No es un fenómeno nuevo el decir que hoy por hoy, la televisión más que ser eso, televisión, es telebasura, y que poco se puede salvar de una emisión cada vez más narcotizante, vergonzante e insultante. Por eso, y cada vez estoy más convencido, el futuro de los medios de masa para por el poder de elección del lector (entendiendo por lector aquel receptor de textos de cualquier clase: escrito,pero también oral, visual, etc.), pero no el sentido "Gran Hermano", sino en la libertad que proporciona un medio como es la red. En la red el navegante dispone de total libertad y criterio (si están ya en él, claro) para elegir los contenidos que desea ver. Bueno, todo esto viene a cuento porque me gustaría criticar uno de los anuncios publicitarios más estúpidos que he visto en mucho tiempo, y que se viene repitiendo desde hace por lo menos dos veranos.
Se trata de un anuncio de helados en la que una especie de reportero-gancho, muy "enrollado", muy juvenil, entra en un bus y da a elegir a los pasajeros entre un helado de la casa que representa y otro más vulgar. La cuestión, dice el interfecto, es que a quién le convenza más el sabor del helado genuino de la marca anunciante, se puede quedar en el bus; a quien le guste más el de la competencia, el helado sin-nombre, se jode y tiene que bajar del autobús en la siguiente parada.
Lo que deja en principio perplejo al lector más avezado es el hecho de que la consigna del pelele del anuncio sea aceptada sin más por los pasajeros del bus. ¿Por qué no exclama uno: "oiga usted, joven, yo sigo con el bus hasta donde me dé le gana"? ¿Por qué todo el mundo se queda como un pasmarote ante la proposición del papanatas?
El joven mico se sienta en un asiento y le dice al hombre que se sienta a su lado qué opina. El hombre, inseguro, tiene la valentía de decirle que prefiere el de la marca anónima y, oh campos de soledad, mustios collados, es expulsado del bus cual concursante de programa televisivo de moda. El resto de tripulación del bus, visto el panorama, se apunta al sabor del genuino chocolate del helado "bueno".
¿Qué ocurre en este anuncio? Bajo la aparente trivialidad del juego que propone el fantoche de la marca de helados, se encuentra un mecanismo de sometimiento de la voluntad, de doblegación de los intereses personales por amenazas.. El chaval utiliza un metodo de extorsión para darse a él mismo la razón sobre qué helado es mejor. ¿Por qué, señores heladeros, no hacen más explícita la publicidad (ya saben, para las mentes menos lúcidas, para aquellos que integran el 54% de la población que dice que no lee ni un sólo libro al año, por ejemplo) y ponen a un mequetrefe encañonando a una joven diciendole ´tú decides, si te gusta el helado "bueno" puedes seguir viviendo, si dices que te gusta el "otro", te pego un tiro´?
En definitiva, la publicidad se ha convertido ya en todo un arte (arte al servicio del mercado, pero arte... Aunque bien pensado.. ¿qué arte no está hoy al servicio del mercado?)... pero sigue habiendo bastante inútiles metidos en ese mundillo.
Se trata de un anuncio de helados en la que una especie de reportero-gancho, muy "enrollado", muy juvenil, entra en un bus y da a elegir a los pasajeros entre un helado de la casa que representa y otro más vulgar. La cuestión, dice el interfecto, es que a quién le convenza más el sabor del helado genuino de la marca anunciante, se puede quedar en el bus; a quien le guste más el de la competencia, el helado sin-nombre, se jode y tiene que bajar del autobús en la siguiente parada.
Lo que deja en principio perplejo al lector más avezado es el hecho de que la consigna del pelele del anuncio sea aceptada sin más por los pasajeros del bus. ¿Por qué no exclama uno: "oiga usted, joven, yo sigo con el bus hasta donde me dé le gana"? ¿Por qué todo el mundo se queda como un pasmarote ante la proposición del papanatas?
El joven mico se sienta en un asiento y le dice al hombre que se sienta a su lado qué opina. El hombre, inseguro, tiene la valentía de decirle que prefiere el de la marca anónima y, oh campos de soledad, mustios collados, es expulsado del bus cual concursante de programa televisivo de moda. El resto de tripulación del bus, visto el panorama, se apunta al sabor del genuino chocolate del helado "bueno".
¿Qué ocurre en este anuncio? Bajo la aparente trivialidad del juego que propone el fantoche de la marca de helados, se encuentra un mecanismo de sometimiento de la voluntad, de doblegación de los intereses personales por amenazas.. El chaval utiliza un metodo de extorsión para darse a él mismo la razón sobre qué helado es mejor. ¿Por qué, señores heladeros, no hacen más explícita la publicidad (ya saben, para las mentes menos lúcidas, para aquellos que integran el 54% de la población que dice que no lee ni un sólo libro al año, por ejemplo) y ponen a un mequetrefe encañonando a una joven diciendole ´tú decides, si te gusta el helado "bueno" puedes seguir viviendo, si dices que te gusta el "otro", te pego un tiro´?
En definitiva, la publicidad se ha convertido ya en todo un arte (arte al servicio del mercado, pero arte... Aunque bien pensado.. ¿qué arte no está hoy al servicio del mercado?)... pero sigue habiendo bastante inútiles metidos en ese mundillo.
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