Entre algunas de las lecturas que hice en estas últimas semanas y que, por no enrollarme, no voy a escribir en largo en otros blogs en los que intervengo, está Los complots nocturnos, de David B. Este autor galo siempre ha mostrado mucho interés por su propia vida onírica, como lo atestiguan otras obras, y este cómic es una recopilación de sueños que el propio David tuvo a principios de los años 80 (me imagino que los debe de anotar). Aunque en algunas ocasiones me parecen demasiado elaborados o fantásticos, todos sabemos que el potencial para soñar de la mente humana es inasible, y mucho más cuando la persona es alguien cultivado. En su correspondencia, H.P. Lovecraft detallaba algunos sueños de contexto histórico muy detallados, y servidor mismo ha tenido algunos que rivalizaban con las mejores superproducciones de Hollywood, con lo que no los pondremos más en duda. Sí que destaco de este cómic, además del inigualable trazo expresionista-hermético de David B., es la capacidad que tiene para representar esa sensación de lógica interna que todos tenemos mientras soñamos. Otro de los cómics que leí fue una oportunidad de compra: el Black Kiss de Howard Chaykin. Black Kiss es una obra que siempre he visto referenciada y me ha estado orbitando. Sin duda me pudo el morbo y la compré, eso sí, de oferta, para comprobar hasta dónde llegaba ese Chaykin para adultos. Confieso que sus Oscuras lealtades para los Else Worlds de DC es una de las historias de Batman que más me gustó en su momento. Pero Black Kiss es aburrido, aburrido hasta decir basta: los textos son infinitos, los diálogos farragosos e innecesarios, y la historia no es más que una trama de género negro con dosis de erotismo y cierto grado de sexo explícito, cosa que sorprende bastante para la fecha en la que apareció por primera vez, en 1988. En cuanto a lo visual, es un Chaykin, sí, en toda su expresión, con su estilo tan pin-up cincuentero, aunque la lástima es que sea una obra en blanco y negro.
Otro tomazo que pude leer estos meses (su lectura fue demorándose por todas las cargas lectoras de material reciente y/o pendiente de reseñar) fue el Estela Plateada de Stan Lee y John Buscema. El tomo de Marvel Gold de Panini venía a sustituir el triste volumen de Obras Maestras en B/N que tenía de la época de Fórum. Recordaba con buen sabor de boca esta serie propia de Silver Surfer, o al menos lo que leí de ella hace... ¿quince años quizá? Pero esta relectura no me ha interesado tanto. Los primeros números, que eran los que ya conocía, traen al Norrin Rad más agonista, enfrentado con poderes como el de Mefisto, y es verdad que parece haber un trasfondo religioso en esta obra, y que Estela es un trasunto de mártir por una Humanidad que no le comprende y que está constantemente atacando aquello que desconoce (el argumento al que vuelve una y otra vez Stan Lee), pero termina siendo repetitivo y aburrido, en sucesivos enfrentamientos con personajes que nada tienen que ver con Estela Plateada (Spiderman, e incluso... ¿Frankenstein?). El arte, eso sí, de John Buscema, o de Jack Kirby cerrando el tomo, son lo mejor de esta completa (y cara) recopilación. Argumentalmente, quizá la mejor historia de todo el tomo es la final, en la que Estela y Galactus tienen una charla metafísica. Porque las aventuras de Estela daban pie a un rollo cósmico que en absoluto se refleja en el tono general del volumen.
Otro tomazo que pude leer estos meses (su lectura fue demorándose por todas las cargas lectoras de material reciente y/o pendiente de reseñar) fue el Estela Plateada de Stan Lee y John Buscema. El tomo de Marvel Gold de Panini venía a sustituir el triste volumen de Obras Maestras en B/N que tenía de la época de Fórum. Recordaba con buen sabor de boca esta serie propia de Silver Surfer, o al menos lo que leí de ella hace... ¿quince años quizá? Pero esta relectura no me ha interesado tanto. Los primeros números, que eran los que ya conocía, traen al Norrin Rad más agonista, enfrentado con poderes como el de Mefisto, y es verdad que parece haber un trasfondo religioso en esta obra, y que Estela es un trasunto de mártir por una Humanidad que no le comprende y que está constantemente atacando aquello que desconoce (el argumento al que vuelve una y otra vez Stan Lee), pero termina siendo repetitivo y aburrido, en sucesivos enfrentamientos con personajes que nada tienen que ver con Estela Plateada (Spiderman, e incluso... ¿Frankenstein?). El arte, eso sí, de John Buscema, o de Jack Kirby cerrando el tomo, son lo mejor de esta completa (y cara) recopilación. Argumentalmente, quizá la mejor historia de todo el tomo es la final, en la que Estela y Galactus tienen una charla metafísica. Porque las aventuras de Estela daban pie a un rollo cósmico que en absoluto se refleja en el tono general del volumen.