Sabéis que soy un gran lector de Paul Auster. A pesar de que sus últimas novelas han perdido un poco de fuelle respecto a las maravillas que nos ha entregado en el pasado, tenía ganas de leer Creía que mi padre era Dios, que en rigor no es un libro de Auster, puesto que él tan sólo se ocupa de seleccionar los relatos que en el volumen aparecen. He tardado lo mío, pero por fin lo he terminado y he de decir que ha sido una experiencia interesante y a la vez muy austeriana.
Creía que mi padre era Dios (relatos verídicos de la vida americana) es una selección de relatos enviados al programa de radio Weekend All Things Considered, en el que Auster colaboraba, como él mismo nos cuenta en el prólogo. Los oyentes los enviaban y Auster los leía en la radio. La única condición era que tenían que ser verídicos y breves. El resultado fueron unos cuatro mil relatos llegados a la redacción de la radio, que para la edición en papel tuvieron que reducirse a 179. La antología está estructurada temáticamente: relatos sobre animales, objetos, familiares, disparates, extraños, sobre la guerra, el amor, la muerte, los sueños y finalmente las meditaciones. Empieza con historias divertidas, chocantes (como la del perro que descubre la cara de su amo en una procesión del Ku Klux Klan), historias en las que el azar y las coincidencias tienen un papel vital, de esas que le gustan tanto a Auster (como las de objetos perdidos que son encontrados mucho tiempo después en condiciones increíbles), para luego tomar un cariz más serio en los relatos de guerra, de dolor y sacrificios, hasta los que tienen como eje una muerte. Finalmente, la antología se cierra con un tono más amable con historias de sueños cumplidos o curiosos, y de reflexiones sobre el valor de la vida y los seres queridos.
En 179 relatos hay espacio para todo: desde los momentos ligeros, las historias que nos sacan una sonrisa, las que hacen asomar una lágrima o las que nos dejan hechos polvo. También hay algunos superfluos, pero son los menos: sin duda, Auster realizó una titánica tarea a la hora de seleccionarlos, y el resultado es un libro de historias que no son suyas, pero que bien podrían serlo, por el estilo y la temática. Si buscáis un libro que leer poquito a poquito, degustando esas pequeñas pildoras de "vida americana" (sin duda, si hemos de creer en el elemento verídico de los relatos, toman un valor mucho más efectivo), este libro os gustará. Y si sois completistas de Auster, pero no habéis leído éste porque en realidad él no escribe nada, también os lo aconsejo. Muchas de estas anécdotas bien podrían haberle servido para una decena de novelas más (quién sabe si no lo están haciendo ya). En todo caso, un libro para disfrutar.
Creía que mi padre era Dios (relatos verídicos de la vida americana) es una selección de relatos enviados al programa de radio Weekend All Things Considered, en el que Auster colaboraba, como él mismo nos cuenta en el prólogo. Los oyentes los enviaban y Auster los leía en la radio. La única condición era que tenían que ser verídicos y breves. El resultado fueron unos cuatro mil relatos llegados a la redacción de la radio, que para la edición en papel tuvieron que reducirse a 179. La antología está estructurada temáticamente: relatos sobre animales, objetos, familiares, disparates, extraños, sobre la guerra, el amor, la muerte, los sueños y finalmente las meditaciones. Empieza con historias divertidas, chocantes (como la del perro que descubre la cara de su amo en una procesión del Ku Klux Klan), historias en las que el azar y las coincidencias tienen un papel vital, de esas que le gustan tanto a Auster (como las de objetos perdidos que son encontrados mucho tiempo después en condiciones increíbles), para luego tomar un cariz más serio en los relatos de guerra, de dolor y sacrificios, hasta los que tienen como eje una muerte. Finalmente, la antología se cierra con un tono más amable con historias de sueños cumplidos o curiosos, y de reflexiones sobre el valor de la vida y los seres queridos.
En 179 relatos hay espacio para todo: desde los momentos ligeros, las historias que nos sacan una sonrisa, las que hacen asomar una lágrima o las que nos dejan hechos polvo. También hay algunos superfluos, pero son los menos: sin duda, Auster realizó una titánica tarea a la hora de seleccionarlos, y el resultado es un libro de historias que no son suyas, pero que bien podrían serlo, por el estilo y la temática. Si buscáis un libro que leer poquito a poquito, degustando esas pequeñas pildoras de "vida americana" (sin duda, si hemos de creer en el elemento verídico de los relatos, toman un valor mucho más efectivo), este libro os gustará. Y si sois completistas de Auster, pero no habéis leído éste porque en realidad él no escribe nada, también os lo aconsejo. Muchas de estas anécdotas bien podrían haberle servido para una decena de novelas más (quién sabe si no lo están haciendo ya). En todo caso, un libro para disfrutar.
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