· Dr. Fate (Zinco, 1990). Este tomo retapado de Zinco es de principios de los 90 y resiste valientemente el paso del tiempo en la biblioteca. Aquellas ediciones de grapas sobrantes se han mostrado más consistentes que otros tomos más modernos, como los primeros mangas de Norma. En todo caso, en la época (finales de los 80) lo que los lectores podían leer de DC enfrente a lo que podían leer de Marvel (con Fórum al frente) estaba totalmente descompensado. Nunca supe mucho de este personaje más allá de que protagonizó un Amalgam junto al Doctor Extraño de Marvel. Cogí este tomo porque me atrajo el nombre del guionista, J.M. DeMatteis, que hizo un gran trabajo en Marvel (recuerdo con especial cariño su paso fugaz por la restaurada por poco tiempo cabecera de Hombre Cosa). Pero no llegué a conectar con la historia. Quizá porque ese número 1 español no era tal en numeración USA, o quizá porque DeMatteis usa en esta trama mística, de dioses y magos, un extraño humor que personalmente no me encaja en la trama. Si a eso lo añadimos los dibujos de Shawn McManus, de la cantera de dibujantes feístas de DC, del que ya aborrecí su paso por Sandman (A game of you), nos encontramos ante un cómic con el que no he simpatizado en absoluto.
· La imbatible Chica Ardilla 3: Yo besé a una ardilla y me gustó (Panini, 2019). He seguido la colección de Chica Ardilla por cauces alternativos (segunda mano, biblioteca), porque, aunque me parece interesante y fresca, no es el tipo de cómic que sé que vaya a releer. Es más, me pregunto cuál es su público objetivo, si es el mismo que MasacreGwen o Ms. Marvel. Aquí, creo yo, el acercamiento al Universo Marvel es mucho más geek, para entendernos. Pero hay que reconocer que el trabajo de acercamiento a los nuevos lectores es muy bueno, y que una vez rota la cuarta pared, las múltiples referencias al presente inmediato del lector (redes sociales, visión alternativa de los roles habituales del Universo Marvel) hace de esta Chica Ardilla un artefacto muy divertido, descarado y ameno. El capítulo, por ejemplo, que simula la estructura de un libro de Elige tu propia aventura me parece una filigrana comiquera interesante (no es la primera vez que se hace, pero quizá en el mainstream no está tan visto). Chica Ardilla es un título que recoge el guante de la Hulka de Byrne de una forma más acertada que, en mi opinión, MasacreGwen. Veremos cómo aguanta la prueba del tiempo.
· Hagakure (Quaterni, 2016). Y finalmente, esta adaptación del texto de la literatura clásica japonesa que es Hagakure, de Yamamoto Tsunemoto. Quaterni es una editorial que se ha especializado en textos nipones y en 2016 nos ofrecía esta adaptación de un texto más bien filosófico o ensayístico. La adaptación era difícil, y no se salda con buena nota. Es difícil poner en viñetas algo como estas enseñanzas del bushido, más cuando se trata de una máxima de la que luego se recogen varios ejemplos: esos ejemplos, desplegados, pueden ir de una página a cuatro de viñetas. Y aunque es verdad que transpiran un evidente carácter nipón (el tratamiento del honor, la vergüenza, la venganza, etc.), el resultado no le hace justicia. Los dibujos son poco atractivos (el joven autor usa un estilo manga, sí, pero más cercano al género adolescente, que no acaba de casar con la temática grave) y además es difícil en ocasiones discernir unos personajes de otros, la narrativa es torpe, y para rematar la elección de la rotulación es pésima, lo cual no sé si es indicativo de la poca experiencia que tenía Quaterni en ese momento respecto a la edición de cómic. En mi opinión, esta obra denota la falta de experiencia de sus autores, en general, tanto a nivel artístico como a nivel editorial, y es más el fruto, quizá, de una presión temática (produzcamos libros de esta temática, porque vende) que no de un umbral de calidad. Personalmente me parece bastante olvidable, a pesar de que, insisto, contiene escenas en las que se acierta a retratar fielmente el carácter del bushido.
· La imbatible Chica Ardilla 3: Yo besé a una ardilla y me gustó (Panini, 2019). He seguido la colección de Chica Ardilla por cauces alternativos (segunda mano, biblioteca), porque, aunque me parece interesante y fresca, no es el tipo de cómic que sé que vaya a releer. Es más, me pregunto cuál es su público objetivo, si es el mismo que MasacreGwen o Ms. Marvel. Aquí, creo yo, el acercamiento al Universo Marvel es mucho más geek, para entendernos. Pero hay que reconocer que el trabajo de acercamiento a los nuevos lectores es muy bueno, y que una vez rota la cuarta pared, las múltiples referencias al presente inmediato del lector (redes sociales, visión alternativa de los roles habituales del Universo Marvel) hace de esta Chica Ardilla un artefacto muy divertido, descarado y ameno. El capítulo, por ejemplo, que simula la estructura de un libro de Elige tu propia aventura me parece una filigrana comiquera interesante (no es la primera vez que se hace, pero quizá en el mainstream no está tan visto). Chica Ardilla es un título que recoge el guante de la Hulka de Byrne de una forma más acertada que, en mi opinión, MasacreGwen. Veremos cómo aguanta la prueba del tiempo.
· Hagakure (Quaterni, 2016). Y finalmente, esta adaptación del texto de la literatura clásica japonesa que es Hagakure, de Yamamoto Tsunemoto. Quaterni es una editorial que se ha especializado en textos nipones y en 2016 nos ofrecía esta adaptación de un texto más bien filosófico o ensayístico. La adaptación era difícil, y no se salda con buena nota. Es difícil poner en viñetas algo como estas enseñanzas del bushido, más cuando se trata de una máxima de la que luego se recogen varios ejemplos: esos ejemplos, desplegados, pueden ir de una página a cuatro de viñetas. Y aunque es verdad que transpiran un evidente carácter nipón (el tratamiento del honor, la vergüenza, la venganza, etc.), el resultado no le hace justicia. Los dibujos son poco atractivos (el joven autor usa un estilo manga, sí, pero más cercano al género adolescente, que no acaba de casar con la temática grave) y además es difícil en ocasiones discernir unos personajes de otros, la narrativa es torpe, y para rematar la elección de la rotulación es pésima, lo cual no sé si es indicativo de la poca experiencia que tenía Quaterni en ese momento respecto a la edición de cómic. En mi opinión, esta obra denota la falta de experiencia de sus autores, en general, tanto a nivel artístico como a nivel editorial, y es más el fruto, quizá, de una presión temática (produzcamos libros de esta temática, porque vende) que no de un umbral de calidad. Personalmente me parece bastante olvidable, a pesar de que, insisto, contiene escenas en las que se acierta a retratar fielmente el carácter del bushido.