En las últimas semanas hice algunas lecturas de biblioteca y aproveché para releer cómics que recientemente he puesto a la venta. Son tebeos que no creo que vuelva a leer, o que tengo en nuevos formatos. Entre las cosas de Can Sales estaban Djinn 2: Las 30 campanillas (Dufaux y Miralles, Norma Editorial). Cogí el segundo álbum casi por inercia (para ser exacto, para disfrutar del dibujo de cuerpos desnudos de Ana Miralles), y me encontré con que la historia mejoraba bastante respecto al primero. Los personajes, ahora sí, pueden desarrollarse más, y encontramos algo más de coherencia en sus actuaciones. Ya no da la impresión de ser un serial con tintes eróticos y algo más, aunque sigue el tema de la sensualidad es el que sigue moviendo la obra. En todo caso, era un volumen importante para decidir si continuar la lectura o no: y, efectivamente, la seguiré en cuanto pueda. El que sí me convenció desde el primer momento fue el Hellville de Thomas Ott (La Cúpula), del que ya había leído alguna cosa, no recuerdo si en otro tomo o en revistas como NSLM. En todo caso, Ott me fascina. Sabe crear un universo propio de pesadilla en sus dibujos. Ni siquiera le hacen falta las palabras o el desarrollo en muchas viñetas: la mayor parte de sus historias cortas son muy breves y de pocas y grandes viñetas, pero su particular estilo (el grattage) y temática (siempre desarrollada orbitando el tema de la violencia) lo hacen un autor personalísimo que, no obstante, no se ha prodigado mucho en nuestro país. Finalmente, Olas en el alma (Gregory Mardon, La Cúpula) es un cómic que recupera la memoria del abuelo del autor. Un joven que siempre buscó la aventura y la encontró enrolándose como marino. Sin estridencias, con buen pulso -este álbum representaba el debut de Mardon-, el autor construye una sencilla y efectiva historia costumbrista, sobre el paso del tiempo, el amor y la pérdida de la juventud... Y sobre todo un bonito homenaje a su abuelo. Termino el cómic pensando que debería haber hablado con los míos antes de que murieran. Seguramente podría haber encontrado material interesante para un cómic.
De algunas de las lecturas que he hecho recientemente entre los cómics de los que me deshago o que compré de saldo, destacaré algunos. En primer lugar Eye Gray, el cómic que, en 1999, me descubrió a Enrique Corominas. Quién me iba a decir que casi diez años más tarde iba a conocerlo y a llamarlo amigo; son curiosas las vueltas que da la vida. Siempre -incluso antes de conocer al autor en persona- consideré Eye Gray como lo mejor que editó la línea Laberinto de Forum (junto al Mentat de Javier Pulido, otro de los autores que más tarde se consagraron) y, vuelto a leer, el cómic no ha perdido gancho. Está, como siempre, el magnífico trabajo a los lápices de Corominas, que ya había dejado atrás la influencia de Wrightson. Y el argumento, aunque me recuerda -ahora con la perspectiva que da el tiempo, entonces no lo vi- en cierta forma a la agonía espiritual de Silver Surfer y un malo que es parecido a uno de los primeros episodios de Spawn. Ignoro si Corominas tenía esas lecturas en la cabeza, pero lo cierto es que sabe darle a la obra una envoltura personal, un tono místico, y el resultado es muy bueno. Se merece una reedición en condiciones, aunque no sé si su autor pensará lo mismo. No es el mismo caso de Demon Cleaner, de Miles Gunter y Víctor Santos (Dolmen). Me gusta el dibujo de Víctor Santos y cómo ha ido evolucionando con el tiempo, pero esto es un despropósito. Juntad el arte de Bruce Timm, Frank Miller y Mike Mignola, con un guion pulp de este último, y voilá, ahí tenéis Demon Cleaner: un matón de demonios que tiene que enfrentarse a tres bestias del averno y que tiene una ventaja respecto a otros humanos: él también lo es (¿suena?). Tiene algún momento interesante (el que más: la muerte irónica del mimo), pero por lo demás, olvidable totalmente. Y finalmente, acabé hoy mismo Odio integral #2. Peter Bagge me gusta, a pesar de que hay muchas de sus obras que no me han terminado de convencer. Porque creo que he leído todo lo que ha sido editado en español. Y siempre digo que soy muy fan de Odio, pero cuando leí el primer integral, me quedé un poco decepcionado: leído diez, quince años más tarde, no me gustó tanto como recordaba. Seguramente no era culpa de la obra, sino de mí, que he cambiado con el tiempo. Pero este segundo tomo me devolvió la impresión que recordaba de la serie. En el primer tomo Bagge aún busca la voz de sus personajes, pero en éste ya la han encontrado, y la interacción entre ellos es verdaderamente hilarante. Los episodios de Buddy como manager de un grupo grunge son divertidísimos, así como sus problemas sentimentales entre Lisa y Val... Aquí, Odio es la verdadera esencia de Odio, con situaciones delirantes y personajes mezquinos, egoístas, zumbados... pero también tiernos, y es inevitable no cogerles cariño. Voy a seguir la relectura de Odio porque me ha dejado con ganas de más.
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