Como cada año por estas fechas, hago un balance de lo que ha significado para mí el año, al menos en lo personal-secundario.
A falta de hacer el desglose total en los posts sobre cada cosa, este 2022 ha sido un año irregular y extremo en sus números. He tocado fondo en cuanto a lectura de libros, con la peor cifra en los últimos años, y salvada en los últimos días para igualarla a la de 2019. Para más inri, la mayor parte de esas lecturas son infantil-juvenil, por lo que la cantidad de páginas es irrisoria. En cómics he conseguido llegar al umbral mínimo de los últimos años; el número de películas se ha desplomado, así como el rol que he podido jugar. Lo único que ha incrementado sus cifras (¿el tiempo se ha ido invertido ahí, se ha balanceado? La verdad, no lo sé) son las temporadas de series y las partidas a juegos de mesa.
Lo comenté a finales del año pasado; tras la pandemia mis intereses viraron sensiblemente en cuanto a mi forma de ocio. De videojuegos habréis notado que jamás hablo, puesto que llegó un momento en mi vida en que tuve que renunciar a cosas y ésa fue la primera. En mi amplio abanico de intereses, los videojuegos tenían todas las papeletas para salir de la ecuación, por su potencial adictividad y por ser otra causa que me mantuviera pegado a un monitor. Y renuncié, y no los echo de menos. Sigo jugando poquito cuando tengo un rato y algo que me llame la atención, pero ni de broma es algo a lo que dedique mucho tiempo a lo largo del año, por muchos juegos que tenga o que vaya comprando, ingenuo de mí, durante las rebajas de todo el año. Como decía, mis intereses me llevaron a internarme en el camino de los juegos de mesa y especialmente en los wargames, y con ellos también mis lecturas cambiaron para focalizarse en temas históricos y bélicos. La Historia es un tema que siempre me ha interesado, pero el experimentarla "de primera mano" me ha hecho ir más allá y descubrir un ilusionante nuevo mundo en la divulgación histórica.
Una cosa que ha cambiado en 2022 y de la que estoy muy contento es el giro que ha dado, para bien, la dirección de Papel en Blanco. Este año se han incorporado cuatro personas más al staff, y si contamos a una quinta que empezó a finales de 2021, puedo decir que finalmente hemos llegado a completar un bonito equipo que hace que la página esté mucho más viva de lo que ha estado en años. Cada uno con sus intereses particulares y su forma de escribir, han traído interés, variedad y calidad a la página. Estoy contentísimo de ello. Junto a ellos, los veteranos, que se pasan más o menos por la página, y siempre es una alegría volver a leerlos. Lo único que lamento es seguir sin tener a la mejor del equipo. A ella. A Silvia Broome. No pido para el año nuevo que vuelva a escribir, pero sí espero que al menos se encuentre mejor para que todos podamos disfrutar de la luz de su inteligentísima pluma algún día. Porque es una de las mejores personas que he conocido y se merece que le pasen cosas buenas.
Con el caudal de trabajo que mis aficiones me producen, una de las cosas en las que tuve que ceder fue en la colaboración con Bebé a Mordor. Julia sólo me ha puesto facilidades para que siga ofreciendo mi contribución, y tengo que agradecérselo, porque es un equipo tan bonito y que hace un trabajo tan bueno, que sólo tengo buenas palabras desde que empecé a colaborar con ellos. Seguiré escribiendo en Bebé a Mordor en la medida de lo posible en 2022.
El proyecto que sigue ilusionándome porque es el más personal es El Desafío de las Águilas, donde sigo escribiendo sobre wargames y libros de historia bélica, y donde este año he podido también ofrecer algunas entrevistas a diseñadores de juegos que personalmente creo que han quedado bastante bien. Durante 2023 me gustaría seguir ofreciendo contenido de esta manera. Yo no soy de youtubes ni de tiktoks, ni puedo hacer más podcasts de los que consigo hacer en Inmacudados (arrastrando a mis alumnos), lo mío es lo escrito: lo he sabido siempre, desde pequeñito. La palabra escrita para mí ha sido la salvación, la vida. Internet me dio la oportunidad de darle rienda suelta, y así será siempre, a pesar de que las infinitas mutaciones de la web la lleven hacia lo visual.
¿Y Cisne Negro, este blog? Queda, como hace años que permanece, como un cajón de sastre, un lugar al que acudir cuando tengo la necesidad de escribir algo que no se ajusta a ninguna de las otras páginas donde publico, o cuando es algo personal, o un apunte, o algo que quiero recordar, o algo que, en definitiva, me configura como el ser vitriólico que soy.
No he podido, como hubiera querido, otro año más, retomar el trabajo de cómic con Bart Torres. Pero sí hay una chispa de luz al final del camino en otro proyecto del que, si todo va bien, podríais tener noticias en 2023. Prefiero no adelantar nada porque el destino es muy puñetero y basta que avances algo para que termine por no cuajar. Pero en cuanto a ello, estoy muy ilusionado. Seguiremos informando.
También tengo otros proyectos lúdicos que me gustaría completar durante 2023. Idem de lo anterior: no quiero dar pistas y que luego tenga que desdecirme.
¿Qué me gustaría de 2023? Para empezar, enfocar mis lecturas hacia lo que verdaderamente quiero leer, como ya he hecho buenamente en 2022. El placer de releer o de leer cosas porque me da la gana, que puede parecer obvio, ¿no? pero que con tanta lectura para mis medios, a veces queda eclipsado. Disfrute tanto volviendo a leer La compañía del anillo... Me reencontré con la sensación de asombro que iluminó mi lectura de adolescente. Ese tipo de sensación, de lectura en libertad, es lo que quiero para este nuevo año. En definitiva, hacer cosas y disfrutar de ellas. Feliz año a todos.