29.4.22

Parecidos razonables (XLVI): Adore vs. Cruelty and The Beast

Aunque en su momento no me di cuenta, ahí va un parecido razonable entre las portadas de Cruelty and the Beast de Craddle of Filth, y la de Adore de Smashing Pumpkins. Curiosamente ambas son del mismo año y sólo distan unos meses (la primera es de abril; la segunda, de junio). A pesar de que en un primer vistazo, incluso podríamos aventurar que se trata de la misma modelo, en el caso de la portada de Craddle of Filth, la banda contrató al fotógrafo Stu Williamson para fotografiar a la propietaria de un club nocturno y modelo Louisa Morando, quien previamente había bailado para la banda en vivo.


El arte de Adore consistía casi en su totalidad en fotografías en blanco y negro tomadas por Yemchuk, muchas de las cuales presentaban a la modelo Amy Wesson. El parecido estilístico quizá se agudiza en esta portada alternativa:


26.4.22

La focalización y el problema de las redes

Esta es una entrada diferente a los demás porque tengo la necesidad de explicar la situación por la que estoy pasando.

Estoy en un punto de inflexión personal en la que no sé hacia dónde tirar. Como sabréis, llevo desde 2008 escribiendo en prensa y otros medios sobre cómic, pero últimamente el hacerlo no me satisface. La gran mayoría de novedades no me llama la atención y la mayor parte de lo que leo son títulos que he de reseñar y que en muchas ocasiones no hubiera leído por propia iniciativa. Hay sorpresas agradables (y de ahí surgen normalmente mis mejores lecturas del año), pero a cambio es mucho tiempo de leer cosas que realmente no me apetece leer. Al mismo tiempo, a pesar de que intento ser profesional a la hora de escribir sobre esos títulos, el impacto de lo que pueda decir yo es totalmente inapreciable, si nos atenemos a las frías estadísticas. Hay cientos de páginas que se dedican a lo mismo, pero lo hacen mejor, seguramente porque también lo hacen desde una pasión que hoy por hoy estoy perdiendo. Tampoco ayuda que en la web que dirijo, no estrictamente sobre cómics, me haya quedado prácticamente solo a bordo.

Quizá ha sido causa (¿o efecto?) de este distanciamiento del cómic el hecho de que también como autor de cómic estoy totalmente varado. El joven Lovecraft no puede seguir, pese a que habría material para ir haciendo un integral y una nueva entrega, porque Bart Torres está en un momento también complicado de su vida y pese a lo mucho que he insistido, insisto e insistiré, no se ve con fuerzas/tiempo/ánimo para seguir. Evidentemente, yo no continuaré EJL sin él. Al mismo tiempo, el resto de proyectos de cómic que he intentado empezar y que necesitan a una persona que dibuje, han caído en saco roto. No es culpa de nadie, yo entiendo que un/a dibujante tiene que comer y que embarcarse en un cómic sin una garantía de nada no es algo que dé seguridad. Aún así, me duele el haber sido rechazado por todas las personas a las que he propuesto un proyecto, aunque no sea ese rechazo algo personal (supongo). 

He llegado a plantearme la posibilidad de pedirme unos meses de excedencia de mi trabajo real (soy profesor, como sabréis) para dedicarme a esos side projects, para escribir esa novela gráfica entera o diseñar ese juego y desde ahí poderlos mover de forma más segura. Pero no sé si es un lujo que valdrá la pena.

De la misma forma, en otras aficiones que también me llaman, y a las que me he acercado con vehemencia en los últimos años, recuperando alguna (rol), profundizando (juegos de mesa) o iniciándome (wargames) me siento un recién llegado que no tiene mucho que ofrecer en un panorama ya colapsado de contenidos. ¿Con qué autoridad puedo hablar de wargames si apenas llevo dos años en el mundillo y hay jugadores que llevan 30? Monto un podcast y apenas es escuchado por sus integrantes... ¿Por qué seguir?

Y en todo esto me causa inquietud, desasosiego, malestar... el efecto burbuja de las redes. Veo a todo el mundo compartir sus partidas, y jugar a rol todas las semanas, gente que no deja de jugar, y publicar contenido, y sacar videos, y grabar podcasts y... Y yo aquí, con un grupo presencial que se ha disuelto, con unas Máscaras de Nyarlathotep que he tenido que abortar habiéndome dejado como 300€ entre la edición nueva de Chaosium y las props de la HPLHS... Con una situación personal que no me deja apenas huecos, huecos que no puedo compatibilizar con las pocas personas que tengo, con un entorno cargado amigos con hijos pequeños... Y yo mismo, claro, con dos niñas y una familia que me limitan mucho.  

Resumen: nada de lo que hago me parece que tenga mucho sentido. ¿Es cuestión de prioridades? ¿Tengo que dejar de hacer cosas? ¿Tengo que focalizar? Nunca se me ha dado bien centrarme en una sola cosa, y al mismo tiempo siento que si sólo me dedicara a una me aburriría terriblemente. Supongo que en último término la respuesta es hacer lo que te haga ganas sin mirar si tiene impacto o no, y en ese sentido cosas como el podcast de Inmacudados, aunque no lo escuche ni Cristo, sí que me gusta y me llena. ¿La clave es ésa? No lo sé. No sé nada.

8.4.22

Diario de lecturas (XXIX): más cómics que no me gustaron

 · La última noche, de Rainbow Rowell y Faith Erin Hicks (Alfaguara, 2019). Incursió del sello Alfaguara en el terreno de la novela gráfica para joven adulto, esta historia nos presenta a dos amigos que trabajan en una granja especializada en calabazas cuyo final de temporada, la llegada de Halloween, llega. Él está colado por otra trabajadora de la granja pero nunca se ha atrevido a hablar con ella. Toda la novela gráfica es una carrera contra el tiempo antes de que termine la última jornada y Josiah pierda la oportunidad de quedar con la chica. Empujado por su amiga Deja, se dará cuenta de que en realidad no conoce de nada a su amor platónico y a la vez está perdiendo el tiempo con alguien que sí le quiere de verdad. ¿Adivinais quién? Sí, su amiga Deja, que hasta entonces había estado más que friendzoneada. Una historia bastante boba sobre la romantización/idealización del amor, que tiene la desfachatez de terminar de forma que produce hiperglucemia. Si al final del cómic Josiah hubiera terminado solo y yéndose de fiesta, hubiera sido realista y justo. Pero en vez de ello, intentando desmontar mitos del amor romántico, las autoras acaban enviando un mensaje que parece que dice que entre hombres y mujeres no puede haber simple amistad, colegueo. Lamentable. Añadamos a eso un dibujo no malo, pero confuso (son estudiantes que están terminando el instituto y tienen toda la apariencia de adultos).


· El cascanueces y el rey de los ratones, de Natalie Andrewson (Maeva Young, 2021). La autora de este cómic se confiesa superfan del relato de E.T.A. Hoffman. Tal vez esa sea la circunstancia por la que esta adaptación resulta tan lastrada por una cantidad ingente de texto en cada página (la muestra que aquí figura es la cantidad más o menos media de las páginas de la obra). Barrunto que, en su inevitable parcialidad, la autora no ha sabido/querido hacer una poda radical de diálogos y descripciones que hacen que cada página sea una losa para el lector. Más aún si tenemos en cuenta que es un cómic dirigido a lectores jóvenes. El resultado: un dibujo muy bonito y muy disfrutable y una historia interesante que se ve muy perjudicada por ese exceso de texto. No puedo recomendarlo de ninguna manera.

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