Eran dos amigos inseparables. Juntos, un día, conocieron a una bellísima bailarina. Era una mujer amable y fascinante. Ambos amigos la amaban y estaban encantados con ella. Pasaron unas semanas, y uno de los amigos le dijo al otro:
-Me ha empezado a atormentar la idea de que un día podamos quedarnos sin ella.
-Antes o después, todos nos quedamos sin todo- repuso con ecuanimidad el otro amigo.
Transcurrieron los meses. Los amigos mantenían una relación muy satisfactoria con la hermosa y afable bailarina. Pero llegó un día en que les comunicó que debía partir a otro país, para seguir bailando para otras gentes. Y así fue. La bailarina se despidió de los dos hombres y partió. Entonces, uno de los amigos dijo:
-¿Te das cuenta? Estaba atormentado porque un día la perdiésemos y así ha sido. Ahora estoy verdaderamente desolado. No podré vivir sin ella. ¿Y tú, cómo te sientes?
El amigo ecuánime, repuso:
-Maravillosamente, muy sereno.
-¿Cómo es posible? Acabas de perder una mujer maravillosa.
-Antes de que ella apareciera en mi vida, yo me sentía bien. Ella fue como un regalo del destino. Vino y la disfruté intensamente. Mientras estuvo aquí, ni un sólo instante dejé de sentirla en lo más profundo de mí. Ella ha partido y yo vuelvo a estar como estaba antes de que ella viniera. Vuelvo a sentirme bien. Bien estaba antes de que viniera, bien estaba mientras ella se hallaba aquí, bien estoy ahora que ha partido. Si estoy bien conmigo mismo, ¿podría ser de otro modo? El destino la trajo; el destino se la llevó.
[Antología de cuentos de la India y el Tíbet. Recopilación de Ramiro Calle. Ed. Edaf, 2003]
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