29.1.03

He pasado toda la tarde en la biblioteca, ensimismado en un libro sobre cartografía mallorquina de los siglos XIV-XVI. Los insulares fueron -fuimos- maestros en estas artes, y vale la pena detenerse en esas bellas representaciones que del Mediterráneo estamparon. Es fascinante la exactitud de esos mapas antiguos; algunos, muy errados en sus siluetas, pero en cambio, otros extraña y clarividentemente precisos -hasta el hecho de que debió sorprender su fidelidad cuando se tomaron las primeras fotos por satélite-; con extraordinarios detalles en algunas costas y también con formas que se difuminan en los territorios más ignotos para el cartógrafo, como si fueran un girón de niebla en el mar...

No he podido evitar acordarme del texto de Borges que aparece en "El Hacedor". Lo transcribo aquí, estoy seguro que el Maestro daría su aprobación:

Del rigor en la ciencia
...En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.
Suárez Miranda: Viajes de varones prudentes. Lib. IV, cap. XLV. Lérida, 1658.

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