La semana pasada dio inicio el nuevo concurso-reality-coaching, o como quieran llamarlo, de Telecinco. Se trata de Las joyas de la corona, con la participación estelar de la última pija de moda, Carmen Lomana, y que consiste básicamente en coger a unos jóvenes de extracción media-baja para convertirlos en adalides del glamour y la educación. Como tuve que escribir sobre este tema para el Telelevisión del Ultima Hora del jueves 5 y no me bastaron las doscientas palabras, voy a analizar este despropósito aquí un poco más detalladamente, no porque me guste ni porque me apetezca que perdáis el tiempo delante de la televisión, sino porque, a mi juicio, el programa en cuestión es una especie de resumen de lo que es la televisión en general, Telecinco en particular, y un ejemplo perfecto de cómo nuestra sociedad puede frivolizar con todos los valores establecidos si la meta (los beneficios) vale la pena. Me gustaría hacer hincapié en un algunos puntos:
· La fascinación que siente la televisión por estos nuevos formatos en los que la estrella es la reeducación, o más bien, la simple y llana educación, porque para haber reeducación, debería existir una primero. Parece que la educación -en el sentido del conjunto de saberes o de normas que el sentido común y la convivencia dictan y que normalmente la familia transmite- es algo tan abstracto y lejano para el vulgo que su consecución se convierte en un espectáculo. Programas como éste, o Curso del 63, o aquel de Momotombo... Parece que ha llegado un punto en que es divertido ver cómo unos jóvenes aprenden a tratar de usted (una concursante dice que nunca ha tratado de usted a nadie; el presentador, añade comprensivo, "¡claro, como ahora no os obligan a tratar de usted!") o a comer con la boca cerrada.
· El tenebroso paradigma que se va estableciendo de que personas como Carmen Lomana (que sabrá perfectamente comer con todos los cubiertos del mundo, pero que en el fondo es una persona que tiene muy presente el status quo de la sociedad en la que vive, y a la que ir a la compra o a un mercadillo le suena a chino) son modelos a imitar o incluso a envidiar. Los concursantes repiten una y otra vez lo importante que es para ellos el glamour, y la moda, y no sé qué zarandajas... y no se dan cuenta de que pertenecen a mundos totalmente distintos de su "benefactora". Si uno se para a pensar, es hasta triste que un fulano de la casa del infante de Borbón dé clases de protocolo, de cómo saludar al Papa o inclinarse ante el Rey, a unos chavales que en su vida van a tener una oportunidad ni remotamente parecida.
· La perniciosa idea que subyace en el programa de que el mejorar como persona depende exclusivamente del lujo, el dinero y el glamour, y que la educación libresca, por decirlo de alguna manera, no tiene nada que ver. Las únicas menciones que se hacen a la cultura general quedan como anécdota cuando les ponen delante las imágenes de algunos rostros conocidos y ninguno de ellos sabe responder quiénes son: a la estudiante de 4º de Derecho ni le suena la jeta de Garzón, Van Gogh es confundido con Chuck Norris y la fotografía de Cela es en realidad Cervantes para alguno de los concursantes. El público se ríe y ahí se queda todo.
· Todo hay que decirlo, el programa ha hecho un gran esfuerzo por reunir a una selección de concursantes a cual más bobo. Son todos portadores de tantos estereotipos (el chicarrón de pueblo, la choni de polígono, el pacorro lleno de cadenas de oro, el guaperas descerebrado) que parecen sacados de un guión de Muchachada Nui. Declaraciones como "si me estrello con un Ferrari y me muero, voy a ser la persona más feliz" o "Si llego a nacer feo, me pego un tiro" lo dicen todo. Pero si hay ayuda en los guiones del programa para que estos catetos posmodernos parezcan lo que son (o al revés), en pequeños detalles se aprecia que no habrá tanto maquillaje como parece. Un ejemplo muy significativo. Al inicio del programa, acuden a la mansión donde se grabará el programa. Para entrar, ninguno de ellos es capaz de decir "Buenos días, soy X, vengo por tal o busco a tal". A la pregunta del portero automático de "¿Qué desea?", más de una persona contesta: "Entrar". Esto no lo van a arreglar las clases de glamour, señores.
