25.3.05

Binomios animados

W & G

Explica E. C. Riley en la recomendable obra "Introducción al Quijote", un muy ameno estudio del libro para el que se introduce en él, que el arquetipo de la pareja de personajes contrapuestos no es idea de Cervantes, sino que aparece antes en las figuras de Carnaval y Cuaresma y la pareja cómica italiana Ganassa y Bottarga. Además, hay variaciones modernas del tema que seguimos considerando cervantinas, incluso cuando varían las características de los papeles: Mr. Pickwick y Sam Weller, Sherlock Holmes y el doctor Watson, Laurel y Hardy, C3PO y R2D2, a los que yo añado el pequeño Calvin y su tigre Hobbes, y ahora Wallace y Gromit. Me interesé por esta serie realizada en "stop-motion" a partir de una lectura de inglés que tuve que hacer en una clase particular. Aunque ya conocía la serie de haberla cogido alguna vez por televisión, esta vez sentí curiosidad por ver algún episodio, así que bajé "The wrong trousers", un delirante capítulo en la que se mezclan pantalones robots, pingüinos ladrones de diamantes y trenes de juguete.

Mi afirmación no es gratuita.
Wallace es un inventor de toda clase de cachibaches, la mayoría de ellos, no inútiles, pero sí que tienden a optar por la manera más difícil de resolver una situación. Es despistado, bonachón y aficionado al queso. Quiere mucho a Gromit, pero a veces uno tiende a pensar que lo tiene como a una especie de criado. Por su parte, Gromit, el perro, es el esforzado amigo de Wallace, que le ayuda en todo lo que puede y normalmente sale escaldado por algún imprevisto. Uno no sabe por qué sigue con Wallace, pero adivinamos que en el fondo, como buen can que es, le es fiel y le quiere un montón. Gromit no habla, pero sabemos siempre lo que piensa porque es extraordinariamente expresivo. Y no hace falta decir que es adorable. Juntos forman un binomio que es inseparable: uno, el idealista; otro, el que saca las castañas del fuego a ambos. Un arquetipo tan viejo como efectivo.

Siempre he tenido una especial admiración por la gente que se dedica a la animación tradicional. No sólo porque es una labor digna del mayor encomio a nivel técnico, sino porque, ante la moda de hacer animación directamente con ordenador -que si renders, que si captura de imágenes-, el elegir a día de hoy una labor tan artesanal, de modelado de unos muñecos efímeros, es una apuesta por un tipo de trabajo en decadencia. La gente de
Aardman Animations ha creado una gran obra, de eso no hay duda. En otoño de este año se estrenará su primer largometraje en el cine. Habrá que ir a verlo.

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