29.9.04

30 de septiembre: Homenaje al Maestro - Defensa apasionada de la vocación

Gracias
Hoy quiero sumarme a las -me gustaría suponer- muchas actividades y homenajes que van a celebrarse en honor a la figura del maestro. Quiero hacer un repaso breve por mi trayectoria académica y dar yo también las gracias a algunos de los profesores que tuve. Quiero dar las gracias a don Jaime Guijarro, porque de él aprendimos los fundamentos de Ciencias y Sociales. Era un profesor a la antigua usanza, como los que ya no quedan. A mi primera profesora de Inglés, que me enseñó ese idioma como si fuera un juego y gracias a eso fue mi mejor asignatura durante muchos años. A Toni Figuera, a pesar de que sólo lo tuve un año, por las mejores clases de Literatura: de ésas que, en la adolescencia, te deslumbran y te enseñan el camino. Él tiene mucha culpa de que hoy sea filólogo. A Vicente Juan, por ser el peor profesor de Educación Física, es más, por enseñarme qué significa ser la antítesis de lo que debería ser un profesor. A Agustí Puigserver, por las clases de Filosofía de COU, que de verdad me enriquecieron. A Perfecto Cuadrado, por enseñarme que los profesionalidades de Humanidades hemos de tener una Ética my clara. A Luis Miguel Fernández, por ser, no uno de los profesores que más me ha enseñado en todos los campos de la vida, sino por ser un auténtico mentor. A todos estos y a muchos más les quiero dar las gracias por conformarme tal como soy. Yo, como todos, he tenido profesores malos, regulares y buenos. Quiero quedarme con los que, al menos, he aprendido de ellos lo que es -pero también lo que no es- ser profesor.

No es mala ocasión tampoco para reivindicar el papel del maestro en la sociedad. La docencia es cada vez más difícil: el profesor se enfrenta a un alumnado irascible, muchas veces en absoluto interesado en su materia, con otros valores, con otra escala de cosas de importancia. Para lidiar con esta turba hace falta valor. Y vocación: sólo creyendo verdaderamente en lo que uno hace, sólo teniendo verdadero amor por la educación se puede plantear uno esa titánica tarea. Y ahora hablo como miembro del gremio, o al menos, desde una profesión que está casi siempre enfocada a la docencia. Todos hemos conocido profesores apáticos, sin ningún interés por su tarea didáctica. ¿Es eso a lo que aspiramos? Siendo profesor, no sólo ofreceemos unos conocimientos determinados, sino toda una forma de ver el mundo a los alumnos, la pasión por la materia. Esto es lo que requiere ser maestro. Y nuestras carreras de Humanidades, más que ninguna otra. Si un químico molecular es arisco, tampoco es una desgracia. Si un empresario es tosco, qué le vamos a hacer. Un profesor no puede permitirse eso. Estamos ahí para que aprendan. Y, además, en asignaturas que contribuirán a enriquecer el pensamiento, a que los alumnos piensen por sí mismos, a que se sientan fascinados por el poder de la palabra en todas sus formas. Somos humanistas. Con nosotros pueden despertar futuros pensadores, futuros filósofos... ¿Hay algo más repugnante, pues, que ver la falta de vocación en una facultad de Humanidades? ¿Que incluso el profesorado universitario llegue a involucionar por el hastío que provoca su alumnado? A mí realmente me da asco sólo de pensarlo. ¿Qué futuro vamos a dar a los que vendrán si no creemos en lo que hacemos? ¿Qué ejemplo les damos? ¿Creéis que un médico puede ser ídem y odiar a la gente en general? Para terminar una carrera de medicina hace falta vocación. No sólo por el trabajo que conlleva, sino porque -supongo- uno se mete en ella para ayudar a la gente, para curar personas, no para amasar dinero. Teóricamente. Así considero que deberían ser las carreras de Humanidades. Nuestra carrera ha de ser un compromiso ético -y por eso citaba a Perfecto Cuadrado- con la sociedad, con el objetivo de intentar mejorarla, renovarla, de hacerla pensar, de crear o remover conciencias críticas que se sacudan el amodorramiento al que les someten las corporaciones y las modas. Hay que seguir luchando por ese ideal, porque, como le gusta recordar a Rorschach, el Conocimiento es Poder y la Educación es Libertad. Sigamos luchando, pues.

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