9.8.09

Cine de verano (II): La guerra de los mundos y La invasión de los ladrones de cuerpos

Creo que ya he hablado aquí varias veces de mi completa fascinación por el musical de La guerra de los mundos de Jeff Wayne; de hecho, seguramente algún día volveré sobre él, porque es un tema del que se puede hablar largo y tendido. Pero no es lo que hoy nos ocupa, sino la versión que en 1952 se rodó del clásico de H.G. Wells. La guerra de los mundos es una obra que siempre ha ejercido una gran fascinación sobre mí, principalmente, claro, por la huella indeleble que me dejó el mencionado musical, pero también porque es una obra que mezcla literatura de anticipación, ciencia ficción y el género "ocaso de la civilización". La primera versión que se rodó de esta obra es uno de esos clásicos de su tiempo que ahora puede parecernos ingenua y hasta cutre, pero tenemos que verla con los ojos de su época y no abominar de unos efectos especiales que, aunque ahora nos suenen a chiste, ganaron el Oscar a esa categoría aquel año. A todo esto, destacar que pude hacerme con una copia del dvd en edición coleccionista por unos miserables 4,95€. El dvd contiene diversos extras interesantes, como comentarios en audio y el famoso programa radiado por Orson Welles que consiguió que cundiera el pánico en todo Estados Unidos.

Y otro clásico que revisité fue
La invasión de los ladrones de cuerpos (1956), otro puntal del género que ha sido objeto de varios remakes a lo largo del tiempo. La original de los años 50, rodada por Don Siegel, es una película que ha resistido bien el paso del tiempo. No necesita de efectos especiales impactantes para funcionar: el ambiente claustrofóbico y paranoico se consigue rápidamente cuando el protagonista se ve arrastrado por una serie de circunstancias que, en principio, tendrían que poder ser explicadas racionalmente. Lo que empieza como un aparente caso de histeria colectiva se transforma de forma paulatina en un horror de consecuencias inimaginables. Esta revisión me dejó un cierto regusto lovecraftiano; quizá es que ahora lo veo por todas partes, o que asociemos ahora a Lovecraft un tipo de horror que es mucho mayor que su obra, pero la sensación de absoluto abandono y pura impotencia que siente el protagonista al verse rodeado por tal cúmulo de circunstancias (incluida la persecución final de todo el pueblo, al más puro estilo Innsmouth) le da ese toque de las obras del de Providence. Es evidente el trasfondo real que enmascara la obra, el miedo a la invasión comunista y la caza de brujas, que planea sobre la cinta y se delata en según qué diálogo entre los invasores y el protagonista. Da igual si la invasión es un poco tosca, si las famosas vainas en realidad sirven de poco... En conjunto se trata de todo un clásico que hay que ver y una de esas grandes películas de género que los años cincuenta nos dejaron.

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