30.11.18

'Dionysus' y la celebración báquica de Dead Can Dance


Lo mejor la vida son esas sorpresas que a veces te da cuando ya no esperas nada. En 2012 Dead Can Dance volvió con Anastasis a la primera línea de la música, demostrando que, aunque su último album entonces databa de 1996, no habían perdido ni un ápice de su personalidad y buen hacer. Han pasado seis años desde Anastasis y desde que los vimos en un increíble concierto en Barcelona. Y, de repente, el mes pasado, un anuncio que me deja descolocado: DCD anuncian nuevo trabajo, ¡y gira! Bah, pensé, seguramente un recopilatorio que añada alguna canción del último disco al canon de éxitos, porque el último, Memento, era de 2005. ¡Pues no! Sus redes sociales oficiales anunciaban un nuevo trabajo original: Dionysus, que se lanzaba el mes pasado.
Dionysus es breve, demasiado breve para toda obra maestra que Lisa y Brendan entregan. Casi podría considerarse en EP, puesto que apenas llega a los 36 minutos, divididos en dos actos que contienen tres-cuatro canciones. Una decisión extraña porque dificulta mucho la escucha de las secciones de cada acto. Pero DCD no es que juegue precisamente a una estrategia comercial: no ha tenido prisa por sacar este nuevo trabajo, confirmando que se trata de un grupo nuevamente en activo, y no ha tenido en reparos en hacerlo en el formato que le ha dado la realísima gana.
Dionysus es un viaje que celebra a Baco en una serie de liturgias sonoras made in DCD que fusionan elementos de toda la cuenca del Mediterráneo, del cercano y medio Oriente y de los países africanos. Algunos hablan de una segunda parte del Spiritchaser porque, efectivamente, estamos ante un álbum profundamente étnico, que fusiona la percusión africana con los vientos y cuerdas orientales en un viaje de músicas del mundo apabullante. Otra de las cosas que se comenta por las redes, por lo que he leído hasta ahora, es el particular desequilibrio que muchos han notado entre la participación de Lisa y Brendan. El álbum es bastante instrumental, y la voz aquí pasa a ser un accesorio al servicio de una música mesmérica y ritual. Esto, comentan los entendido, es algo que proviene más de Brendan Perry. Parece como si el álbum hubiera sido orquestado por Brendan y Lisa participara a título de colaboradora. Yo personalmente, sin conocer las circunstancias, discrepo de esta teoría. Brendan y Lisa tienen ambos exitosas carreras en solitario (Brendan tiene dos álbums, mientras que Lisa ha firmado bastantes más y ha firmado numerosas bandas sonoras en solitario o con otros compositores; aquí una muestra) y, si hubieran querido, podrían haber seguido así. Lo genial de DCD es que el producto es superior a la suma de sus componentes. Brendan es un explorador de lo étnico, sobre todo en lo que se refiere al espíritu atávico de la música africana, de los ritmos griegos. Lisa es la que aporta la espiritualidad, esa hondura trascendental que tienen los álbumes de la banda. Cuando trabajan juntos es cuando nos ofrecen un resultado excepcional. Dyonisus es un recorrido, en clave de glosolalia, por las celebraciones a Baco en las islas griegas, es el desierto de Túnez, las sabanas africanas y el éxtasis de los cultos órficos. Sabe a poco, pero es Dead Can Dance puro. 


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