¡Madre mía! ¡Qué locurón hay montado con el occult rock actual! No es que me sorprenda, sabía que hay una ingente cantidad de bandas que se dedican fanáticamente a reproducir el sonido setentero de otras bandas, empezando por Black Sabbath, que tenían un estilo entre el rock progresivo, el folk y la psicodelia, y cuya música ha germinado mezclándose con el hard rock, el stoner, el doom y el sludge. No sé qué me encendió la mecha, pero me puse a rebuscar entre grupos en Deezer y Rateyourmusic (mi guía musical de cabecera), y encontré esta lista, Occult Rock: Best Modern Bands. Seguro que hay mil listas más, pero ésta me entró muy bien porque combinaba bastante bandas que conozco con otras que desconozco, así que me puse a ello. [Nota post-scriptum: empecé este artículo hace meses y ahora releyéndolo, ampliándolo y preparándolo para publicar me doy cuenta de que estoy identificando occult rock con Black Sabbath cuando esto no es necesariamente así. Es cierto que esta corriente musical y el grupo tienen muchos puntos en común, pero la imaginería satánica, la psicodelia musical y el tono setentero no son patrimonio exclusivo de los chicos de Ozzy. De hecho, ni siquiera fueron los primeros: pensad en Coven o Black Widow, los verdaderos pioneros de esta movida. Pensándolo bien, no sé qué he querido hacer aquí exactamente, porque en el fondo he mezclado las dos cosas, pero ahora es demasiado tarde para replantearme esto, que a fin de cuentas es una excusa para sacar reseñas cortas que además nadie lee] Vamos a hablar un poco de algunas de ellas:
19.5.20
Reseñas mínimas (XIX): Especial Occult Rock (1ª parte)
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14.5.20
Diario de la plaga: día 63
En Cartas del que regresa, Hugo Von Hofmannsthal pone por escrito su desasosiego espiritual al volver a Alemania, pero en una de sus cartas encuentra algo que le saca de su spleen: encuentra una exposición de un pintor desconocido y sus cuadros le vuelven loco. Le arrojan a otro mundo, le abren ventanas que ni siquiera sabía que tenía en su cerebro. Gracias a la visita de esa exposición, nos dice, su ánimo cambia de tal manera que consigue encarar el negocio que tenía que realizar con excelentes resultados. La exposición en cuestión resulta ser de Van Gogh, y Von Hofmannsthal, uno de los primero que lo reivindica en 1907.
Un cuadro que ha hecho una de mis más brillantes alumnas durante el confinamiento. |
El sentimiento de maravilla que siente el escritor hoy ya no es posible. Estamos bombardeados constantemente por novedades, por nuevas obras, nuevas películas, nuevas canciones, nuevos documentales, nuevos libros, nuevos cuadros, nuevas representaciones, fusiones, reinterpretaciones, combinaciones, descubrimientos, cada día podemos descubrir a un nuevo artista, una nueva poeta, y por consiguiente, ese sentimiento de maravilla queda anestesiado por esa avalancha de novedades. Has parpadeado y tienes cinco nuevas series con nuevas temporadas para ver, han estrenado diez películas, editado veinte libros y treinta discos, y publicado cien juegos de mesa, rol y ordenador. Y todo queda en un eterno poner en la cola de pendiente aquellas cosas que quieres experimentar. Pero ese sentimiento de maravilla, ¿dónde va a germinar ante tal infinita combinación?
Llevamos dos meses enteros encerrados y tan sólo la suerte hará que la imprudencia de la grey, el populacho (ese ente abstracto llamado "la gente", en el que uno nunca se incluye), no provoque que tengamos que quedar un tiempo equivalente. Por lo pronto, el conseller autonómico acaba de anunciar que las clases no se retomarán hasta el curso que viene, lo que parecía de pura lógica, pero con los políticos nunca se sabe.
Los Toreadores lo dividían en "artistas" y "farsantes". |
No he podido avanzar mucho en mis lecturas; llevo un año malísimo. El único cómputo que ha salido beneficiado, creo, es de películas. Por las noches estoy demasiado cansado, y además he cogido el hábito de coger varios libros para releer fragmentos, consultar, revisar... Y todo eso son lecturas que no pueden contabilizarse. También he hecho algunas lecturas rápidas de libros que he decidido liberar cuando podamos volver a la biblioteca, como el insípido Bestiario de Apollinaire, en una edición atroz de Lleonard Muntaner. Releo muchos manuales de rol (es impresionante como cada vez olvido la mecánica de InSpectres) y, sobre todo, busca aventuras que me parezcan ideales para jugar.
Pero siempre, por fortuna, hay algún tipo de curiosidad, que me lleva a abrir una puerta hasta entonces entornada, y que me permite vislumbrar, no nada en concreto, sino la ilusión de todo un territorio nuevo por descubrir. Ahora mismo, esa puerta se llama wargames, y a pesar de que sean juegos de reglamentos intrincados, que necesitan de muchas horas y de varios participantes, es la ilusión que me ilumina. No es un wargame ortodoxo, pero pude probar Pavlov's House, y me entusiasmó la narrativa que pude engarzar jugando solo, defendiendo un solitario edificio de la fría Stalingrado, con el constante asalto de los panzers por las calles que enfilan al norte, y los bombardeos sobre las posiciones soviéticas en el Volga. El camarada Pavlov murió tras un ataque directo, pero pudimos resistir el embite teutón hasta el final del juego. Pequeñas ilusiones, pequeños sentimientos de maravilla encapsulados en fichas de cartón.
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