· El domingo 18 llegué a Madrid, con motivo del curso de verano de El Escorial "El paisaje y la ciudad: construcciones literarias contemporáneas". Antes de eso, tuve la oportunidad de pasar media mañana con Jueves y Patxi, y compartir unas cervezas y conversar sobre lo divino y lo humano. Y desde aquí quiero enviarles un saludo muy afectuoso a ambos, deseando que podamos repetir la experiencia, esta vez sin las maletas cargadas. Por la tarde llegamos al Escorial y el lunes empezamos con las clases. Las conferencias tuvieron partes interesantes y aburridas a partes casi iguales. Pudimos escuchar leer a Antonio Gamoneda y reflexionar sobre su poética del ejido, conocer la obra de autores disparatados como Dionisio Cañas, comprometidos filosóficamente como Chantal Maillard, o simplemente curiosos como Oscar Peyrou (fantásticos sus cuentos llenos de un cínico humor argentino). Algunas intervenciones, no obstante, me sumieron en un cierto sopor, por la vaciedad de sus contenidos. A veces parecía que me encontraba en una competición en la que se intentaba colocar el máximo de términos abstractos en la misma oración ("tránsito vital", "literatura estéticamente desactivada", "mapa cognitivo", "contraidealismo literario"...), que si bien puedo seguir, llega un punto en que, cual C3PO, me desconecto de lo que me rodea. Y lo de la postmodernidad... Ah, con eso no puedo. Que alguien me lo explique, que me expliquen porque no estamos en la modernidad. Como decía Calderón, "Yo era un tonto, y lo que he visto me ha hecho dos tontos".
· Sin embargo, algunos momentos valieron la pena. La profesora y escritora Chantal Maillard, por ejemplo, nos habló de sus viajes a la India, y de sus cuadernos de Benarés. Me llamó atención su figura frágil, a punto de romperse, que a M. le hicieron pensar en alguna mórbida figura de Rubén Darío. Chantal es hipnótica: su lividez, su hilo de voz quebrada, su experiencia en India... Transmite un aura de pesadumbre, es como un Buda iluminado por su tristeza. Luisa nos comentaba que quien va a la India no vuelve nunca a ser él mismo. Y la narración de Chantal sobre sus viajes, su búsqueda en Benarés, su mirada, y la mirada de los demás sobre ella nos conformaba la idea. Parece que Chantal ha tenido un viaje iniciático, pero no al uso de quien sabe que ha ganado algo. O quizá sí, pero lo que ha ganado no ha sido estrictamente positivo. Parece, en fin, que guarda algún secreto sobre lo que ha visto allí, y que es únicamente para ella.
· Sin embargo, algunos momentos valieron la pena. La profesora y escritora Chantal Maillard, por ejemplo, nos habló de sus viajes a la India, y de sus cuadernos de Benarés. Me llamó atención su figura frágil, a punto de romperse, que a M. le hicieron pensar en alguna mórbida figura de Rubén Darío. Chantal es hipnótica: su lividez, su hilo de voz quebrada, su experiencia en India... Transmite un aura de pesadumbre, es como un Buda iluminado por su tristeza. Luisa nos comentaba que quien va a la India no vuelve nunca a ser él mismo. Y la narración de Chantal sobre sus viajes, su búsqueda en Benarés, su mirada, y la mirada de los demás sobre ella nos conformaba la idea. Parece que Chantal ha tenido un viaje iniciático, pero no al uso de quien sabe que ha ganado algo. O quizá sí, pero lo que ha ganado no ha sido estrictamente positivo. Parece, en fin, que guarda algún secreto sobre lo que ha visto allí, y que es únicamente para ella.
[Mañana sigue...: Concierto barroco - Futilidad de la arquitectura y de la palabra - Una brujita tardona.]
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