha sido etiquetado como celtic punk, gipsy punk... Y es cierto que esa propensión a las estructuras facilonas engarzadas en cierto folk irlandés tira más hacia el ruido en anteriores discos, pero en Into the North, estos señores dejan fuera todos los instrumentos eléctricos o modernos, y entregan un disco que es puro folk pirata, con canciones tradicionales casi a capella (he descubierto que se llaman sea shanties, o salomas en castellano), con una instrumentación muy sencilla o con un acordeón, que es el instrumento más pirata que puedo imaginar. Into the North es un recorrido por las tabernas portuarias del siglo XVIII donde acompañar a los perros de mar bebiendo ron y cerveza y cantar hasta el amanecer. Un disco delicioso, tanto para escuchar en tierra o en mar, y para ambientar vuestras partidas a 7º Mar

· Then Comes Silence: Machine (2020). Otra banda que desconocía y que me sorprendió gratamente fue esta banda de Estocolmo que practica un post-punk muy cercano a She Past Away o She Wants Revenge. Voz cavernosa distorsionada heredada de los Sisters of Mercy, guitarras con eco, pero en cambio, estructuras más sencillas, más pop o más bailables, con cierta dosis de electricidad oscura. De los grupos antes mencionados, Then Comes Silence sería el más orientado al gran público, con unas melodías más accesibles y una imaginería más alejada del goticismo añejo. Termino citando a la página Angry Metal Guy,en cuya reseña leemos esta comparación: "Machine is that magical, questionable slice of gas station pizza, the one you knew to be made without sanitary gloves or love the moment you saw it, and yet you ate it anyway, only to be amazed and slightly horrified by just how much you didn’t hate it".

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