Hace unos días, el 29 de septiembre, se cumplían veinte años del lanzamiento de Dirt, la obra maestra de Alice in Chains y una de las cimas del grunge. Para celebrar esta efeméride, refloto el post que hace un tiempo le dediqué a uno de los discos más tristes pero más bellos de mi discoteca:
Siguiendo con la serie Discos que adoro, y ya que en las entregas anteriores hablamos de un disco de los 70 y otro de los 80, he pensado que lo mejor para continuar es comentando uno de la siguiente decada. A veces he oído afirmar que los 80 fueron una década de excesos estéticos y que no produjeron música realmente interesante. He de decir que, cuanto más va, más en desacuerdo estoy, y con el tiempo he establecido una más que amorosa relación con la música de la década que me vio crecer. No es menos cierto, también, que la década que siguió, fue una década un poco confusa, al menos por lo que a identidad musical se refiere, y si bien muchos géneros siguieron evolucionando, hay uno que normalmente es que suele recordarse como identificativo de los 90: el grunge. Y si bien el grunge es evidentemente Nirvana, yo entré en el género un poco a toro pasado y, además, a través de otro grupo: Alice in Chains. Aunque a ambas bandas, originarias ambas de Seattle, la cuna del grunge, se las metió en el mismo saco, Nirvana seguía un estilo más cercano a The Pixies, buscando contrastes entre melodía y agresividad, mientras que Alice in Chains siempre estuvieron mucho más cerca del metal.
Bien, la cuestión no es dar una lección de historia que podéis encontrar en cualquier sitio; yo quiero hablar de Dirt. Se trata del segundo largo de la banda tras Facelift, editado en 1992, que deja atrás el sonido primero del grupo, menos rabioso e incluso optimista, deudor aún de influencias como la de Soundgarden, para contruir un disco totalmente enfermizo. No es extraño que, tras leer las oscuras y pesimistas letras del álbum, todo el mundo sospechara de las más que evidente adicción de Layne Staley a las drogas. No hay más que escuchar Sickman para darse cuenta de ello: cómo las delirantes letras y las raras escalas y ritmos de la canción parecen llevar al oyente a un trance psicotrópico.
El disco se abre con la gran fuerza de Them Bones y casi sin respiro se encadena con el pesado riff casi-sabbathiano de Dam That River. A partir de Sickman el disco entra en una espiral de oscuridad y depravación. Junkhead (el título ya lo dice todo) narra puramente una noche en la que el yo de la composición va a buscar a un camello para aprovisionarse. De nuevo la atmósfera opresiva se consigue con ritmos lentos, riffs descendentes y tenebrosas voces dobladas. Dirt, la canción que da nombre al disco y que está justo en su punto medio, tiene un aire orientalista, para contar una historia de desamor que engarza bien con el resto de letras del álbum:
En realidad podríamos hablar de cada una de las 12 canciones que forman este disco, todas con algún detalle que las hace brillante. La voz arrastrada y doblada en Hate to Feel, la enfermiza ambientación de Angry Chair, la belleza del triste tiempo lento de Down in a Hole... El disco se cierra con Would?, el remate a un disco redondo, y que por cierto hace poco versionó Opeth (de forma algo sosa, en honor a la verdad).
En abril de 2002, justo ocho años después de la muerte del otro mártir del grunge, Kurt Cobain, encontraban el cadáver de Layne Staley, víctima de una sobredosis a los 34 años. Se iba con él otro de esos genios de los que nunca sabremos dónde podrían haber llegado. Dirt permanece como la obra maestra de Alice in Chains, la conjunción brillante de unos músicos excepcionalmente talentosos (especialmente Staley y Cantrell), y un auténtico viaje musical por los infiernos de la personalidad humana. Aquí podéis escuchar el disco entero online; aquí, descargarlo. Y no olvidéis que suele estar de oferta en las grandes superficies.
El disco se abre con la gran fuerza de Them Bones y casi sin respiro se encadena con el pesado riff casi-sabbathiano de Dam That River. A partir de Sickman el disco entra en una espiral de oscuridad y depravación. Junkhead (el título ya lo dice todo) narra puramente una noche en la que el yo de la composición va a buscar a un camello para aprovisionarse. De nuevo la atmósfera opresiva se consigue con ritmos lentos, riffs descendentes y tenebrosas voces dobladas. Dirt, la canción que da nombre al disco y que está justo en su punto medio, tiene un aire orientalista, para contar una historia de desamor que engarza bien con el resto de letras del álbum:
I have never felt such frustration
or lack of self control
I want you to kill me
and dig me under, I wanna live no more
(...) You, you are so special
yo have the talent to make me feel like dirt.
or lack of self control
I want you to kill me
and dig me under, I wanna live no more
(...) You, you are so special
yo have the talent to make me feel like dirt.
En realidad podríamos hablar de cada una de las 12 canciones que forman este disco, todas con algún detalle que las hace brillante. La voz arrastrada y doblada en Hate to Feel, la enfermiza ambientación de Angry Chair, la belleza del triste tiempo lento de Down in a Hole... El disco se cierra con Would?, el remate a un disco redondo, y que por cierto hace poco versionó Opeth (de forma algo sosa, en honor a la verdad).
En abril de 2002, justo ocho años después de la muerte del otro mártir del grunge, Kurt Cobain, encontraban el cadáver de Layne Staley, víctima de una sobredosis a los 34 años. Se iba con él otro de esos genios de los que nunca sabremos dónde podrían haber llegado. Dirt permanece como la obra maestra de Alice in Chains, la conjunción brillante de unos músicos excepcionalmente talentosos (especialmente Staley y Cantrell), y un auténtico viaje musical por los infiernos de la personalidad humana. Aquí podéis escuchar el disco entero online; aquí, descargarlo. Y no olvidéis que suele estar de oferta en las grandes superficies.
En anteriores entregas:
I: Led Zeppelin - Physical Graffiti
II: Thin Lizzy - Thunder and Lightning
2 opiniones:
uno de los mejores discos de la historia, en mi opinión. Yo les adoro, lo tienen todo: pasión, rudeza, armonía... no me canso de escucharlos, son algo muy rudo y a la vez muy íntimo.
Grandísimo disco, sí señor.
Recomiendo la escucha, asimismo, del resto de la discografía del grupo y de los discos de Jerry Cantrell en solitario. Tremendos riffs los que se gasta el amigo.
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