9.6.03

DE OTTO RANK A ORSON S. CARD

Hace poco he terminado El juego de Ender (de Orson Scott Card, 1987) y con él he recordado una reciente lectura anterior, El mito del nacimiento del héroe, de Otto Rank. Este escritor y psicólogo, a la postre discípulo de Freud, traza en su obra una línea común que une a muchas figuras míticas por lo extraordinario de su nacimiento: Perseo, Edipo, Heracles, Moisés, Jesús, etc. La mayoría de estos personajes nacen en circunstancias extraordinarias, son vistos como una potencial amenaza sobre la figura paterna, abandonados a su suerte y criados fuera del entorno familiar original (piénsese en los ejemplos citados, a los que hay que sumar otros más modernos como los de La vida es sueño o la misma figura de Superman). Pues bien, en El juego de Ender también se juega -tal vez de forma inconsciente- con ese mito del nacimiento del héroe: Ender es un Tercero, es decir, en una sociedad donde no se pueden concebir más que dos hijos, se permite el nacimiento de Ender porque se confía en sus posibilidades futuras (nacimiento excepcional); más tarde, al ver que es un niño efectivamente extraordinario, es llevado a la Escuela de Batalla, con lo que es separado de sus padres para convertirse en un héroe militar que alcanzará el rango de mito (tampoco voy aquí a destripar la novela).
En fin, que, como vemos, la tendencia de nuestras narraciones llevan al mito, a una serie de rasgos que se repiten y repetirán en toda la obra del hombre, pues es esa misma esencia la que nos define.

A modo de crítica rápida, he de decir que la obra es una buena novela de ciencia-ficción, pero no una grandísima obra maestra como a veces se ha dicho. Cierto, tiene puntos muy buenos, pero hay principalmente dos cosas que fallan en ella: el tratamiento de las emociones (es un libro bastante frío: la relación de Ender con su hermana, el reencuentro con los antiguos compañeros de la Escuela de Batalla, el descubrimiento de quién es verdaderamente el último maestro de Ender...) y el hecho de que los personajes sean niños de no más de doce años, lo que hace que la credibilidad de sus acciones (por muy portentosos y superdotados que sean) se vea afectada. En fin, buena obra, aunque algo sobrevalorada.

P.d: Perdón por mis momentos de amago neurótico. Entre la caída de Dreamers y el cambio en Blogger, digamos que me sumí en una momentánea desesperación. Por fortuna, las aguas han vuelto a su cauce.

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