Ayer quedé con Luis Miguel Fernández y Eduardo L. Hinton. Fuimos a ver a Cristóbal Serra, a propósito de una traducción de "Diario de signos" que Luis quiere que perpetremos. Empezamos hablando de las traducciones anteriores de las obras de Serra y terminamos, horas después, con tipos de barbas y bigotes. Y entre tanto, Cervantes, Quevedo, Bloy, Hugo, "La pasión de Cristo", los testigos de Jehová, lo agarrado que es Olañeta, la narcolepsia, las infusiones, los orígenes del euskera y Passolini. Eduardo quedó, como todos nosotros, encantado por haber conocido a Serra.
Luego fuimos a casa de Eduardo. Él, mostrándome sus tesoros literarios; yo, ahogándome por la alergia a los animales. Me prestó un fantástico libro de fotografías de Juan Rulfo, por el que ambos sentimos devoción, y luego, cuando logró apartar un poco a sus canes, nos sentamos en un rincón, ojeamos a Blake, me enseñó algunos poemas de Oliverio Girondo, estuvimos escuchando algún disco de Shakti con John McLaughlin -cómo sonaban los instrumentos indios a través de los cuatro altavoces y el bajo- y, finalmente, cuando me fui, me prestó el "American Gods" de Neil Gaiman y el directo "Nocturne" de Siouxsie & the Banshees, merced a la confesión que le hice de mi reciente descubrimiento.
Fue una tarde interesante. Que me digan después que el deleite más puro no es de raíz intelectual y que Aristóteles se equivocaba cuando dedicaba tantas páginas de su Ética a la amistad.
Ya llega febrero. Algunos de los platos del menú: Referidos, algún día diré vuestros nombres (IV) · Lectura compartida del Quijote: capítulos II-VII · El extraño caso de Edward Gorey · Más tiras de "El joven Lovecraft" · Y mucho más aquí, como siempre, en Cisne Negro.
Luego fuimos a casa de Eduardo. Él, mostrándome sus tesoros literarios; yo, ahogándome por la alergia a los animales. Me prestó un fantástico libro de fotografías de Juan Rulfo, por el que ambos sentimos devoción, y luego, cuando logró apartar un poco a sus canes, nos sentamos en un rincón, ojeamos a Blake, me enseñó algunos poemas de Oliverio Girondo, estuvimos escuchando algún disco de Shakti con John McLaughlin -cómo sonaban los instrumentos indios a través de los cuatro altavoces y el bajo- y, finalmente, cuando me fui, me prestó el "American Gods" de Neil Gaiman y el directo "Nocturne" de Siouxsie & the Banshees, merced a la confesión que le hice de mi reciente descubrimiento.
Fue una tarde interesante. Que me digan después que el deleite más puro no es de raíz intelectual y que Aristóteles se equivocaba cuando dedicaba tantas páginas de su Ética a la amistad.
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