De la Biblioteca Can Sales rescaté algunos cómics que me apetecía leer. En primer lugar, El libro de los insectos humanos de Osamu Tezuka. El tiempo pasa vertiginosamente, porque yo pensaba que se me había escapado el año pasado o el anterior como mucho, ¡y se editó en 2013! Este título es otro de los Tezukas maduros, que deja atrás los temas más livianos y las caracterizaciones caricaturescas para narrar una historia de personajes complejos y tramas grises. En esta ocasión, la protagonista es una chica cuyo vacío interior le lleva a imitar a otras personas hasta el punto de suplantar, de cualquier forma, su talento. A pesar de su longitud, se lee rápido, y es uno de esos mangas fantásticos y que enganchan que hacen que tengas que venerar a Tezuka. Parece mentira que hayamos tardado tanto tiempo en poder estar preparados para obras como ésta.
Dos títulos más: Spirit of Wonder, de Kenji Tsuruta, quizá la obra con la que se dio a conocer en nuestro país y que fue editada por la extinta Glénat en tomos después de que Planeta lo hiciera en grapas. El primer volumen es pasable; interesante resultan los planteamientos de ciencia-ficción del autor (que lo volvería a confirmar en su mucho mejor Emanon), pero Tsuruta tiene un problema, y es que su narrativa es confusa, y no se le entiende bien, o al menos es lo que me ha pasado a mí, no sólo en Spirit of Wonder, sino también en Forget-Me-Not, una serie que dejó inacabada y de la que sólo se publicó un tomo, también descatalogado y de saldo actualmente. Tsuruta dibuja de maravilla, esto es así, pero a mí me ha aburrido hasta el punto de leer por encima el tomo tercero. Tsuruta, como Shirow, necesitaría un guionista que le ayudase a explicar bien las cosas que quiere narrar.
Y, finalmente, Sexo y estilo de Rafa Fonteriz (Dolmen). Todos sabemos que Fonteriz, aparte de haber hecho superhéroes a la española, se maneja fantásticamente en el género erótico. Yo diría que incluso mejor cuando lo erótico es sólo un adorno de una trama más trabajada (como en El lado salvaje, editada por Diábolo). En Sexo y estilo, como su título indica, Fonteriz realiza unos ejercicios de estilo pornográficos, con breves historias en el estilo de diferentes autores de distintas décadas: Alex Toth, Moebius, Esteban Maroto... Las breves escenas son sólo una excusa para estos homenajes. Y, aunque es cierto que Fonteriz es un dibujante bastante bueno, le pasa como a bastantes otros, sobre todo los que pretenden dibujar de forma realista: no acaban de entender la morfología genital femenina. Y eso me resulta bastante chocante.