El miedo, el terror más absoluto es el que tenemos a lo desconocido. Acabo de ver la excelente serie de televisión "Riget" ("El Reino") de Lars von Trier (1994) y he de decir que me ha dejado muy satisfecho. Trier construye una historia de terror en un hospital danés donde se suceden algunos sucesos paranormales. Cuatro episodios de una hora le bastan al director para dejarnos totalmente en shock con esta serie. Como algunas personas han dicho, "Riget" viene a ser la versión Dogma de "Twin Peaks". Pero más allá de lo que plantea la trama (una niña muerta a principios de siglo, un estudiante que juega con las cabezas del depósito, un médico sueco que odia a sus colegas daneses, una médico cuyo embarazo va demasiado deprisa, etc.), lo que me aterrorizó verdaderamente fue el final de la serie, [No siga leyendo si va a ver la serie] donde se dejan al aire la mayoría de las tramas para que el espectador las complete con su imaginación. Algo verdaderamente frustrante para un espectador cómodo, pero terriblemente novedoso y provocador. [Ya puede seguir leyendo]. Como dice Trier al final de unos de sus episodios, "Detrás de los ojos cerrados es donde comienza el auténtico terror". Y tiene razón, porque, como decía al principio, el terror más absoluto es el que tenemos a lo desconocido, a enfrentarnos al desconocimiento. Es por eso que el terror de Lovecraft, por ejemplo, funciona: porque es el horror a lo que no se conoce, a lo que, por ajeno, no puede ni ser pensado, el que verdaderamente paraliza. No sólo en casos extremos, también en la vida cotidiana. ¿Cuándo nos preocupamos más por una persona sino cuando no sabemos qué es de ella? ¿Dónde habré metido las llaves? ¿Por qué esa chica no me llama ni me contesta? El terror se alía con las tinieblas de lo extraño. De ahí por qué el Bien es luz y el Mal, oscuridad.
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