Voy a empezar con una afirmación polémica. Las mujeres buscan en su pareja a su padre. Esto puede que sea un mito o una idea del inconsciente colectivo, pero en mi caso es cierto, y además porque esa persona lo ha verbalizado ella misma (no con esas palabras, sino poniéndome en comparación). Todo lo bien que me había sentido en la primera semana se deshizo como un castillo de naipes al llegar la segunda, porque por lo visto, como siempre, me meto en mi mundo y si por mí fuera no saldría de casa en todo el verano.
No voy a defenderme ni a criticar la otra postura, porque además de airear cosas que son personales, sería inútil: sólo alguien que estuviera dentro podría tener la suficiente información como para juzgar de forma objetiva, sin dejarse llevar por lo que yo o la otra persona dijera y cómo lo dijera.
Sí que tengo que decir que lamento ser como soy, en ciertas cosas, y cómo lamentablemente me criaron al respecto. He intentado esforzarme pero siempre llego al mismo punto. He vivido muchas situaciones tóxicas que repito sin ser consciente. No ayuda que mi cabeza sea un caos. ¿Es posible que sea un caso de TDAH -leve- sin diagnosticar?
En la primera semana pude adelantar mucho la escritura y lectura de muchas cosas pendientes; no así esta segunda, en la que he optado por mantener un perfil bajo y no soliviantar a nadie. He hecho algunas cosas, pero he tenido la sensación de liberación de la primera. Me he dado contra un muro, porque pensaba que el verano sería como la primera semana. Sin duda pequé de ingenuidad y no estuve atento a las señales.
Pasaron otras cosas: algunos engranajes se movieron (para bien), y supe de una terrible pérdida, de uno de mis maestros espirituales, el poeta murciano José María Álvarez. Qué pena no haberle podido conocer en persona (más allá de verlo recitar y que me firmara algún libro).
Quien pudiera vivir su vida: una vida llena de lujo, mujeres, arte, música, poesía, alcohol, viajes sin preocupaciones, recitales.
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