17.12.03

Explosión en una catedral

Las palabras no caen en el vacio. ZoharMientras de día estoy leyendo la biografía de Lovecraft firmada por L. Sprague de Camp, de la cual quizá un día podamos hablar aquí, de noche me reservo mi segunda lectura de "El siglo de las Luces", de Alejo Carpentier.
Carpentier es como otro Stevenson. No tienen el mismo estilo, ciertamente, pero hacen vibrar al lector de la misma forma. La prosa del escritor cubano, maciza y barroca, que se desboca en cascada por las páginas del libro, sin apenas un diálogo de tregua, subyuga al lector. Ese gusto por el matiz hace que podamos sentir los olores que llegan desde tierra cuando uno de los personajes, Carlos, llega a puerto al inicio del libro, o que nos fascinen los colores y las formas que van apareciendo ante los ojos de Sofía y Esteban. "El siglo de las luces", además de ser una interesante novela de aventuras en el Caribe de principios del siglo XIX, es una reflexión muy acertada sobre el choque de culturas y el mestizaje, en parte retratados en el libro a través del intento de instaurar la Revolución Francesa en aquellas regiones.
"El siglo de las luces" es un libro duro de roer. Es curioso, pero con él me ha pasado algo que no me ha pasado con muchos libros: no me gustó al acabarlo, pero a medida que me distanciaba en el tiempo de él, más me gustaba. Finalmente, he vuelto a él y puedo decir que esta segunda lectura está siendo mucho más amena. En la facultad, nuestro profesor Luis Miguel Fernández nos hacía leer este libro como introducción a la cultura iberoamericana en su asignatura Literatura Hispanoamericana I, para resaltar ese carácter festivo, de culturas encontradas, de mestizaje y de barroquismo y de color del continente. Con el tiempo he sabido bien por qué escogía este libro.

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