¿Es la fauna de Las joyas de la corona representativa de la juventud actual? Me gustaría pensar que no, que como todo espectáculo televisivo, se ha alterado la realidad para forzar caracteres, predisponer al estereotipo y propiciar la respuesta del público. Querría pensar que los jóvenes no son todos así, que aún hay esperanzas, que no todo está perdido, como parece indicar subrepticiamente este concurso. Pero, ¿sabéis lo que más temo? Que la realidad, como se dice siempre, siempre supera la ficción.
· La fascinación que siente la televisión por estos nuevos formatos en los que la estrella es la reeducación, o más bien, la simple y llana educación, porque para haber reeducación, debería existir una primero. Parece que la educación -en el sentido del conjunto de saberes o de normas que el sentido común y la convivencia dictan y que normalmente la familia transmite- es algo tan abstracto y lejano para el vulgo que su consecución se convierte en un espectáculo. Programas como éste, o Curso del 63, o aquel de Momotombo... Parece que ha llegado un punto en que es divertido ver cómo unos jóvenes aprenden a tratar de usted (una concursante dice que nunca ha tratado de usted a nadie; el presentador, añade comprensivo, "¡claro, como ahora no os obligan a tratar de usted!") o a comer con la boca cerrada.
· El tenebroso paradigma que se va estableciendo de que personas como Carmen Lomana (que sabrá perfectamente comer con todos los cubiertos del mundo, pero que en el fondo es una persona que tiene muy presente el status quo de la sociedad en la que vive, y a la que ir a la compra o a un mercadillo le suena a chino) son modelos a imitar o incluso a envidiar. Los concursantes repiten una y otra vez lo importante que es para ellos el glamour, y la moda, y no sé qué zarandajas... y no se dan cuenta de que pertenecen a mundos totalmente distintos de su "benefactora". Si uno se para a pensar, es hasta triste que un fulano de la casa del infante de Borbón dé clases de protocolo, de cómo saludar al Papa o inclinarse ante el Rey, a unos chavales que en su vida van a tener una oportunidad ni remotamente parecida.
· La perniciosa idea que subyace en el programa de que el mejorar como persona depende exclusivamente del lujo, el dinero y el glamour, y que la educación libresca, por decirlo de alguna manera, no tiene nada que ver. Las únicas menciones que se hacen a la cultura general quedan como anécdota cuando les ponen delante las imágenes de algunos rostros conocidos y ninguno de ellos sabe responder quiénes son: a la estudiante de 4º de Derecho ni le suena la jeta de Garzón, Van Gogh es confundido con Chuck Norris y la fotografía de Cela es en realidad Cervantes para alguno de los concursantes. El público se ríe y ahí se queda todo.
· Todo hay que decirlo, el programa ha hecho un gran esfuerzo por reunir a una selección de concursantes a cual más bobo. Son todos portadores de tantos estereotipos (el chicarrón de pueblo, la choni de polígono, el pacorro lleno de cadenas de oro, el guaperas descerebrado) que parecen sacados de un guión de Muchachada Nui. Declaraciones como "si me estrello con un Ferrari y me muero, voy a ser la persona más feliz" o "Si llego a nacer feo, me pego un tiro" lo dicen todo. Pero si hay ayuda en los guiones del programa para que estos catetos posmodernos parezcan lo que son (o al revés), en pequeños detalles se aprecia que no habrá tanto maquillaje como parece. Un ejemplo muy significativo. Al inicio del programa, acuden a la mansión donde se grabará el programa. Para entrar, ninguno de ellos es capaz de decir "Buenos días, soy X, vengo por tal o busco a tal". A la pregunta del portero automático de "¿Qué desea?", más de una persona contesta: "Entrar". Esto no lo van a arreglar las clases de glamour, señores.
¿Es la fauna de Las joyas de la corona representativa de la juventud actual? Me gustaría pensar que no, que como todo espectáculo televisivo, se ha alterado la realidad para forzar caracteres, predisponer al estereotipo y propiciar la respuesta del público. Querría pensar que los jóvenes no son todos así, que aún hay esperanzas, que no todo está perdido, como parece indicar subrepticiamente este concurso. Pero, ¿sabéis lo que más temo? Que la realidad, como se dice siempre, siempre supera la ficción.
8 opiniones:
Sí, la realidad supera a la ficción. Seguro que estos concursantes no son los postadolescentes más tontos y ordinarios que podían encontrar en un casting.
Pero no son muestra representativa del rango de edad. Hay muchísima más gente normal (igual de normales que pudimos salir nosotros, que ni mucho menos podemos ser ejemplo en dicho programa) que los elementos que han seleccionado.
