Quizá sea uno de los signos del tiempo en que vivimos. Si en el pasado, el medievo, renacimiento, barroco, etc., estaba bien visto -y era norma- la imitatio, el ceñirse a un modelo establecido y usar toda una extensa de lugares comunes recogidos en la tradición, el romanticismo propugnó la originalidad como método creativo. Desde entonces, se rompió el juego de convenciones y los géneros empezaron a cambiar como no lo habían hecho en siglos: El teatro deja el verso, la poesía deja la rima, la novela dinamita los esquemas tradicionales. Y así ha venido siendo hasta el momento, cuando nos encontramos con que cada vez es más difícil ser original (o quizá debería decir transgresor, porque original, lo que se dice original, no lo somos desde la Grecia antigua). Así que tal vez uno de los rasgos que caractericen la nueva modernidad será la de jugar con toda esa herencia amplia que tenemos. Quizá la originalidad en los planteamientos rompedores un día deje de ser lo que se lleva y volvamos a la brillante imitación de nuestros antepasados. De momento, lo que sí creo que funciona, y desde hace mucho, es la amalgama, el batiburrillo, la mixtura de la cual resulta algo, no diré nuevo, pero sí acaso novedoso. Voy a proponer tres ejemplos y espero poder acertarlos. Está claro que lo que digo no es nuevo, y habría muchísimos más ejemplos, y seguramente de la "alta cultura", pero voy a plantear la cuestión en términos menos formales y un poco más pop, pero el lector verá que, a fin de cuentas, se trata de lo mismo y se obtienen idénticos resultados.
El primero de los ejemplos es la saga "Star Wars" del amigo George Lucas. La historia la conocen todos de sobra. Eso sí: las influencias a la hora de constituir la obra son variadas y extensas: desde el espíritu disciplinar samurai de los jedi (léase "yedai" y se entenderá mejor la correlación), pasando por la influencia de películas como "La fortaleza escondida" de Kurosawa (1958) o diversas series de ciencia-ficción que Rafael Marín ha señalado reiteradamente (y que como no asistí a la conferencia en Palma en la que comentó el asunto, no citaré), las sagas artúricas, etc. Y no es sólo eso: el acierto de Lucas es el de captar la esencia de lo que es cualquier cuento y usar esos elementos tradicionales para articular su historia: el héroe (Luke), el malvado (Vader), la princesa en apuros (Leia), los coadyuvantes (Han, androides), la meta del héroe (derrotar al mal), los objetos mágicos que se le entregan al héroe (sable de luz), etc. Propp en estado puro, para qué decir más.
"Matrix" es el ejemplo más contemporáneo y quizá más odioso que pueda darse. En "Matrix", los hermanos Wachowski hacen un conglomerado que reune pasión por el cuero, teorías platónicas, nomenclaturas que apelan a la tradición cristiana y clásica, influencias clarísimas de "Blade Runner", del "Ghost in the Shell" de Masamune Shirow, y del ciberpunk en general, de la obra de Carroll "Alicia en el País de las Maravillas", mesianismo, mucho cómic y sobre todo manga ("Akira", "Dragon Ball"), los préstamos visuales de "Dark City" y la inclusión de la película en el género que usa el truco de "nada-es-lo-que-parece". En este caso, las teoría de Vladimir Propp también podrían ser aplicadas a la película. El caso es que (al menos hablando de la primera película y no de la trilogía en general), el pastiche resulta incluso ameno de tragar en el caso de "Matrix". Lo peor, sin duda, de la saga, es el fanatismo que ha levantado, la horda de pseudoiluminados por la tecnología, la cantidad innumerable de púberes que han quedado "flipados" por el universo de Matrix, que, como vemos, de nuevo tiene más bien poco (Tannhäuser dedicó a esta cuestión un post hace algún tiempo).
El primero de los ejemplos es la saga "Star Wars" del amigo George Lucas. La historia la conocen todos de sobra. Eso sí: las influencias a la hora de constituir la obra son variadas y extensas: desde el espíritu disciplinar samurai de los jedi (léase "yedai" y se entenderá mejor la correlación), pasando por la influencia de películas como "La fortaleza escondida" de Kurosawa (1958) o diversas series de ciencia-ficción que Rafael Marín ha señalado reiteradamente (y que como no asistí a la conferencia en Palma en la que comentó el asunto, no citaré), las sagas artúricas, etc. Y no es sólo eso: el acierto de Lucas es el de captar la esencia de lo que es cualquier cuento y usar esos elementos tradicionales para articular su historia: el héroe (Luke), el malvado (Vader), la princesa en apuros (Leia), los coadyuvantes (Han, androides), la meta del héroe (derrotar al mal), los objetos mágicos que se le entregan al héroe (sable de luz), etc. Propp en estado puro, para qué decir más.
"Matrix" es el ejemplo más contemporáneo y quizá más odioso que pueda darse. En "Matrix", los hermanos Wachowski hacen un conglomerado que reune pasión por el cuero, teorías platónicas, nomenclaturas que apelan a la tradición cristiana y clásica, influencias clarísimas de "Blade Runner", del "Ghost in the Shell" de Masamune Shirow, y del ciberpunk en general, de la obra de Carroll "Alicia en el País de las Maravillas", mesianismo, mucho cómic y sobre todo manga ("Akira", "Dragon Ball"), los préstamos visuales de "Dark City" y la inclusión de la película en el género que usa el truco de "nada-es-lo-que-parece". En este caso, las teoría de Vladimir Propp también podrían ser aplicadas a la película. El caso es que (al menos hablando de la primera película y no de la trilogía en general), el pastiche resulta incluso ameno de tragar en el caso de "Matrix". Lo peor, sin duda, de la saga, es el fanatismo que ha levantado, la horda de pseudoiluminados por la tecnología, la cantidad innumerable de púberes que han quedado "flipados" por el universo de Matrix, que, como vemos, de nuevo tiene más bien poco (Tannhäuser dedicó a esta cuestión un post hace algún tiempo).
Y finalmente, un referente literario polémico. Algún día me gustaría preparar un trabajo sobre ello, bien estructurado, en vistas a alguna publicación. Se trata de Lovecraft. H. P. Lovecraft no es el fantástico autor que todo el mundo cree. Lovecraft es un autor mediocre cuyo único mérito destacable es la de ser muy buen lector y el de dar con la receta que le dio la fama: la unión de diversas corrientes, tradiciones o influencias en una única literatura. En pocas palabras, lo que quiero decir es que Lovecraft fue un buen imitador de Poe y Dunsany en los inicios de su carrera (ya lo vio Borges), y de William Hope Hodgson y otros en su madurez. Su biografía y sus ensayos dan muchas pistas sobre ello, y sólo hace falta ser un lector habitual de la literatura de terror del s. XIX y principios del XX para verlo. Eso sí, Lovecraft supo crear una fantástica amalgama en su ciclo de los Mitos de Cthulhu, ciclo, que, por cierto, también es bastante artificial, dado el carácter de colectivo que tiene y de todo la cohesión a posteriori que realizó su discípulo August Derleth.
¿Es el pastiche la nueva forma de "originalidad"? Quién sabe. Lo sabremos mientras vaya afianzándose el siglo...
¿Es el pastiche la nueva forma de "originalidad"? Quién sabe. Lo sabremos mientras vaya afianzándose el siglo...
P.D.: Mucho mejor que yo, ha elaborado el tema mi amigo y colega profesional Elim Garak en su reciente post "Tot el que no és tradició és plagi ". Os lo recomiendo a todos.
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