· Escribir un libro, hacer una fotografía es dejar las cosas como están, comentaba Nuria Amat al día siguiente. Me asalta ese pensamiento que ya presentí en el concierto: en el grandioso, megalomaníaco Monasterio, enorme, altísimo, de grandes bloques de piedra, altos y amenazantes como un tsunami petrificado. Qué diferente es Oriente, pensé, con esos santuarios sintoistas, dentro de la naturaleza, arquitectura de lo efímero. En El Escorial, Felipe II perseguía el sueño de lo eterno, de que esa obra magnífica fuera capaz de soportar el paso de los evos, que quedara algo después de sus cenizas como testigo glorioso. El sintoísmo japonés parece rendirse a ese peso terrible del tiempo, a la lenta destrucción de la eternidad, pero no es así. Más bien es el darse cuenta de lo Inevitable, y fluir con ello. Mucho más naturalmente, mucho más no-violentamente (recordad el santuario de Ise, derruido y reconstruido cada 20 años desde el s.VI). La arquitectura es lo mismo que la escritura, sólo que ésta es mucho más frágil, puesto que no está preparada para sobrevivir al hombre si no está el hombre. Pero en el fondo, busca lo mismo: pervivir en el tiempo, trascender en la palabra, dejar un testimonio. Pero, ¿realmente tiene sentido? ¿No es ilusión? ?¿No sería más provechoso tan sólo escribir para uno mismo? [Ya me estoy sintiendo demasiado Emboscado...]
· El viernes, con algo de ajetreo, conseguí ver a Darwi, con la que platicamos junto con otra amiga que encontré de casualidad. Después dicen que Palma es pequeña. Darwi transmite una afabilidad, una simpatía, unas ganas de abrazarla, que no sé por qué tuvo que ponerse "vieja bruja", le hubiera quedado mejor "duendecilla". Nos contó sobre su vida en Italia, sus impresiones, y luego su opinión sobre la movida siniestra, como ya había comentado en su blog. Fue una lástima que ambos no tuviéramos tiempo y no coincidiéramos al día siguiente. Otra vez será.
· El sábado, vuelta a casa. Este viaje ha sido extraño. Aunque me he ido acostumbrando poco a poco a Madrid, en esta ocasión ha sido cuando más he sentido el matiz peyorativo de eso de ser "de provincias", tanto de palabra, pensamiento, obra y omisión. Aunque no todo el mundo es así, y hay muchísima gente la mar de encantadora, no entiendo cómo hay gente que se cree superior por vivir en un terruño a miles de kilómetros de cualquier salida al mar, lleno de gente, de tráfico y de humo. Ellos mismos.
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