Decíamos ayer que para que el negocio del manga funcione es necesario un elemento insustituible: el lector. Y ese lector, el lector modelo de las revistas que comentamos es un lector, no voy a decir idiotizado, pero sí obnubilado por la estrechez de miras de la adolescencia. Pero una cosa es que el lector habitual de estas revistas sea joven y otra que el editor crea que es estúpido; no de otra manera se explica que los contenidos de las revistas sean tan repetitivos y superficiales. ¿A cuento de qué viene, si se habla, verbi gratia, de el manga Dragon Head, que se narre todo su argumento? Que se hable del autor, de sus obras, de la inspiración para ese manga, los puntos básicos de la trama, pero no que se explicite todo el argumento, de inicio a fin. Eso tiene que ser mi lectura. Con esta política, las revistas hacen como los indios americanos con sus personas mayores: a los que no podían masticar el alimento por falta de dientes, se lo daban ya masticado por otra persona. Pero el problema es que no somos indios ni tampoco ancianos. El lector ha de saber leer por uno mismo, y las revistas deberían estimular su capacidad crítica, no aturdirlo con información obvia. Pero claro, resulta que dar el argumento es lo más fácil al hablar de una serie: para qué molestarse en buscar algo más. Es como en los trabajos de literatura en los que el pobre alumno ingenuo cree que el argumento es lo más importante (como si fuese importante el argumento del Ulises de Joyce o de Tiempo de silencio de Martín-Santos). La falta de formación de los mismos creadores de las revistas facilita esa espiral de incultura y de superficialidad de sus contenidos. Y un lector aturdido por la baja calidad de sus productos es un lector que puede ser manipulado con total impunidad, dirigido hacia las compras que más interesen a los sectores implicados.
Por otra parte, el lector idiotizado, contaminado por la telebasura, sólo aspira a leer aquello que ya ha visto por el tubo catódico: de ahí el éxito de mangas como Utena, Dragon Ball, Shin Chan, etc., que ya tenían el respaldo de su emisión televisiva. Por la ecuación de que lo que triunfa en la televisión, triunfa en el quiosco, los editores son cada vez menos proclives a ofrecer obras nuevas o que resulten originales. Y si no, fijémonos en la moda de autores japoneses en España: cuando un mangaka [dibujante] tiene éxito, se publica su obra completa: ahí están los trabajos de Akira Toriyama, Rumiko Takahashi, M. Katsura, M. Shirow... El mercado es poco dado a recibir nuevos autores. Sólo en los últimos años hemos podido ver un cambio en esta trayectoria, y es que, como decía Oberto en el artículo que citábamos en la primera parte, las editoriales han descubierto que con una tirada ajustada y un precio alto, la industria puede salvarse y seguir adelante, aunque sea a costa del desembolso del lector. Con este dato constatamos un hecho que ya apuntamos anteriormente: el mercado del cómic en España ha pasado de estar enfocado a un público joven y poco solvente -de hecho, desde la época de Franco, el cómic en nuestro país lleva el lastre de ser considerado un material infantil o juvenil- a estar dirigido a un sector más maduro, pero sobre todo más pudiente. La falta de un lector de base, el desamparo del lector infantil, necesario para la supervivencia del medio como relevo generacional, pero completamente obviado en nuestros días (salvo en honrosas excepciones) es otro de los grandes problemas del mundo del cómic.
Es en definitiva, 1)por la impunidad de las grandes industrias del cómic, que prefieren seguir estancadas con tal de tener unos beneficios que quizá podrían aumentar si diversificaban su oferta [cosa que ya está ocurriendo, recuerdo que este artículo está escrito hace tiempo], 2) por la mediocridad de las revistas dedicadas al manga, que sólo buscan las ventas fáciles y no la superación y 3) por la gran masa narcotizada de aficionados que no busca más allá de lo que se le ofrece de forma superficial, que la afición al manga nunca será algo respetado y digno en nuestro país, porque, en definitiva, hay demasiados intereses por en medio para que sea diferente y porque para que sea diferente se necesita a un lector concienciado de todos estos problemas. Espero que, con estas pocas líneas, haya esbozado una problemática y las ideas que podrían llevar a solucionarla.
[Este serie de posts consiguió el récord de visitas de este blog, que no ha sido superado. Así las gastan los otakuzombies...]
Por otra parte, el lector idiotizado, contaminado por la telebasura, sólo aspira a leer aquello que ya ha visto por el tubo catódico: de ahí el éxito de mangas como Utena, Dragon Ball, Shin Chan, etc., que ya tenían el respaldo de su emisión televisiva. Por la ecuación de que lo que triunfa en la televisión, triunfa en el quiosco, los editores son cada vez menos proclives a ofrecer obras nuevas o que resulten originales. Y si no, fijémonos en la moda de autores japoneses en España: cuando un mangaka [dibujante] tiene éxito, se publica su obra completa: ahí están los trabajos de Akira Toriyama, Rumiko Takahashi, M. Katsura, M. Shirow... El mercado es poco dado a recibir nuevos autores. Sólo en los últimos años hemos podido ver un cambio en esta trayectoria, y es que, como decía Oberto en el artículo que citábamos en la primera parte, las editoriales han descubierto que con una tirada ajustada y un precio alto, la industria puede salvarse y seguir adelante, aunque sea a costa del desembolso del lector. Con este dato constatamos un hecho que ya apuntamos anteriormente: el mercado del cómic en España ha pasado de estar enfocado a un público joven y poco solvente -de hecho, desde la época de Franco, el cómic en nuestro país lleva el lastre de ser considerado un material infantil o juvenil- a estar dirigido a un sector más maduro, pero sobre todo más pudiente. La falta de un lector de base, el desamparo del lector infantil, necesario para la supervivencia del medio como relevo generacional, pero completamente obviado en nuestros días (salvo en honrosas excepciones) es otro de los grandes problemas del mundo del cómic.
Es en definitiva, 1)por la impunidad de las grandes industrias del cómic, que prefieren seguir estancadas con tal de tener unos beneficios que quizá podrían aumentar si diversificaban su oferta [cosa que ya está ocurriendo, recuerdo que este artículo está escrito hace tiempo], 2) por la mediocridad de las revistas dedicadas al manga, que sólo buscan las ventas fáciles y no la superación y 3) por la gran masa narcotizada de aficionados que no busca más allá de lo que se le ofrece de forma superficial, que la afición al manga nunca será algo respetado y digno en nuestro país, porque, en definitiva, hay demasiados intereses por en medio para que sea diferente y porque para que sea diferente se necesita a un lector concienciado de todos estos problemas. Espero que, con estas pocas líneas, haya esbozado una problemática y las ideas que podrían llevar a solucionarla.
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