28.2.04

Good times, bad times

Con la canción del título se iniciaba el primer disco de Led Zeppelin, para mí el mejor grupo de rock que existió y existirá jamás. No sólo facilitaron la llegada del hard rock a la escena musical (junto al resto del triunvirato formado por Deep Purple y Black Sabbath), sino que fueron un grupo que desde el sabor del blues de su primer álbum hasta las barrocas composiciones del último con material nuevo supieron ir cambiando conservando siempre su identidad original.
¿Qué puedo decir de Led Zeppelin? Que, después de que los Beatles me descubrieran la música, Led Zeppelin iluminó mi adolescencia con el intenso sol de Cachemira. Creo que son los discos originales que tengo más gastados de mi colección (los compré todos antes de que, hace unos años, bajaran de precio. Ahora los podéis encontrar por menos de 10€ en cualquier tienda o centro comercial), con diferencia. El primer "Led Zeppelin", con esos blues "You shook me" y "I can´t quit you baby" y ese excelente y modélico ejemplo de bajo (Rorschach dixit); el segundo "Led Zeppelin II" con las gloriosas interpretaciones de "The Lemon Song" y "Heartbreaker", y una de las primeras alusiones al mundo de Tolkien en la música, "Ramble on" (estamos en 1969); el sorprendente estilo acústico de "Led Zeppelin III", y la obra maestra en conjunto que es "Led Zeppelin IV": es el placer hecho música desde las primeras notas de "Black Dog" hasta el final de "When the leeve breaks". "LZ IV" es todo un monumento. No es de extrañar que "Stairway to Heaven" sea la canción más radiada de la historia de la música (y eso que no es una canci?n precisamente corta). Después llegarían "Houses of the Holy", con canciones sencillamente perfectas como una de mis preferidas, "The Rain Song", o "Over the hills and far away"; y el imprescindible doble álbum "Physical Graffiti", a mi juicio uno de los antecedentes del heavy metal y sin duda el álbum más duro de la banda, con canciones de todo tipo, desde la belleza de "Kashmir" o "In the light", o la furia metalera de "Sick Again" o "The Rover". Los años seguían pasando y Led Zeppelin seguía produciendo discos extraordinarios. Ahí está "Presence", de 1976, y la epopeya musical de los diez minutos de "Achilles Last Stand". Llegaría más tarde el ocaso de los dioses con "In through the out door" y, finalmente, la muerte de John Bonham, el mejor batería de la historia (con el permiso de Mike Portnoy), que terminaría con el grupo.
A él, a John Paul Jones, a Jiimy Page y a Robert Plant, y, sobre todo, a los amigos que me descubrieron su música, debo tantos placeres de mi juventud, y aun de ahora. ¡Larga vida a esa amistad y al Rock!

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