28.3.03

TO HELL AND BACK

¿Se puede hacer algo por alguien que está cayendo a un abismo sin fondo pero, lejos de querer salvarse, lo que quiere es dejarse caer?

Esta podría ser la reflexión a la que podemos llegar tras estar leyendo y contrastando informaciones sobre el mundo de la anorexia, la bulimia y su promoción en internet.
¿Qué puedo decir? Pues que por lo que he observado, el selecto club de las anoréxicas y bulímicas es muy parecido a una secta: sus integrantes han llegado a convencerse de "su" realidad y no hay nada exterior que les estimule. Sólo viven con un pensamiento en la cabeza: ellas mismas y su peso, todo lo demás pierde importancia. Viven en su mundo y con su gente: y, como al parecer, son rechazadas (o se rechazan ellas mismas) en el mundo real, tienen que formar su propio núcleo afectivo. Así se explica la letanía de besos, tequiero, abrazos, osnecesito, etc. que se cruzan unas y otras en sus diarios. Este cariño manifiesto es el que necesitan realmente estas personas, un apoyo que deberían tener de su exterior.
Un rasgo que me llama la atención como filólogo es el uso de esos diminutivos "ana" y "mia" para nombrar anorexia y bulimia, diminutivos que, al coincidir con un nombre propio, tienden a la personificación, a la antropomorfización del problema. Y así nos encontramos con que Ana y Mía se convierten en dos tenebrosas diosas de la destrucción, cual Hera nórdica o Kali hindú, adoradas por sus seguidoras: "Ana es mi vida, mi destino...", "Ese fuego eres tu Mia, eres mi sueño, mi unico motivo para seguir viva..." Ha aparecido la figura referencial del culto: el ídolo es la propia enfermedad. Ni los decadentistas, oigan. El poder radica en las palabras y su uso: he aquí un ejemplo más de ello. Llamemos a las cosas por su nombre: Ana y Mia son ANOREXIA y BULIMIA transtornos alimentarios graves y mortíferos.

¿Auschwitz? Seguramente NO
Esta dura imagen es la que alguna de nuestras amigas quiere conseguir.

Es desde ese punto de vista que hemos de analizar este comportamiento. No vale la pena insultar a nadie ni intentar una revelación rápida: lo que puede ayudar a estas chicas (y chicos, que los hay) es que alguien las entienda, las escuche, las comprenda, las quiera. No estoy hablando de hacer el papel de salvar a la humanidad, como han dicho; ni de sentir conmiseración: ayudar significa tender una mano, arrimar un hombro, ofrecer comprensión. Y es lo que os ofrezco. Os tiendo una mano desde aquí a tod@s las que queráis hablar, de forma cordial y razonada.
No más "no os metáis en nuestras vidas", "hacemos lo que queremos con nuestras vidas", "la libertad de expresión", etc., porque en primer lugar, vuestros diarios son públicos, así que la entrada no está vetada a nadie, por lo que pueden ser visitados e incluso reseñados y no se está faltando a nadie; en segundo, pasa que a veces la ética hace mover a la gente que aún se preocupa por los demás, sin querer nada a cambio. Pero no es extraño que alguien que es capaz de automutilarse por los remordimientos no entienda estas cosas. Y en tercero, la misma libertad que queréis, sabedla aceptar para la palabra de los demás.

Puede que haya sonado duro. Lo lamento si es así, pero no menos cierto es que nos encontramos ante una realidad dura. Así que, reitero, si queréis, podéis escribirme al correo o a los comentarios para hablar. Estoy -estamos- abierto a todo diálogo.

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