Pero claro, lo normal no vende. La oposición de los extremos genera interés, e igual de circense es ver a Lomana hablar con su tono impostado que verlos a ellos tratando con ese hato de estirados.
Todo sea que, en próximos reality-coaching quieran que veamos a la diva conviviendo en cualquier barrio del extrarradio, con bata y bigudíes, saliendo a hacer la compra en zapatillas de felpa.
Más de un profesional de la televisión – y no tan profesional – ha afirmado que tenemos la televisión que merecemos.
Extrapolado al tema en cuestión. En estos los casting, los más personajes son los elegidos. No es que sean una representación generacional de la juventud de ahora, porque burros, catetos y maleducados ha habido siempre, pero sí son los que más llaman la atención. No es lo mismo llevar a alguien con un mínimo de cultura general – algo fácil, como cuando fue la Guerra Civil – que a uno de estos.
Haciendo un símil, quizás algo desafortunado, es como ir al circo y que te salgan dos payasos, el payaso triste y el feliz. El triste hace un espectáculo lleno de un humor que deja ese regusto a pena en el espectador. El otro, se cae, se tropieza, se da tartazos, se pega en las bolas con un rastrillo, y con todo se ríe… y al espectador se la trae al pairo lo que le pase, porque sólo quiere ver otra gracieta.
Muy interesante Cisne, la tv es penosa pero desde luego echarle un vistazo informa mucho, no tanto sobre los ciudadanos (que la mitad ni la ven) sino sobre lo que se supone que piensan que debe o debería interesar, se está generando una especie de televidente carroñero.
Madre, espero que no acaben hablando con la afectación de la Lomana, prefiero una choni la verdad.
Terminaremos viendo concursos como el descrito en "El fugitivo" de Richard Bachman (pseudónimo de Stephen King) donde se premia a los concursantes para que puedan curar a sus hijos y los ponen en una cinta de correr hasta que les peta el corazón.
Increase... coldness
Increase... ignorance
Claro que no son representativos, los buscan exprofeso (si fuesen representativos ya estaríamos otra vez en la edad de las cavernas xD).
Por cierto, he curioseado por tu blog y me lo voy a añadir a favoritos. Muy interesantes tus artículos :)
Reeducar a una persona ordinaria estça bien, pero que lo haga un programa de Telecinco llevado por una pija de clase alta que farda de su estatus social es muy WTF y muy OMG.
Cada vez estoy mas convencido: Telecinco es el ejemplo de por qué a veces la censura es necesaria, no como medida opresora, sino como medida restrictiva, ya que la sociedad se está educando con sus contenidos, y así nos va, que tenemos señoras que quieren parecerse a Belén Esteban, adolescentes que quieren parecerse a los consursantes de Gran Hermano, y así un largo etcétera.
Uno mas de tantos. Hola, cisnereños, soy argentino, no sé si estarán al tanto pero aquí en Argentina la tv está igual.
Lo que estamos sufriendo hoy en día aquí son los programas de chismes, y el Bailando por un sueño (vean en el youtube, hay mucho); por supuesto, lo sufrimos los que estamos fuera de esa forma de vida, porque los demás, los "normales" están todo el día pegados a la pantalla.
Pero bueno, ustedes ya saben como es, hay que hacer dinero a toda costa, y si eso significa poner un puñado de personas y pretender que son el "común de la gente" para hacer billetes, a ninguno de esos productores se les cae el apellido por hacer algo así, no les importa; todo es marketing: estudias a los "normales", anotas qué les gusta, y haces un programa con todas las tonterías que consumen.
Casi me olvidaba, se ve que está medio pasadita de años y es una estirada, pero Carmen Lomana está como para una revolcadita, jijiji.
Excelente blog ¡Aguante EL JOVEN LOVECRAFT!
La fauna de las joyas de la corona no es representativa de la juventud actual, es representativa de la mayoría de la juventud actual. Pero aun hay esperanza para detener la epidemia. La cura reside:
a)Cultivarse un poco musical,literaria y artísticamente.
b)Ver lo menos posible la televisión. (Excepciones: muchachada nui, bob esponja, agallas el perro cobarde y futurama).
c)Si no puedes aguantar sin tele dale al dos en lugar de al 5. Podrás encontrar buen material como: redes, documentales de naturaleza (repetidos desde los 90, todo hay que decirlo) y reportajes (el otro día hicieron uno de ouka leele muy interesante).
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