Una de las cosas que más, dicen, llena el corazón y el alma del ser humano es viajar.
Pero a mí no me gusta.
A ver. Sí me gusta, pero me falta el sentido de la responsabilidad. Si me llevaran de viaje, y no tuviera que pensar en nada, que me lo dieran todo hecho, sí que me gustaría. Ver cosas nuevas y tal, visitar lugares lejanos... Eso sí. Pero soy terriblemente irresponsable, o inmaduro, y vago en esa cuestión.
Viajar me estresa horriblemente. Hacer todos los preparativos, buscar vuelos, alojamientos, itinerarios, precios de transporte, lugares en los que comer, sitios que evitar, etc. Me pone muy nervioso. Mucho. Prefiero no hacerlo. No me gustan los aeropuertos, me estresa pasar controles, tener que estar pendiente de documentaciones, billetes, horarios... En la ida, no estoy tranquilo desde que salgo de casa hasta que estoy sentado en la butaca del avión y este alza el vuelo. Luego igual puedo relajarme... Hasta la vuelta.
Y aquí es donde entra todo el buenismo de nuestra sociedad, que nos insiste en que hay que viajar mucho, y ver mucho mundo, y que todo son beneficios, y que te cambia, y que luego eres otra persona, y cuando vuelves de vacaciones la pregunta obligatoria de todo el mundo es ¿dónde fuiste? Y me siento mal por decir, o hasta pensar, pues no, a mí no me gusta viajar. No soy viajero. No soy de escapaditas, ni menos de planear grandes viajes.
Pero constantemente me siento culpable. ¿Cómo que no te gusta viajar? ¡Si viajar es lo que más llena al ser humano! ¡Conocer otros sitios, otras gentes, otras formas de pensar y de vivir! ¡Viajar es vivir! ¡Tonto, gilipollas, paleto! Prefieres quedarte encerrado entre tus libros, como siempre. En tu cueva, con la nariz entre las hojas.
Pues sí, mira. Soy así. Esto es lo que me gusta. Y viajar no me entusiasma. Ya está. ¿Soy peor persona por ello? Parece que la sociedad nos vende constantemente ese anhelo por viajar, y ver mundo, y si no lo haces, algo se te está escapando, no estás viviendo, no estás siendo verdaderamente feliz.
Oye, pues a mí, desde el fondo de mi ser, el viajar no me llama. No siento esa necesidad. Puedo entender esa necesidad y compartirla, pero no la tengo. Incluso iré contigo de viaje si tienes en cuenta lo que he dicho. Pero no tengo ese anhelo dentro de mí mismo. No soy persona de mundo. No. Joder. No. Y ya está. Y me gustaría que se pudiera respetar, y no pensar que soy un ser humano de segunda por ello.